viernes, 23 de octubre de 2009

Salir en los papeles

Ya lo decía mi madre: “Como sigas con estas chorradas un día vas a salir en los periódicos”. Pues lo conseguí. Como podéis comprobar aparezco en segundo plano en una fotografía publicada el pasado doce de octubre en EL DIA DE GUADALAJARA. La instantánea fue tomada durante la celebración de la XI Media Maratón de Marchamalo. En ella, el verdadero protagonista es Sideuvol, el corredor de blanco que empuja el carrito. Yo sólo soy un secundario que llegando desde atrás se cuela de refilón y por los pelos en la imagen. Aún así me ha hecho ilusión.

Que conste que esto es sólo el principio. ¡De aquí a la portada del Time no hay más que un paso!

Nota: Mi agradecimiento a Sideuvol por hacerme llegar la imagen.
Nota 2: La foto, según indica la propia publicación, es obra de Alba González.

Saludos

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lunes, 19 de octubre de 2009

Sin camisetas no hay paraiso

Parodiando el título de la exitosa serie de la televisión de la que, dicho sea de paso, no he visto ningún capítulo, en esto del correr lo de “Sin camisetas no hay paraíso” es una máxima como la copa de un pino.

Rara es la carrera en la que no endilgan una camisola que por lo general suele cumplir tres condiciones básicas, a saber: 1) Dicen ser de tejido …¿técnico? Si por “técnico” entendemos que no transpiran un pimiento, que sudas aun más que con las clásicas de algodón, y que huelen que apestan al ratito de ponértelas, efectivamente hay que reconocer que son técnicas, muy técnicas, 2) Son de colores chillones, predominando el verde y el naranja en sus tonalidades más cantosas y fosforescentes y 3) Rara vez son de tu talla. Da igual que seas alto o bajo, gordo o delgado, rubio o moreno, ancho de hombros o enjuto… la camiseta te quedará ancha, estrecha, larga o corta pero casi nunca bien.

Posiblemente porque las camisetas obtenidas como premio por finalizar las carreras no son de mi agrado o quizá porque soy un “fashion victim” de estas prendas que cubren mi tronco en las sesiones correriles, a las antes mencionadas he de sumar las que adquiero de motu propio cada vez que salgo de compras a unos grandes almacenes o a uno de los cada vez más abundantes factories.


¿Que a qué viene todo esto? Muy sencillo, os lo voy a explicar. Este fin de semana, teniendo en cuenta la (creo) bajada definitiva de las temperaturas y que un servidor es tirando a friolero, he decidido realizar el cambio de temporada en mi armario guardando las prendas de verano y sacando las de otoño e invierno. Pues bien, al recoger las camisetas de correr que uso cuando el clima es benigno, me ha dado por ponerme a contarlas y ¿sabéis cuantas me han salido? ¡58 camisetas! Ni diez, ni veinte, ni treinta ¡58!¡Y eso sólo contando las llamadas técnicas y dejando las de algodón a un lado!

Esto no es más que la constatación de que en mi armario se ha instalado un bipartidismo extremista. La mitad está ocupado por los trajes, camisas y corbatas que uso en mis largas horas laborales y la otra mitad por ropa deportiva con la que me travisto por las tardes-noches y los fines de semana para hacer de atleta popular trastornado. Sólo queda un pequeño rincón, un reducto mínimo entre los dos partidos mayoritarios reservado a un par de vaqueros y unos pocos jerseys que uso para mi escasa vida social.

Y os reiréis, pero el ser propietario de tantas camisetas es estresante ¡No os podéis hacer una idea de lo que es elegir con que camiseta participar en la carrera del domingo! Los sábados por la noche me los paso delante del espejo probándome posibles equipaciones, buscando la mejor combinación de colores y formas entre camiseta, pantalones y calcetines, considerando si para la media maratón será mejor la de tirantes u otra más cerradita y ajustada que me rozará menos…¡un sin vivir os lo juro, un sin vivir!


Lo dicho, que si es cierto eso de que “Sin camisetas no hay paraíso” yo puedo estar tranquilísimo, pues con todas las que tengo debo tener reservado un peazo sitio a la derecha de Dios Padre.

