sábado, 15 de junio de 2013

III Carrera de Montaña "Pico Zapatero"

Al paso por el castillo de Manqueospese (Foto: Juan Fra Albarracín)
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

La primera noticia que tuve de esta carrera fue una hojita que nos dieron tras disputar el Cross Alpino Cebrereño dos meses antes. Me acuerdo porque en aquel entonces hice una asociación geopoliticogilipollesca. Por un lado Cebreros es la localidad que vio nacer al presidente Adolfo Suarez y por otro, el monte que había que ascender en la carrera publicitada tenía el mismo nombre que el de un presidente reciente que nos salió por un pico. Si, ya sé lo que estáis pensando, pero es que algunas conexiones entre mis neuronas comienzan a fallar. Será la edad, será el licor, serán las luces de esta habitación…

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

La salida y la meta de la III Carrera de Montaña Pico Zapatero se ubicaban en Sotalbo, una pequeña localidad abulense situada a 24 kilómetros de la capital de provincia, con una población de 255 habitantes y levantada en pleno Valle Amblés, a las faldas de la Sierra de Paramera y a una altitud de 1.158 metros. Allí nos juntamos en una mañana fresquita 120 participantes para disputar una prueba con una longitud de 21.900 metros, un desnivel acumulado de 2.226 metros, una altitud mínima de 1.160 metros (el punto de salida y llegada) y una altitud máxima en Pico Zapatero de 2.160 metros.

A mí todas esas cifras no me permitían hacerme una idea de la dureza que pudiera tener la carrera. Tampoco me fiaba del perfil publicado en la página web, no porque no fuera correcto, sino porque en esto de la montaña uno ya ha aprendido que los perfiles pueden hacerse más o menos duros a la vista según la escala que se tome en los ejes. Por si a alguien le pasa como a mí y le puede servir como ayuda, yo lo que hago es cogerme la clasificación de la edición anterior y ver los tiempos de los que finalizaron en el segmento similar al que yo suelo hacerlo. Cuando en esta ocasión llevé a cabo el estudio, calculé que mi tiempo debería estar entre las 2h 50min y las 3h. Teniendo en cuenta la longitud del recorrido, todo apuntaba a que aquello iba a ser más exigente de lo se podía pensar viendo el gráfico publicado. No me equivoqué.

Dado que prácticamente estábamos en familia, cosa que agradecí sin duda, el dorsal se recogía sin ninguna espera. Cambio de ropa en el coche y vuelta al control de dorsales previo a la salida. Allí coincidí con Yonhey y con otros corredores más que yo no conocía y que me presentó. Como no me acuerdo del nombre de todos, no los citaré para no olvidarme de ninguno. En agradable conversación pasamos los minutos previos a la salida, tiempo en el que los organizadores nos dieron una pequeña charla explicándonos lo que encontraríamos a lo largo de la carrera y en el que empecé a quedarme frío. Y es que a pesar de estar en junio, el termómetro a esas horas estaba cercano a los 5ºC. Inicialmente había optado por llevar una camiseta ajustada de manga larga y encima una de manga corta, pero viendo que cuando se nublaba la rasca era considerable y previendo que las condiciones meteorológicas fueran empeorando a medida que ascendiéramos, unos segundos antes de comenzar me escapé al coche y me pertreché del chaleco cortavientos por si las moscas.

En la pradera prevía que da comienzo al ascenso de Pico Zapatero (Foto: Yonhey)
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Pasadas las 9:00 AM se dio la salida neutralizada. Seguramente no llegarían a mil metros los recorrimos por las calles de Sotalbo hasta atravesarlo y quedar a los pies de una rampa que apuntaba hacia el monte. Allí se dio la salida definitiva. Comencé muy lento. Llevaba con un catarro agarrado al pecho y complicado con la alergia más de tres semanas y empezar en frío, con una cuesta arriba y forzando era una mezcla cojonuda para ahogarme desde un principio. Tan despacio iba que cuando me di cuenta que nadie me pasaba miré hacia detrás y descubrí el por qué: iba el último. La situación empezó a cambiar cuando unos cientos metros y un par de esputos y toses más tarde, las vías respiratorias comenzaron a abrirse.

Hasta el kilómetro cuatro, lugar donde se ubicaba el primer avituallamiento, la carrera discurría por una pista bastante amplía. Los primeros mil quinientos metros eran un poco duretes y fueron bastantes los que echaron pie a tierra para regular desde el principio. Luego vino una zona de respiro, con toboganes llevaderos y en la que daba tiempo a echar vistazos hacia la derecha para ver el paisaje de montañas chatas que se abría a nuestra derecha. En esta zona llegué a la altura de Eu (@u_Genio) y de otro componente del Grupo Deportivo Almanzor con quienes compartí unos minutos y quienes me dieron referencias de lo que nos encontraríamos más adelante y de la dureza de la ascensión del Pico Zapatero.

