domingo, 8 de febrero de 2009

Cowboy de medianoche


Comienza aquí la crónica de mi participación en la I Cow Parade Race. El día elegido para llevarla a cabo fue el domingo uno de febrero, en una mañana marcada por la continua lluvia y el frío. A pesar de ello disfruté como un enano y me sirvió para completar mi tirada larga de la semana. Dado que la historia me ha quedado un pelín larga, he decidido marcarme una trilogía vacuna. He aquí la primera entrega.

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Son las 7:00 A.M. El despertador suena inmisericorde. Me levanto y voy hasta la cocina. Abro la ventana para comprobar con desilusión que está lloviendo y hace bastante frío. “¡Qué carajo, no soy un azucarillo, no me voy a deshacer! " pienso para mis adentros. Ahora o nunca. Me echo al cuerpo unas galletas y un par de vasos de agua. En la bolsa negra con el anagrama del Maratón de Donostia (aquella que me dieron por mi participación en la edición del 2004 y que endosé a mi hermana, a quien he tenido que pedírsela prestada), meto la cámara de fotos, el móvil, la botella de 500 ml de Powerade y un billete de metro por si las moscas. Me embuto en las mallas largas, me calzo las Asics 1120, me pongo el cortavientos impermeable y la gorra, me cuelgo a la espalda la bolsa y…¡A la puta calle! (Antúnez dixit).

He decidido seguir el recorrido propuesto por la organización, por lo que me encuentro en plena Plaza de Manuel Becerra. Todavía es de noche, sigue lloviendo y en la marquesina de los autobuses el termómetro marca 3º centígrados. A las 7:35 A.M aproximadamente comienza oficialmente mi participación en la I Cow Parade Race. La primera foto es con Puntual, la elegante vaca que luce en su cuerpo tatuado los relojes que marcan los horarios de las principales ciudades del mundo. Sus dos compañeras de plaza, Caty y Flowercow duermen. La primera parte del recorrido es favorable, lo que agradezco sobremanera pues, debido al poco tiempo transcurrido desde mi despertar hasta el comienzo de la prueba, los músculos todavía no se han desperezado. Un pequeño tramo por Doctor Esquerdo, giro a la derecha para tomar Goya Street y, después de parar en la Plaza de Felipe II para tomar un primer plano de la Vaca Sofá (la II creo), sigo por las perpendiculares Narvaez y O’Donell. Las calles están desiertas y el tráfico es prácticamente inexistente, tanto que puedo cruzar la calzada por donde me viene en gana.

Al llegar a Menéndez Pelayo la cosa parece animarse. Casi en la primera esquina un coche toca el claxon y al llegar a mi altura disminuye la marcha. Bajan la ventanilla y el conductor grita algo mientras la mujer copiloto ríe con ganas. No entiendo lo que ha voceado pero supongo que se trata de alguien muuuuuuuuuy simpático que me saluda. Levanto el brazo en contestación a su cortesía y le echo una media sonrisa mientras sigo corriendo. Un poco más abajo, una señora de unos cincuenta y pico que viste un abrigo de pieles viene hablando sola. Al cruzarnos me sonríe y me desea un buen día. “Buenos días” la respondo no sin cierta sorpresa por lo agradable y educada que está la gente esta mañana.


En la confluencia con la C/ Ibiza me esperan recién levantadas Expresionista, Vida y Ramona. Beso y foto con la segunda y carretera y manta. La cuesta abajo se nota y mi ritmo se acelera. Antes de llegar a Mariano de Cavia me cruzo con dos corredoras madrugadoras camino de El Retiro. Ya en la plaza que lleva el nombre del famoso periodista de finales del s.XIX y principios del s.XX, departo unos segundos con Zultima. Me deja hacerla una foto, pero siempre que sea de su perfil derecho, “su lado bueno” afirma entre mugijadas (carcajadas de vaca). La lluvia aprieta y noto frio en la espalda. Hacer las fotos me está llevando mucho tiempo, pues no siempre acierto a la primera, y me estoy quedando frio. Además el flash y la cercanía entre cámara y retratados (un brazo) no son buena mezcla, por lo que decido que hasta que no abra el día probaré a hacer las fotos con el móvil.

