jueves, 26 de febrero de 2009

Mis cifras: Sin dorsal


SIN DORSAL (1)

Carreras diferentes, sin dorsal, a mi bola, por el placer de correr.

01/02/09.- I Cow Parade Race. I, II, III, IV, V y VI

Contrarreloj contra el virus

Lo que queda del jueves, el viernes y el sábado. Ese es el tiempo que tengo para recuperarme del nuevo virus.

Desde la semana antes del Medio Maratón de Fuencarral El Pardo arrastro dolores en la espalda que se deben según el fisio a mis queridas protusiones discales y a la fatiga muscular. Se concentran sobre todo en la zona del piramidal e incluso me hacen cojear ligeramente. Este inconveniente ya lo había asumido de cara al Maratón de Barcelona del próximo domingo. Con el único objetivo de acabarlo, la idea era que una vez conseguido comenzara un periodo de recuperación, a poder ser activo.

Sin embargo desde ayer un nuevo ingrediente se ha añadido al cocktail. El virus que desde hace más o menos cinco días ha anidado en el frágil cuerpecillo de mi hijo, se ha mudado al mío (algo común como ya dije aquí). El resultado es un estado febril, acompañado de mocos, toses y un dolor de cuerpo que no me tengo. Poco más puedo hacer que ingerir antitérmicos y beber líquidos para intentar estar lo más entero posible.

Los billetes del AVE, la reserva del hotel y la inscripción del maratón hechas con suficiente antelación y previsión, esperan ahora impacientes. La lucha contrarreloj que no tenía intención de librar por las calles barcelonesas la tendré que mantener contra el jodido virus.

¡La batalla ha comenzado! Veremos.


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jueves, 19 de febrero de 2009

Con F de Fuencarral


Febrero. En el segundo mes del año, el domingo de Fuencarral se ha convertido en una fecha fija que espero con verdadero fervor. Después de mi primera participación en el año 2000, falté por unas razones u otras en las siguientes siete ediciones, volviendo por fin el año pasado. He recuperado en estos dos últimos años una de mis carreras favoritas de la que soy un fiel seguidor, un feliz feligrés que si el cuerpo y las circunstancias lo permiten seguirá participando con absoluta fidelidad y por mucho tiempo en esta fiesta del atletismo popular de fondo (sin que ello suponga dejar de flirtear con otras medias)

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Forestal. Gran parte del recorrido de la prueba transita por las frondosas faldas del Monte de El Pardo, paraje de gran valor medioambiental por la variedad de su flora y fauna, y conservado a lo largo del tiempo gracias a su utilización como coto de caza por muchos reyes y por el mismísimo Francisco Franco. En este entorno de naturaleza, más allá de los límites del asfalto todo es floresta, verde follaje que se extiende hasta donde la vista alcanza y que dota a la media fuencarraleña de una fermosura paisajística sin parangón.

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Fresca… pero soleada amaneció la mañana, ideal para afrontar la prueba. Ya estaba uno un pelín cansado del frio y la lluvia que nos han acompañado desde finales del año pasado y que nos han obligado a salir a hacer footing (que diría la Meli) por caminos fangosos y forrados hasta las orejas.

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Flojera. Dícese de la sensación sufrida por los esforzados participantes en el momento de tomar la curva de 180º a la altura de El Pardo y ver lo que se viene encima. Los síntomas van desde temblar como un flan, al aflojamiento de esfínteres acompañado de mudas y fétidas flatulencias. La flojera hace percibir las cuestas como auténticos frontones que van dejando a los corredores sin fuelle y que finalizan fundiéndoles los fusibles.

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Fanfarrón, fafarachero o fantasmón podéis llamarme, pero el Medio Maratón de Fuencarrral no es, desde mi punto de vista, tan duro como lo recordaba y como con frecuencia se afirma. Seguramente el hecho de que cuando lo corrí por vez primera fuera la prueba más exigente en la que hasta entonces había participado, unido al largo tiempo que tardé en volver a disputarlo, forjaron en mi recuerdo el “mito Fuencarral”. Pero creedme que no finjo, que no voy de farol cuando afirmo que ya no sufro de flojera a los pies de la cuesta de El Pardo y que he corrido sobre asfalto medios maratones más duros que este (Jadraque o la Gran Caminata a Cercedilla por ejemplo).