Saludos


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lunes, 12 de octubre de 2009

Tirando de "vida interior"

Quemando ya los últimos cartuchos de la primera temporada de “Un país en la mochila”, hoy tocaba visitar la provincia de Guadalajara para participar en el XI Medio Maratón de Marchamalo. A apenas sesenta kilómetros de Madrid y con el buen tiempo que todavía nos acompaña, se presentaba como una forma ideal de probar el estado de forma de cara al próximo Maratón Popular de Castilla la Mancha a disputar dentro de apenas quince días. Esta ha sido mi visión de la carrera.
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El Medio Maratón de Marchamalo puede incluirse dentro de la categoría de “carreras sin encanto”. A lo mejor es que vengo con el listón muy alto por lo gratamente que me han sorprendido las carreras veraniegas celebradas en localidades pequeñas, pero es que la de hoy ha carecido, a mi modo de ver, de cualquier atractivo.

La carrera consistía a grandes rasgos en dar dos vueltas a un pequeño circuito (algo más de dos kilómetros) por la localidad de Marchamalo, tomar carretera y manta dirección Cabanillas del Campo, recorrer en un pa’ca pa’lla otra vez pa’ca y otra vez pa’lla las calles sin personalidad, vacías e iguales de la urbanización de chalets aneja al pueblo, volver de nuevo dirección Marchamalo por la misma carretera que habíamos venido y dar un último garbeo por las vías del pueblo antes de cruzar la línea de meta.

Teniendo en cuenta que Marchamalo es un pueblo sin centro histórico propiamente dicho, que Cabanillas, aun teniéndolo (o eso parecía atisbarse en lontananza, donde se dibujaba la silueta de una erguida iglesia) no lo mostró, que la animación fue prácticamente nula salvo en un par de puntos señalados, que debido al bajo número de participantes lo normal era correr casi toda la prueba en tierra de nadie y que el paisaje alternaba la tierra yerma, sin vegetación, con las obras de urbanización que durante aproximadamente dos kilómetros a la ida y dos a la vuelta se extendían en el acceso a Cabanillas, os podéis hacer a la idea de lo mentalmente dura que se hacía la media. Hubo que tirar de radio o MP3, de la "vida interior" que todo corredor de fondo cultiva regularmente o de entretenimientos varios (en mi caso, subirme durante un buen tramo a la continua línea azul que indicaba el camino) para hacer más llevadero el paso de los kilómetros.


A pesar de este inicio de crónica un tanto negativo, he de decir que el resto de los factores que han rodeado la carrera pueden considerarse como favorables. Así, esta media maratón tiene un perfil muy llano, sin ningún desnivel de relevancia ni por su pendiente ni su longitud. Este hecho, que si bien la hace más aburrida bajo mi punto de vista, también la convierte en una buena plaza para intentar asaltar la marca personal en la distancia. El único inconveniente para este fin es que, debido a lo desprotegido del trazado, es fácil que el viento pueda hacer su aparición en el tramo de carretera que une las dos localidades (como ha ocurrido hoy entre los kilómetros quince y dieciocho).

La organización ha estado muy bien. El dorsal se ha recogido en el local del Ayuntamiento marchamalero sin esperas relevantes. Los numerosos cruces han estado siempre vigilados por voluntarios y por policías que han regulado el tráfico sin ninguna incidencia. A pesar de la ausencia de chip, las clasificaciones y los tiempos oficiales se han facilitado por distintos medios rápidamente. Los obsequios a los participantes han sido abundantes: una bandolera, una camiseta de tejido “técnico”, dos tarritos de miel de la zona, yogures, fruta, lata de refresco, bebida isotónica y ….¡una cajita de bizcochos borrachos que estaban para chuparse los dedos!

Por cierto, no quiero olvidarme de comentar una circunstancia que pone bien a las claras la gravedad de la crisis económica que vivimos y que tira por tierra la teoría de los brotes verdes de la Ministra de Economía Elena Salgado. Me refiero a la actitud de esos corredores que, en ausencia de bolsas, se las han ingeniado para con cualquier material que tenían a su alcance, elaborar habilidosamente un recipiente en el que hacer acopio de las bebidas, refrescos, yogures o frutas que se ofrecían en meta. Espero que esa falta de solidaridad con los participantes que aún quedaban por llegar esté justificada por cubrir la extrema necesidad que pasan sus familias.

En lo estrictamente deportivo decir que el ganador en hombres ha sido James Moiben con 1:08:49, mientras en féminas se ha impuesto Rosa María Teresi con 1:21:25. Yo he conseguido bajar por primera vez este año de los noventa y ocho minutos y he alcanzado con esta las sesenta participaciones en la distancia.