Camino de la Plaza de Carlos V paso por la puerta del colegio Virgen de Atocha. Allí hay un grupo de adolescentes con algún que otro padre y varios coches en doble fila. Dos de los jóvenes van en pantalón corto, para ser exacto con pantalones cortos de baloncesto. Sé con seguridad que pertenecen a uno de los equipos del colegio y que han quedado allí para desplazarse en grupo hasta la cancha donde tengan que jugar esta mañana lluviosa (siempre que sea cubierta porque si no me temo que el partido será suspendido). Lo sé porque en un tiempo yo fui uno de aquellos jóvenes. Durante cinco años (o a lo mejor seis) jugué en el Virgen de Atocha, aunque nunca estudie allí. De eso hace…¡veinte años! ¡Joder, veinte años ya! En fin, “tempus fugit” que dice en lo relojes. Continuo mi camino tarareando para mis adentros “sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras…”

Alcanzo ya la Glorieta de Atocha. En la confluencia con la Cuesta de Moyano, otras cinco reses perfectamente alineadas en paralelo aguantan estoicamente la lluvia mientras ven pasar el escaso tráfico de una temprana mañana de domingo. Saco rápido el móvil de la bolsa empapada y aprieto la tecla a bote pronto. En primer término Tulip Cow y yo, y un poco más atrás la testuz de ¡Vaya Typo! Teléfono a la saca y a continuar carrera.


El saliente de la parte nueva del Museo Reina Sofía me permite recorrer unos metros sin mojarme. Empieza a verse a personas, hombres en su totalidad, con cara de sueño paseando al perro para su micción y deposición mañanera (la del perro, no la del dueño). Otros, sin can, tratan de proteger de la lluvia el diario recién comprado. La entrada en subida a la C/ Argumosa desde la Ronda de Valencia, me trae a la mente los calurosos recuerdos del Trofeo de San Lorenzo a celebrar el último fin de semana de Julio y con final en esta castiza calle. La idea de volver a participar este año ocupa mi cabeza hasta que en la Plaza de Lavapiés las alegres y coloridas Albertina Pinturina y Mu me dan la bienvenida con un ligero movimiento de rabo.

Albertina Pinturina es una vaca de gran colorido aunque su cabeza gacha le da un cierto aire melancólico. Me explica con angustia como cuando pasaba su segunda noche en Lavapiés, fue secuestrada por un grupo de jóvenes que la llevaron en volandas más de un kilometro y la subieron hasta un quinto piso sin ascensor. Fue rescatada gracias al chivatazo de uno de los vecinos de los secuestradores. Afirma que no fue agredida sexualmente y que está superando el Síndrome de Estocolmo a base de pastillas. Las deseo lo mejor y continuo mi camino.

La subida de la C/ Olivar es la más dura y la que mejor recuerdo me deja. Se trata de una vía estrecha, adoquinada e iluminada con farolas salientes de ambas fachadas. La luz se refleja en el suelo mojado y el agua de la lluvia se escurre cuesta abajo. El sonido de las gotas, de mis pisadas y de mi entrecortada respiración ponen la banda sonora. El ascenso culmina en la Plaza de Santa Ana donde unos operarios del servicio de limpieza enchufan con una manguera a presión los restos de la juerga nocturna. Entre que la lluvia aprieta y que tengo miedo de acabar regado al estilo “aquí no llega la manga riega” me medio hago la foto de rigor con Love y Ruskycow y salgo pitando C/ del Prado abajo.

Miro el reloj y veo que el tiempo empleado hasta el momento está bastante por encima del previsto, de forma que aprovecho lo favorable del terreno para acelerar al mismo tiempo que decido reducir el tiempo a emplear en tirar las fotos en los próximos puntos de paso. Dicho y hecho, en la Plaza de Neptuno, dios del agua y de los mares y atlético empedernido, me hago la foto casi a la carrera con Cuatro Estaciones y ya en Alfonso XII tengo un cara a cara visto y no visto con The Forest

Continuara...

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Enlaces de interes:

Cow Parade Race: La idea primigenia
Cow Parade Race: El reglamento
Cow Parade Race: Recorrido recomendado
http://www.cowparade.com/
http://www.cowparademadrid.com/


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