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Flato: Acumulación molesta de gases en el tubo digestivo que me sobrevino pasado el kilometro dieciséis y que me acompaño para mi fastidio hasta que finalicé la prueba.

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Fenomenal organización. La junta municipal de Fuencarral - El Pardo con la dirección técnica de Mapoma y Elipse Iniciativas volvieron a conseguir una organización fetén. No hubo esperas para la recogida del chip ni en el ropero, existieron alfombras lectoras tanto en la salida como en la llegada, los avituallamientos estuvieron bien surtidos de agua, se colocaron dos filas de sillas en la llegada para poder quitarse el chip sentados y, para los fans de la bolsa del corredor, ésta fue muy completa (agua, bebida isotónica, muesli, frutos secos, medalla conmemorativa y camiseta técnica Diadora verde fosforito) y se entregó ágilmente.

Destacar un factor clave que mantiene la esencia de la carrera: la ausencia de elevados premios económicos. Se “fuerza” así la no participación de atletas más “profesionales” en favor de los corredores populares punteros que tienen la fabulosa ocasión de disputarse la carrera entre ellos.

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Flechas. El flamante ganador entre los poseedores de falo fue por segundo año consecutivo Emiliano RonceroEl Faraón de Fuencarral”, con un formidable tiempo de 1:10:35. El fratello del famoso Fabián precedió en la línea final a José Félix Ortiz y a Jesús de la Morena. En féminas la victoria correspondió a Montserrat Gil con una marca de 01:31:53

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Fallecido hace apenas unas semanas, el atleta Luis Javier Colmenarejo fue homenajeado y estuvo muy presente en esta edición de la carrera fuencarraleña. Antes del inicio de la prueba se guardó un emotivo minuto de silencio en su memoria y al final de la misma la organización hizo entrega de una placa a su familia. El ganador también ofreció su dorsal dedicado a los familiares del finado y José Félix Ortiz lució durante toda la carrera y en el podium un pañuelo en la cabeza (como era costumbre de Colmenarejo) con su nombre escrito en él.

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Fastidiado. Mis queridas protusiones discales y la fatiga de mis músculos parecen haberse conjurado desde hace aproximadamente diez días para oscurecer mi futuro carreril. Desde principios de la semana pasada tengo fatal el flanco derecho y, claro está, forzar para correr “Fuenca” no fue un buen fármaco.

Los excesos me están pasando factura, pero tengo fe en que un pequeño descanso de cuatro días y varias visitas al fisio hagan factible poder volver a emular a Filípides, esta vez en Barcelona. En cualquier caso me he prometido nadar una vez a la semana para fortalecer en lo posible mi frágil espalda y evitar así cambiar las mallas por la faja.

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Feliz. Quitando los dolores de espalda, el resto de las sensaciones fueron buenas. Decidí salir un pelín más fuerte que en otras ocasiones e intentar mantener el ritmo en la duras subidas. No flaqueé en ningún momento y finalmente conseguí la mejor marca de mis tres participaciones en esta media, bajando de la 1h 40 min por apenas veinte segundos.

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Fotos. Las que ilustran este texto son del menda lerenda

Flashback. La crónica del año pasado, pinchando aquí

Firma. Arganzboy

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viernes, 13 de febrero de 2009

Cowboy de medianoche (y III)


He aquí la tercera y última entrega del cronicazo vacuno. En el capítulo final se narran mis andanzas en el postrero tramo de la I Cow Parade Race, aquel que tuvo lugar a lo largo de las principales arterias del Barrio de Salamanca. Acaba aquí la historia de una ocurrencia surgida a mediados del mes pasado y que ha ocupado casi de forma exclusiva las recientes entradas de este blog. Os dejo con ella.