En conclusión, carrera bien organizada, interesante para quien quiera intentar conseguir una buena marca y sin apenas atractivo para aquellos que quieran disfrutar del ambiente, del paisaje o del entorno correril.

¡Hasta la próxima!

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jueves, 8 de octubre de 2009

Retando a Gebre: una paradoja

Supongamos que reto a Gebreselassie (Gebre para los amigos) a correr un maratón. Dado que él es el recordman actual de la distancia y yo un mero aficionado, le propongo que para igualar un poco las fuerzas me deje una ventaja de cien metros. Él, que es un tío muy majete, acepta mi petición rápidamente y sin ninguna objeción. ¿Por quién apostaríais? ¿Tendría yo alguna posibilidad de ganar la carrera? Creo que sólo mi colega Zenón confiaría ciegamente en mí.

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Ya estamos preparados. Gebre está en la línea de salida y yo estoy cien metros por delante. Suena el disparo. El etíope de la eterna sonrisa alcanza en sólo unos segundos el punto en que yo empecé la carrera, pero naturalmente ya no estoy allí porque, aunque más lentamente, también he avanzado. Su siguiente objetivo es llegar al nuevo punto en que me encuentro. Sin desanimarse pues aún queda mucha carrera, sigue corriendo. Sin embargo, cuando alcanza ese nueva referencia mi menda ya no está pues también he continuado corriendo.

Por más que el menudo Gebre logre llegar una y otra vez al lugar en el que yo me encontrara anteriormente, nunca me alcanzará (aunque se acerque mucho, muchísimo, muchisísimo). De esta forma, me bastaría con no pararme en toda la carrera para salir triunfante y derrotar al gran Gebre en su distancia.

Esta no es más que una de las famosas paradojas formuladas por el filósofo del siglo I A.C. Zenón de Elea. Con ellas intentó demostrar la inexistencia del movimiento. Volveré sobre él en futuras entradas.

Saludos paradójicos.

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viernes, 2 de octubre de 2009

De la torre al otero, caballeros y herreros

Viendo que el buen tiempo se prolonga, le he añadido una fina chaquetilla al disfraz de Labordeta y he decido alargar mi primera temporada de “Un país en la mochila”. Si la semana pasada fue Valladolid y su medio maratón, esta vez tocaba volver a tierras segovianas para estrenarme en la Carrera por la Cañada Soriano Occidental de Otero de los Herreros.

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1. Introducción histórica

Como ya es costumbre, y como sabrán los seguidores de este blog (si es que hay alguno), comenzaré está crónica con una pequeña introducción etimológica-histórica.

Parece ser que la población de Otero de los Herreros tiene su origen en la época romana. Su nombre original fue Ferreros, denominación que le vino dada porque sus habitantes ejercían la profesión de herreros. Se cree que en aquellos lejanos tiempos ya se extraían y fundían metales, como demuestran los rastros aún existentes de hornos de fundición, pozos, galerías de desagüe y un gran escorial.

A finales del siglo XV el antiguo pueblo, ubicado en un valle húmedo y sombrío, fue abandonado por las condiciones insalubres que presentaba, situándose la nueva población en un otero o cerro aislado que domina el llano. A raíz de este cambio de ubicación surgió el nuevo nombre que aún perdura hasta nuestros días de Otero de los Herreros.

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2. Ficha pseudotécnica

En principio la carrera no entraba en mis planes. La idea inicial era haber participado en el Medio Maratón de Babilafuente, pero un error informativo en la página de la revista Runners hizo que dejara pasar sin quererlo el plazo de inscripción. Tocó entonces buscar una sustituta con urgencia y…¡tachán! allí estaba la Carrera por la Cañada Real Soriano Occidental. Era una oportunidad pintiparada para sacarme la espinita que me dejó la Carrera del Esquileo un mes antes ¡Y me la saqué, vaya si me la saqué! (la espinita, por supuesto). ¡Disfruté como un enano!