Unos cientos de metros antes de llegar al avituallamiento, el terreno volvía a empinarse y tocaba exigirse de nuevo. Parada mínima para beber medio vaso de agua sin derramármelo por encima y a continuar. Desde allí comenzaba un ligero descenso que acababa abandonando la pista y atravesando una pradera encharcada. No fue una cosa que nos pillara de nuevas porque ya nos lo habían avisado en la salida, pero siempre da un poco de pereza mojarse los pies y más cuando quedaba tanta carrera y hacia frío. Recuperada la pista forestal pudimos disfrutar de otro pequeño tramo prácticamente llano antes de que el terreno comenzara a picar hacia arriba pero siempre sin excesiva dureza. Superado el kilómetro siete, la pista que seguíamos desembocó en una nueva pradera, esta vez a los pies del Pico Zapatero que majestuoso se elevaba ante nosotros. La cara de la carrera cambió bruscamente en un santiamén.

La primera variación fue que la zona boscosa y con el cielo nublado por la que el trazado había discurrido desde la salida de Sotalbo, se transformó con la llegada a la pradera en un paisaje abierto, con una superficie mayoritariamente verde, sin un triste árbol que echarse a la vista y con un cielo azul iluminado por un sol que comenzaba a brillar con fuerza. El segundo cambio importante fue el abandonó de la pista forestal y el comienzo del tránsito campo a través que, exceptuando un nuevo y pequeño tramo de pista a media ascensión, se extendería hasta la cima del Pico Zapatero. A decir verdad el echar un vistazo al frente y ver la pendiente por la que allí arriba estaban subiendo los participantes que nos precedían, daba un poquito de “respeto” por no decir canguelo. Pero como argumentaban los concursante del mítico “Un, dos, tres” antes de rechazar la cantidad de dinero ofrecida por Mayra y quedarse con el premio que hubiera escondido en el objeto elegido, “habíamos ido allí a jugar”. Total que tras reponer líquidos en el segundo avituallamiento (ubicado en mitad de la pradera), respiré todo lo profundamente que permitían mis pulmones y empecé a negociar el ascenso.

La "trepadita" para alcanzar la cumbre de Pico Zapatero (Foto: organización)
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Aclararé que todos los participantes “normales” hicimos este tramo andando hasta la cima. No sé si alguno de los primeros sería capaz de correr a trozos, aunque intuyo que poco. En la primera parte de la subida me enganché a un corredor del Grupo Deportivo Almanzor. Como eran ellos quienes organizaban la prueba supuse que conocería bien el terreno y me haría más fácil el tránsito, pues aunque la señalización era buena se trataba de una zona de hierba alta que ocultaba no pocas trampas. La verdad es que me vino muy bien. Cuando la ascensión avanzaba y se inclinaba cada vez más, la hierba prácticamente desapareció y fue dejando paso a la tierra y a las piedras. Solo llegando a lo que parecía la cima la pendiente se hizo un poco más llevadera.

Y digo a lo que parecía porque realmente no lo era. Allí arriba nos encontramos con la sorpresa de que la trepadita de la que nos habían avisado en la charla previa tenía su jugo. Se trataba de encaramarse una tras otra sobre grandes peñas (me recordaban a la zona de la Pedriza), utilizando las manos y teniendo bastante cuidado para no pegarse un trastazo. En alguna que otra tuve que avanzar a cuatro patas, llegando a la traca final de tener que echar cuerpo a tierra y arrastrarnos para pasar por el estrecho hueco que dejaban dos moles pétreas. Divertido pero bastante técnico y exigente. Para que os hagáis una idea, las asistencias estaban atendiendo a una cabra montesa que se había hecho un esguince.

Ahora si habíamos hecho cumbre así es que, a pesar del molesto viento que allí soplaba, me tomé unos segundos para disfrutar de las espectaculares vistas que podían contemplarse. Había recorrido 9,6 kilómetros y empleado un tiempo de 1:35:19.

Perfil de la carrera y ritmos del menda segun el primo Endo
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

El descenso de Pico Zapatero tenía su miga y no permitía ninguna relajación. En un principio era bastante técnico, pues aún había que salvar alguna peña de importancia. Luego se entraba en una fase de cerca de tres kilómetros complicada para los de mi nivel porque requería atención y destreza, pero creo que gozosa para aquellos que dominaran las artes de la cuesta abajo y que le echaran valor. Discurría por un estrecho y sinuoso sendero, tenía una pendiente pronunciada, había que ir muy atento a la señalización, el terreno era irregular y descarnado, había grandes piedras “agarradas” y otras más pequeñas sueltas y en muchas ocasiones atravesaba zonas de arbustos en las que te “sumergías” hasta más allá de la cintura y que impedían ver la superficie que pisabas. Por cierto, estas repetidas inmersiones en la vegetación y los roces que conllevaban en las piernas me hicieron reflexionar acerca de aquellos que había visto en la salida con mallas largas, llegando a la conclusión de que a lo mejor no las vestían para evitar el frío sino los arañazos.