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Salgo del suburbano y vuelvo a la superficie. Sigue lloviendo. ¡No ha parado ni un segundo! Hasta los próximos bovinos hay un buen trecho que va a permitirme centrarme en correr y coger un ritmo continuado durante unos minutos. Cruzo la Castellana y subo por C/ María de Molina hasta llegar a C/ Serrano donde giro a la derecha tomándola en el sentido hacia la Plaza de la Independencia. Las vallas que invaden los laterales de la calle indican ya el inicio de su próxima remodelación. A la altura del edificio de El Corte Inglés, entre las vallas, están E, Cowrnival y Recuerdos que no Tienen Precio. Elijo la tercera para hacerme la foto de control. Se trata de una vaca cuyo cuerpo está, perdón estaba, repleto de imanes y recuerdos de distintos lugares. Digo estaba porque como en otros casos que ido mencionando, los desaprensivos e incultos han arrancado gran parte de estos dejando la obra muy deteriorada. Algún gilipollas se jactará ante sus amigos de tener en su frigorífico un imán de Lanzarote sustraído a esta res.

Inmerso en la cuadrícula de calles diseñada por el Marqués de Salamanca, subo por C/ Don Ramon de la Cruz y perpendiculeo por C/ Lagasca hasta C/ Ortega y Gasset esquina Velázquez. Allí Manuela Francisca “La Vicalvareña”, una nueva vaca torero, hace orgullosa el paseíllo por la Milla de Oro de Madrid vestida de malva y oro. La bajada a lo largo de la C/ Velazquez está jalonada de bóvinos: Aar, Midnight Cow, La Vaca Mecánica y Manila en la esquina con C/ Don Ramón de la Cruz y Manchas de la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada un poco más allá.

Con la llegada a C/ Goya comienza la última subida que ha de llevarme hasta la meta de Manuel Becerra. Antes, en la esquina con C/ Príncipe de Vergara, está ubicado el penúltimo punto de control. Allí tras una instantánea con Rayos X y Diana Cazadora, la cámara de fotos dice basta no sé si aterida por el frio, ahogada por el agua o finiquitada la batería por el uso abusivo del flash durante la primera parte de la prueba. Vuelvo a tirar de la cámara integrada en el móvil para medio inmortalizarme con Lapa Madrileña, quien también ha sido víctima de los barbaros que han arrancado el pañuelo de su bonito vestido de chulapa madrileña. Olvidada de mi reportaje gráfico queda la moderna Cowfeína, hermana de Cowteína, una de las dos ausentes en C/ Gran Vía.


En su cruce, cambio Goya por Alcalá para seguir el ascenso hasta Manuel Becerra. Alcanzada la plaza que lleva el nombre del matemático español del s.XIX, se me ocurre una chorrada en la que no había caído hasta entonces. Curiosamente he elegido como salida y llegada la glorieta dedicada a un señor cuyo apellido (Becerra) no es otra cosa según el diccionario de la RAE que la hembra cría de la vaca hasta que cumple uno o dos años o poco más. ¡Muuuuuuuuucha coincidencia! Desarrollando todavía esta reflexión en mi reblandecido (por la humedad) cerebro, desciendo hasta casi el centro de la tierra a través de la estación de metro ubicada en la misma plaza. El guarda jurado, al verme agachar y poner el móvil unos centímetros delante de mi persona, sale rápidamente del alcance del objetivo no sin cierta estupefacción. Un ¡click! y ya tengo mi foto con Vaca Postal que dalinianamente podría titularse “Foto de Vaca Postal y sujeto con gorra con fondo de maquinas expendedoras de billetes”.