La prueba alcanzaba este año su quinta edición y estaba integrada en el V Circuito de Carreras Pedestres Provincia de Segovia junto con las de Torrecaballeros, Palazuelos de Eresma y Sebulcor. Sobre una distancia de 13.500 metros y con una participación de alrededor de doscientos corredores y unos veinticinco senderistas, se realizó por los cordeles y coladas de la Cañada Soriana Occidental. La salida y la meta estaban inicialmente anunciadas en la Plaza del Ayuntamiento, pero tuvieron que ser trasladadas a las afueras del pueblo. La razón fueron las obras de reforma que los otereños están llevando a cabo en ella gracias a los fondos del Plan E.

La organización fue muy correcta, señalizando visiblemente el recorrido, estableciendo dos puntos de avituallamiento durante la carrera y otro en meta y, a pesar de la ausencia de chips, facilitando rápidamente una clasificación con los tiempos muy ajustados a los reales. Además completaron y adornaron el evento con carreras para niños y sorteos de premios.

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3. Otero de los Herreros versus Torrecaballeros

Si comparo las dos pruebas del Circuito de Carreras Pedestres de Segovia en las que he participado, llegó a la conclusión de que tratándose de dos carreras muy parecidas, prácticamente sobre la misma distancia, con una participación similar y transcurriendo ambas por cañadas, provocaron en mí sensaciones muy distintas. Mientras que en la Carrera por la Cañada Real Soriana Occidental disfruté de principio a fin, en la del Esquileo sufrí lo que no está en los escritos, aunque gracias a la vena sadomaso que tenemos todos los corredores la guardo en el recuerdo con mucho orgullo y satisfacción (el Rey dixit).

¿Qué factores provocaron estas sensaciones tan dispares? El primero, sin lugar a dudas, la temperatura. El domingo la temperatura no sobrepasó los veintipocos grados. El día, soleado y con una ligera brisa casi imperceptible, era ideal para correr. Nada que ver con los cerca de cuarenta grados que nos fustigaron durante la celebración de la Carrera del Esquileo.

Otro aspecto importante fue el estar preparado para lo que me esperaba. No había participado en ninguna de las cuatro ediciones anteriores de esta prueba ni conocía el recorrido, pero después de la experiencia de Torrecaballeros llegaba yo con ciertas precauciones. ¡De algo había de servir haber pagado la novatada! Bueno, pues con todo y con eso, estuve a punto de cagarla por confiarme. La suave bajada, el buen piso y la anchura del camino por el que tenían lugar los primeros kilómetros, me hicieron dejarme llevar y pensar que toda la carrera sería similar. Pues no. El desvío a la derecha a la altura del kilómetro cinco daba paso a la dura pero bonita realidad. Vamos, que por un pelo no convertí la carrera de Otero de los Herreros en la de “Otero de los Errores” o peor aún, en la de “Otero de los Horrores”.


El tercer factor fue la belleza y lo variado del recorrido. Hubo caminos anchos de firme aceptablemente regular, aunque sembrados de piedras y adornados con surcos. Recorrimos también sendas estrechas, con suelos de tierra casi arenosa y seca, rodeadas de árboles y arbustos altos por las que sólo era posible transitar en fila de a uno. Cruzamos una preciosa dehesa con un paisaje que alternaba árboles y rocas. Sufrimos con subidas y bajadas por pendientes escarpadas en las que no existía un camino definido y cada uno inventaba el que más le convenía. Atravesamos extensos secarrales de color oro pálido. En resumen, un recorrido duro y exigente para los que estamos acostumbrados al asfalto, pero hecho con mucho gusto para enganchar a los que nos estamos iniciando en esta clase de carreras.

Una última causa pudiera ser que la prueba se celebró por la mañana, por lo que no tuve la posibilidad de meterme entre pecho y espalda ese plato de Judías de La Granja que si degusté unas pocas horas antes de la Carrera del Esquileo. Quieras que no, esta vez iba más ligerito, lo que sin duda me ayudo a superar las cuestas con mayor solvencia.

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4. ¿Hasta cuando la serie?

Como decía al principio, la temporada de “Un país en la mochila” tiene visos, si todo va bien, de seguir prolongándose. Me da mucha pereza volver al asfalto madrileño, así es que el plan previsto pasa por una boda en Sigüenza este fin de semana, el medio Maratón de Marchamalo al siguiente y el Maratón de Castilla la Mancha a finales de octubre. Veremos si todo va bien y las previsiones se cumplen. ¡Crucemos los dedos!

Nota: Como casi siempre, tomé fotos durante y al final de la carrera. Además de las que ilustran esta entrada podéis ver más AQUÍ

¡Sleep Bye!

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