Con la llegada al avituallamiento ubicado en el punto kilométrico 12,700, denominado con el sugerente nombre Fuente Cabeza del Gallo, finalizaba la parte de descenso laborioso y se tomaba una ancha pista forestal que se abandonaría unos hectómetros más tarde. La distancia entre este avituallamiento y el siguiente, aproximadamente cuatro mil metros, fue posiblemente el segmento más sencillo de toda la carrera. Con tendencia al descenso, discurría entre praderas, pinares, senderos y algún tramo de pista. A pesar de ello, las piernas comenzaban a estar pesadas y con síntomas de fatiga.

Superado el cuarto puesto de reportaje allá por el kilómetro 16,500, comenzaba con una fuerte cuesta arriba la parte más pestosa de la prueba. Viendo el perfil podría pensarse que era muy favorable, pero ya os digo yo que no. Es evidente que aquello picaba hacia abajo, no se va a equivocar la gráfica, pero en verdad os digo que lo hacia a través de un estrecho sendero en campo abierto con continuos ascensos y descensos (más largos estos últimos). Este perfil que pudiera resultar divertido y gozoso al principio de la carrera, colocado en los últimos kilómetros se hacía interminable y acababa de machacar las piernas. Yo ya tenía que ir con mucho cuidado porque había entrado en el modo “piernastontas” y me llevé un par de tropezones que a punto estuvieron de hacerme besar la tierra abulense en plan Juan Pablo II.

En una zona "cómoda" tras el descenso de Pico Zapatero (Foto: Yonhey)
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

En estas estábamos cuando por fin apareció ante nosotros allá en la próxima lejanía el Castillo de Manqueospese, hito que marcaba la cercanía a Sotalbo y por tanto a la meta. Para llegar a él aún quedaba trazar una buena V es decir, un descenso de consideración seguido de una pronunciada subida en la que tocaba volver a echar a andar por última vez.

El de Manqueospese (no confundir con el de Manquepierda que eso es un vivaelbetis y no un castillo), se sitúa en una posición privilegiada en uno de los escalones rocosos de la Sierra de Paramera desde el que dicen que pueden divisarse las murallas de Ávila. En torno a esta bella construcción se cuentan algunas leyendas. La más conocida es la de Don Raimundo y su amada Doña Guiomar, según la cual el padre de ésta prohibió que la pareja continuase con amoríos y ordenó encerrar a su hija en la torre del palacio de los Dávila, ubicado junto a la muralla de Ávila en las cercanías del Rastro. Ante tal medida parece ser que Don Raimundo exclamó la veré manqueospese”, ordenando levantar el castillo desde el cual afirma la tradición que se seguía comunicando a distancia con su querida Doña Guiomar.

El caso es que aunque eché un par de miradas en plan Don Raimundo, no sé si sería la falta de oxigeno o de riego o simplemente que estoy perdiendo vista, pero yo no logré distinguir la ciudad amurallada en lontananza. Así las cosas, enfilé con más pena que gloria pero con mucho cuidado el último y vertiginoso descenso de alrededor de kilómetro y medio que conducía hasta la meta, donde llegué bastante agotado en 2:49:50 (posición 68 de los 116 llegados).

Allí la organización tenía dispuesta una gran mesa con una amplia gama de alimentos y bebidas: agua, isotónicos, refrescos, frutas, frutos secos, gominolas, bollitos salados, etc.. Este último avituallamiento se sumaba a los otro cinco ubicados a lo largo de la prueba en los que se ofrecía agua, bebida isotónica y frutas (plátano y naranja). Además tras la finalización de la carrera se ofreció una comida de la que no os puedo dar referencias porque no me quedé. Más allá de los avituallamientos y el banquete final, en los resto de los aspectos (señalización del recorrido, voluntarios, información…) los organizadores cumplieron con muy buena nota.

En resumen, una carrera bastante exigente, variada, divertida, de bonitos paisajes, bien organizada, con un número de participantes adecuado y muy, muy recomendable.

Perfil ofrecido por la organización, posiblemente más fiel que el de Endo

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*

Que sepáis que aunque de algunas carreras no haga la crónica correspondiente, sigo corriendo, así es que a lo mejor nos encontramos por algún rincón de España dándole a las piernas. Espero que con la llegada del verano pueda sacar algo más de tiempo y que la cabeza recobre las ganas y la frescura para darle vidilla al blog.

Sed buenos.

*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*