Abandonada la boca de metro recorro los escasos metros que me separan de Puntual, inicio y final de la aventura. Me hago la última foto y paro el cronometro. Se acabó mi participación en la I Cow Parade Race. Han sido 2h 17min 36seg de locura, de lluvia, de disfrute, de vacas, de charcos, de soledad, de frio, de fotos…

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Llego al portal. Está empezando a nevar. Los copos son grandísimos y caen planeando como si fueran plumas u hojas desprendidas de un árbol. Abro la puerta de casa y voy dejando un rastro de agua hasta el salón. Mi mujer juega con mi hijo y en la tele Nadal disputa la final del Open de Australia con Federer. Ambos me miran unos segundos y siguen a lo suyo (mi mujer y mi hijo, no Nadal y Federer). Hace tiempo que me dejaron por imposible.

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Apendice 1: Vergüenza ajena. Es lo que siento cuando compruebo los daños que han sufrido muchas de estas originales vacas de fibra de vidrio. Pintadas, graffitis, amputaciones, roturas o robo de sus componentes o adornos (peinetas, coronas…), son algunas de las aberraciones que personas incultas, mal educadas, cobardes, asilvestradas, estultas, simples, inciviles, necias e irrespetuosas, han cometido al amparo del anonimato y de la desprotección de estas, queramos o no, expresiones artísticas.

La gravedad aumenta cuando se tiene en cuenta que muchos de estos bovinos coloristas artificiales serán subastados al término de la exposición callejera, destinándose los fondos obtenidos a proyectos llevados a cabo por ONG’s como Asociación Española Contra el Cáncer, Manos Unidas, Acción Contra el Hambre o Nuevo Futuro.

Desconozco si en ediciones anteriores celebradas en otras ciudades, las vacas han sufrido daños similares. Lo que sí sé, y a las pruebas me remito, es que tristemente nuestra ciudad no está preparada para albergar eventos de esta índole.

Con esto no quiero que se pierda la perspectiva. El problema no es en sí el daño provocado a las vacas expuestas, sino el reflejo de la falta de educación, civismo y pérdida de valores de la sociedad actual que ello supone. Siento la perorata


Apéndice 2: Pongo con esta entrada punto final a la I Cow Parade Race que tanto me ha ocupado y entretenido desde hace casi un mes. Queda el poso de lo bien que me lo he pasado recorriendo las calles de mi ciudad a mi libre albedrio, experiencia que ya estoy pensando en repetir mediante nuevos proyectos que rondan en mi cabeza. Ya os contaré, pero de momento seguiré rumiando estas ideas en secreto.

Muuuuuuuuuuchas gracias por tragaros el plomo y muuuuuuuuuuy buenas noches.

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Enlaces de interes:

Cow Parade Race: La idea primigenia
Cow Parade Race: El reglamento
Cow Parade Race: Recorrido recomendado
http://www.cowparade.com/
http://www.cowparademadrid.com/


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martes, 10 de febrero de 2009

Cowboy de medianoche (II)


Segunda entrega de la trilogía que constituye la crónica cuasi interminable de la I Cow Parade Race. Si en el capítulo anterior se recogía el tramo de pseudocarrera entre la salida en Manuel Becerra y la llegada a la C/ Alfonso XII, en este se tratan las peripecias acaecidas al que escribe desde la Plaza de la Independencia hasta la visita a Friends, la vaca con residencia temporal en la estación de metro de Gregorio Marañón. ¡Prepararsen que ahí va!

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El día gana a la noche y ya hay más luz. Camino de la Puerta de Alcalá mírala, mírala, en un despiste piso un charco con el pie izquierdo salpicando y calándome el derecho. ¡Mierda! Hasta el momento había conseguido que sólo se mojasen con la lluvia que caía, pero ahora ya lo tengo bien empapado. Un poco más tarde, el pie derecho le devolverá la jugada al izquierdo gracias a una baldosa hueca.

Después de la corta entrevista que las vacas Reportera y Vacámara de Telecinco me hacen en la Plaza de la Independencia y la foto con Paz y Puerta al fondo, tomo la calle Alcalá con la falda almidoná y los nardos apoyaos en la cadera. A la altura de Cibeles y tras unos malabares para evitar los cada vez mayores y más abundantes charcos, abrazo a Circense y comienzo el ascenso con doble mortal que me llevará hasta la Puerta del Sol. La lluvia no cesa, pero me lo estoy pasando como el Quico (¿se escribe así? ¡Tengo toda la ciudad casi para mi solito!

En el tendido de Sol hay algo más de animación, fundamentalmente de taxistas que esperan impacientemente algún cliente y de turistas guiris que visitan los madriles monumentales. Seis vacas seis de distintas ganaderías se reparten el albero adoquinado de la plaza. Con las mallas como taleguilla y la gorra como montera, me marco dos buenas aunque cortas lidias a Urna (Ganadería Parlamento Europeo) y a Sandwich (Ganadería Rodilla) que culmino con un beso hasta la bola en lo alto. La afición taxística agita en el aire sus carteles de LIBRE pidiendo los trofeos con vehemencia. Mientras los guiris inmortalizan con sus cámaras la típica estampa de la España de ayer, hoy y siempre. Me veo obligado a salir a saludar a los medios antes de seguir la carrera.

La corta y suave subida de la C/ Postas que aprovecho para reponer líquidos isotónicos, desemboca en la Plaza Mayor. En sus soportales, señores grises con apariencia añeja y rancia montan sus puestos de monedas, sellos, tarjetas telefónicas y de todo aquello similar y susceptible de ser coleccionado. Vislumbro unos metros más allá al rebañúsculo (de grupo, grupúsculo; de rebaño, rebañusculo ¿Algún problema?) de cuatro reses que se encuentra perfectamente alineado justo bajo la fachada opuesta a la Casa de la Panadería. Destaca entre ellas el hibrido vaca-cerdo de nombre Sabe a Mixta. Con piel rosada, viste cazadora, gorro y gafas de aviador y ha visto amputadas en un acto cruel y rastrero las alas que inicialmente adornaban su lomo.


De vuelta a la C/ Mayor, bajada pronunciada hasta Bailén. Primero la catedral y luego el custodiado Palacio Real quedan en el margen izquierdo del recorrido. En la Plaza de Oriente camino del Teatro Real, me encuentro ante la King Parade. Son veinte esculturas de reyes “españoles” (godos y de los primeros reinos de la reconquista) que formaban parte de una colección ideada para adornar la cornisa superior del Palacio Real pero que finalmente fueron distribuidos por distintos lugares de la ciudad (Plaza de Oriente, Parque de El Retiro, Jardines de Sabatini…) Presentados mis respetos vuelvo a la otra Parade, la de las vacas, y me hago una foto con Pensamiento Vacuno, imagen perdida debido a un error en la tarjeta de memoria de la cámara fotográfica.

Con una decena de zancadas más me planto a los pies de la Cuesta de Santo Domingo, segunda rampa más dura de todo el recorrido que tiene su continuación, aunque más suave, en la C/ Silva. Cruzo la Gran Vía en la que comienza a notarse un tráfico más concurrido y alcanzo la Plaza de Maria Soledad Torres Acosta. Un grupo curioso me llama la atención: un punky con cresta, vaqueros y botas Dr Martens está integrado entre cinco o seis góticos de largas prendas negras y pálidas caras blancas. En contraste con la falta de color de los jóvenes oscuros, justo en mitad de la plaza, El pueblo de la vaca y Carpe Diem Tempus Fugit son una explosión de color, una nota de alegría en la mañana grisácea madrileña.

En Desengaño, a pesar de la lluvia y de la temprana hora, la prostitución no cesa. Dos jóvenes seguramente africanas hablan entre ellas en idioma extranjero. Metros más allá otra mujer entrada en la cincuentena apura un cigarro mientras espera la llegada de clientes. Casi al final de la calle y en la acera opuesta, un travesti alto, de nariz aguileña y rasgos faciales masculinos se dirige con semblante triste a cobijarse en la entrada de un portal. Su pelo largo y mojado cae lacio sobre los hombros y su maquillaje facial no ha resistido el agua de la lluvia. De vuelta a la Gran Vía a la altura del edificio de Telefónica, Cowteína y Muuuy Informada faltan a la cita. Ningún mensaje, ninguna nota, ninguna explicación. En el sitio que debían ocupar sólo quedan las bases de cemento con sus nombres que hacen las veces de peanas. Otra vez será.


La bajada gana en inclinación y rápidamente alcanzo la confluencia con C/ Alcalá. Allí osea está la vaca más pija osea de las que he visto y veré osea. La cursi, presumida y superestupenda Vaca Princesa con calcetines osea, a la que unos ladrones facinerosos han robado su corona, disfruta de una ubicación supermegaguay donde exhibir su moderno diseño osea. Sólo unos metros más abajo en dirección a la Plaza de Cibeles me topo con Tetra Pack, a la que desde lejos había confundido con una vaca hecha a basa de piezas de Tente (para los más jóvenes, juego de construcción muy común en los seventies). Allí guardo un surrealista turno fotográfico: he de esperar a que dos japoneses vestidos de traje oscuro, camisa blanca y corbata, ambos con maletín y paraguas, se hagan una foto con la res, primero el uno al otro y luego el otro al uno. Supongo que para ellos la situación no es menos surrealista: ven llegar corriendo a un tío vestido con mallas que se para, se agacha un poco junto al bovino, se autotira una foto y sigue corriendo. En fin, que todo depende del cristal por el que se mire.

Paso de vuelta por los dominios de la diosa Cibeles que esta temporada tienen muy difícil acoger alguna celebración del club merengue y me interno en el Paseo de Recoletos. En su pasillo central ajardinado, las vacas pacen más sueltas, más a su aire. Primero me inmortalizo con el cuarteto formado por la original y simpática Café Olé Vaca Paca (a la que han sustraído su peineta) y las bellas Frágil, Helena y Mi Sueño. Un pelín más adelante Springarden y en la otra acera, frente a la Biblioteca Nacional, De la Mancha, también posan conmigo. En la Plaza de Colón, a la sombra (hoy no) del monumento a Don Cristobal, dos vacas erguidas. En primer lugar Verónica, la primera vaca torero de la historia de la que tengo constancia (La vicalvareña será la segunda) y que hace bueno el lema de los antitaurinos ¿Quien mejor que una vaca para disfrutar de una corrida de toros? La segunda ha ocupado el lugar del oso en el símbolo más madrileño. La vaca y el madroño quizá refleje mejor la realidad actual en la que los ciudadanos de la Villa y Corte somos ordeñados de forma continua por instituciones tanto locales como nacionales.

En el Paseo de la Castellana están las dos vacas que mejor viven de todas que veré a lo largo del recorrido. Están a resguardo, siempre calentitas y protegidas de la lluvia y de los gamberros. A World Champion sólo puedo medio verla desde la acera a través de las cristaleras de la sede de la Mutua Madrileña. Sus colores son los mismos que ha lucido Renault en el último campeonato del mundo de F1 y en su decoración participó el mismísimo Fernando Alonso. Friends, pintada con rostros en blanco y negro en los que resaltan los labios rojos, reside en el vestíbulo de la estación de metro de Gregorio Marañon. Sobre una moqueta también roja, está colocada más allá de los tornos de entrada a la estación lo que le permite gozar de una mayor tranquilidad.

Continuará...



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Enlaces de interes:

Cow Parade Race: La idea primigenia
Cow Parade Race: El reglamento
Cow Parade Race: Recorrido recomendado
http://www.cowparade.com/
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domingo, 8 de febrero de 2009

Cowboy de medianoche


Comienza aquí la crónica de mi participación en la I Cow Parade Race. El día elegido para llevarla a cabo fue el domingo uno de febrero, en una mañana marcada por la continua lluvia y el frío. A pesar de ello disfruté como un enano y me sirvió para completar mi tirada larga de la semana. Dado que la historia me ha quedado un pelín larga, he decidido marcarme una trilogía vacuna. He aquí la primera entrega.

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Son las 7:00 A.M. El despertador suena inmisericorde. Me levanto y voy hasta la cocina. Abro la ventana para comprobar con desilusión que está lloviendo y hace bastante frío. “¡Qué carajo, no soy un azucarillo, no me voy a deshacer! " pienso para mis adentros. Ahora o nunca. Me echo al cuerpo unas galletas y un par de vasos de agua. En la bolsa negra con el anagrama del Maratón de Donostia (aquella que me dieron por mi participación en la edición del 2004 y que endosé a mi hermana, a quien he tenido que pedírsela prestada), meto la cámara de fotos, el móvil, la botella de 500 ml de Powerade y un billete de metro por si las moscas. Me embuto en las mallas largas, me calzo las Asics 1120, me pongo el cortavientos impermeable y la gorra, me cuelgo a la espalda la bolsa y…¡A la puta calle! (Antúnez dixit).

He decidido seguir el recorrido propuesto por la organización, por lo que me encuentro en plena Plaza de Manuel Becerra. Todavía es de noche, sigue lloviendo y en la marquesina de los autobuses el termómetro marca 3º centígrados. A las 7:35 A.M aproximadamente comienza oficialmente mi participación en la I Cow Parade Race. La primera foto es con Puntual, la elegante vaca que luce en su cuerpo tatuado los relojes que marcan los horarios de las principales ciudades del mundo. Sus dos compañeras de plaza, Caty y Flowercow duermen. La primera parte del recorrido es favorable, lo que agradezco sobremanera pues, debido al poco tiempo transcurrido desde mi despertar hasta el comienzo de la prueba, los músculos todavía no se han desperezado. Un pequeño tramo por Doctor Esquerdo, giro a la derecha para tomar Goya Street y, después de parar en la Plaza de Felipe II para tomar un primer plano de la Vaca Sofá (la II creo), sigo por las perpendiculares Narvaez y O’Donell. Las calles están desiertas y el tráfico es prácticamente inexistente, tanto que puedo cruzar la calzada por donde me viene en gana.

Al llegar a Menéndez Pelayo la cosa parece animarse. Casi en la primera esquina un coche toca el claxon y al llegar a mi altura disminuye la marcha. Bajan la ventanilla y el conductor grita algo mientras la mujer copiloto ríe con ganas. No entiendo lo que ha voceado pero supongo que se trata de alguien muuuuuuuuuy simpático que me saluda. Levanto el brazo en contestación a su cortesía y le echo una media sonrisa mientras sigo corriendo. Un poco más abajo, una señora de unos cincuenta y pico que viste un abrigo de pieles viene hablando sola. Al cruzarnos me sonríe y me desea un buen día. “Buenos días” la respondo no sin cierta sorpresa por lo agradable y educada que está la gente esta mañana.


En la confluencia con la C/ Ibiza me esperan recién levantadas Expresionista, Vida y Ramona. Beso y foto con la segunda y carretera y manta. La cuesta abajo se nota y mi ritmo se acelera. Antes de llegar a Mariano de Cavia me cruzo con dos corredoras madrugadoras camino de El Retiro. Ya en la plaza que lleva el nombre del famoso periodista de finales del s.XIX y principios del s.XX, departo unos segundos con Zultima. Me deja hacerla una foto, pero siempre que sea de su perfil derecho, “su lado bueno” afirma entre mugijadas (carcajadas de vaca). La lluvia aprieta y noto frio en la espalda. Hacer las fotos me está llevando mucho tiempo, pues no siempre acierto a la primera, y me estoy quedando frio. Además el flash y la cercanía entre cámara y retratados (un brazo) no son buena mezcla, por lo que decido que hasta que no abra el día probaré a hacer las fotos con el móvil.

Camino de la Plaza de Carlos V paso por la puerta del colegio Virgen de Atocha. Allí hay un grupo de adolescentes con algún que otro padre y varios coches en doble fila. Dos de los jóvenes van en pantalón corto, para ser exacto con pantalones cortos de baloncesto. Sé con seguridad que pertenecen a uno de los equipos del colegio y que han quedado allí para desplazarse en grupo hasta la cancha donde tengan que jugar esta mañana lluviosa (siempre que sea cubierta porque si no me temo que el partido será suspendido). Lo sé porque en un tiempo yo fui uno de aquellos jóvenes. Durante cinco años (o a lo mejor seis) jugué en el Virgen de Atocha, aunque nunca estudie allí. De eso hace…¡veinte años! ¡Joder, veinte años ya! En fin, “tempus fugit” que dice en lo relojes. Continuo mi camino tarareando para mis adentros “sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras…”

Alcanzo ya la Glorieta de Atocha. En la confluencia con la Cuesta de Moyano, otras cinco reses perfectamente alineadas en paralelo aguantan estoicamente la lluvia mientras ven pasar el escaso tráfico de una temprana mañana de domingo. Saco rápido el móvil de la bolsa empapada y aprieto la tecla a bote pronto. En primer término Tulip Cow y yo, y un poco más atrás la testuz de ¡Vaya Typo! Teléfono a la saca y a continuar carrera.


El saliente de la parte nueva del Museo Reina Sofía me permite recorrer unos metros sin mojarme. Empieza a verse a personas, hombres en su totalidad, con cara de sueño paseando al perro para su micción y deposición mañanera (la del perro, no la del dueño). Otros, sin can, tratan de proteger de la lluvia el diario recién comprado. La entrada en subida a la C/ Argumosa desde la Ronda de Valencia, me trae a la mente los calurosos recuerdos del Trofeo de San Lorenzo a celebrar el último fin de semana de Julio y con final en esta castiza calle. La idea de volver a participar este año ocupa mi cabeza hasta que en la Plaza de Lavapiés las alegres y coloridas Albertina Pinturina y Mu me dan la bienvenida con un ligero movimiento de rabo.

Albertina Pinturina es una vaca de gran colorido aunque su cabeza gacha le da un cierto aire melancólico. Me explica con angustia como cuando pasaba su segunda noche en Lavapiés, fue secuestrada por un grupo de jóvenes que la llevaron en volandas más de un kilometro y la subieron hasta un quinto piso sin ascensor. Fue rescatada gracias al chivatazo de uno de los vecinos de los secuestradores. Afirma que no fue agredida sexualmente y que está superando el Síndrome de Estocolmo a base de pastillas. Las deseo lo mejor y continuo mi camino.

La subida de la C/ Olivar es la más dura y la que mejor recuerdo me deja. Se trata de una vía estrecha, adoquinada e iluminada con farolas salientes de ambas fachadas. La luz se refleja en el suelo mojado y el agua de la lluvia se escurre cuesta abajo. El sonido de las gotas, de mis pisadas y de mi entrecortada respiración ponen la banda sonora. El ascenso culmina en la Plaza de Santa Ana donde unos operarios del servicio de limpieza enchufan con una manguera a presión los restos de la juerga nocturna. Entre que la lluvia aprieta y que tengo miedo de acabar regado al estilo “aquí no llega la manga riega” me medio hago la foto de rigor con Love y Ruskycow y salgo pitando C/ del Prado abajo.

Miro el reloj y veo que el tiempo empleado hasta el momento está bastante por encima del previsto, de forma que aprovecho lo favorable del terreno para acelerar al mismo tiempo que decido reducir el tiempo a emplear en tirar las fotos en los próximos puntos de paso. Dicho y hecho, en la Plaza de Neptuno, dios del agua y de los mares y atlético empedernido, me hago la foto casi a la carrera con Cuatro Estaciones y ya en Alfonso XII tengo un cara a cara visto y no visto con The Forest

Continuara...

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Enlaces de interes:

Cow Parade Race: La idea primigenia
Cow Parade Race: El reglamento
Cow Parade Race: Recorrido recomendado
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