martes, 22 de septiembre de 2009

XXI Medio Maratón Ciudad de Valladolid

Había corrido ya el Medio Maratón Ciudad de Valladolid con anterioridad. Fue en 2006, edición que sirvió para homenajear en su retirada al atleta nacido en Palencia aunque afincado en Valladolid Isaac Viciosa. Entre los compañeros que se dieron cita para acompañarle ese día, estaba la también atleta palentina Marta Domínguez. Me acuerdo de ella porque, una vez iniciada la prueba, la campeonísima y otra chica que la acompañaba (a la que yo no reconocí) permanecieron en la acera animando durante toda la carrera. Daba igual que fueras de los primeros, del montón o de los últimos. Con una sonrisa en la boca aplaudían y repartían ánimos para todos los participantes. Quizá sea una chorrada pero es un gesto que me llamó la atención y que, junto con otros que he ido viendo a lo largo de su exitosa carrera deportiva y leyendo o escuchando en entrevistas, dice mucho y bueno acerca de su forma de ser.

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Creo no equivocarme si afirmo que el Medio Maratón Ciudad de Valladolid es una de las carreras que ha de figurar sin falta en el currículo de un corredor popular que guste de estas distancias. Lo tiene prácticamente todo: buena organización, perfil llano idóneo para alcanzar una buena marca, recorrido céntrico y animado, buena temperatura, un número de participantes considerable pero no excesivo y, para los que vamos de fuera, la posibilidad de compatibilizar deporte y turismo. Posiblemente sean todos estos factores los que hayan hecho posible que, a lo largo de su historia, esta prueba haya albergado el Campeonato del Mundo de Veteranos (2000), el Campeonato de Europa Absoluto (1995) y el Campeonato de España Absoluto.

La organización del XXI Medio Maratón Ciudad de Valladolid corrió a cargo del C.D. Atletas Populares con el patrocinio del Ayuntamiento de la ciudad y, este año, también con el de El Corte Inglés. He de confesar que esto último me provocaba un ligero temor de que la carrera estuviera mercantilizada en exceso, como ocurre en muchas de las que tiene lugar en los madriles, pero afortunadamente no fue así. De cara a los corredores la presencia de los grandes almacenes sólo fue visible en la posibilidad de la recogida del dorsal el día antes en sus instalaciones, en la impresión de su logotipo en el dorsal y en las bolsas que servían de recipiente a los obsequios para los participantes.

Todo funcionó perfectamente. La entrega del dorsal y el chip a los rezagados y foráneos (se podía recoger el día antes) se hizo sin esperas reseñables, hubo alfombrillas lectoras en la salida y la llegada para poder disponer de tiempos netos, la medición estaba homologada, se instalaron avituallamientos cada 2.500 metros y en la zona de meta el ejercito levantó varias tiendas de campaña que hicieron las veces de ropero, duchas y vestuarios. Como curiosidad y acierto, mencionar que entre el contenido de la bolsa del corredor podían encontrarse empaquetados para la ocasión dos saquitos de medio kilo de lentejas y garbanzos producto de la tierra (de Salamanca concretamente).

El recorrido consistía en dar una primera vuelta de cinco kilómetros y luego otras dos un poco más amplias sobre un circuito de alrededor de ocho mil metros. Se consigue así que la carrera discurra en su totalidad por calles céntricas de la ciudad, que la afluencia de público sea mayor y que, en consecuencia, exista más animación. Con respecto al trazado que yo conocí hace tres años, había algunas diferencias. Las más significativa es que la llegada ya no se realiza en la Plaza Mayor sino en la acera de Recoletos, lo que supone una pérdida de “encanto” en favor de un mayor espacio y comodidad.

Por poner alguna pega y tocar un poco las narices, lo que me resultó mejorable fue la “S” final que debía hacerse para acabar la carrera. ¡Parecía que la meta estaba allí mismo, pero el esfuerzo se prolongaba y el final no llegaba nunca!

Lo que se mantiene sin alteraciones es el perfil llano, llanito, llano de la prueba. Cierto es que a mí me divierte más que existan cuestas, pero he de reconocer que de vez en cuando se agradece la ausencia de pendientes. Por esta razón el medio maratón vallisoletano es una carrera idónea para conseguir buenas marcas en la distancia, más aun cuando la época del año en que se celebra suele conllevar unas condiciones meteorológicas y de temperatura muy favorables para la consecución de ese logro.

En estos tres años de diferencia entre mis participaciones también se ha notado un importante incremento del número de llegados a meta: si en 2006 apenas superamos los ochocientos corredores, el domingo fuimos más de mil cuatrocientos los que cruzamos la línea de llegada. En principio las calles por las que transita la carrera son lo suficientemente amplias para absorber este número de participantes e incluso unos pocos más (salvo algunos tramos contados donde sería necesario habilitar al menos otro carril), pero desde mi punto de vista si se quiere mantener el carácter de la carrera no deberían de exceder de dos mil el número de posibles inscripciones.

La espina que me queda clavada es no haber podido disfrutar más de la ciudad. Las dos veces, aun teniendo la intención de pasar el día allí, al final se han torcido las cosas y no ha podido ser. He tenido que madrugar, meterme más de doscientos kilómetros en coche, correr y desandar (o mas propiamente, “desconducir” ) los más de doscientos kilómetros para volver a casa a comer. Sólo he podido ver lo que el recorrido de la prueba me ha permitido. Espero solucionar este aspecto en próximas visitas.

Por último, llamar la atención sobre los “corredores recortadores” que se engañan a si mismos subiéndose por las aceras en las esquinas y que abundaron por las calles vallisoletanas. En este sentido, enviar desde aquí un fuerte abrazo a ese que en los últimos cinco mil metros aguantó mi ritmo a base de recortes y al que en un alarde de rabia (que uno también tiene su amor propio) adelanté y descolgué en la penúltima recta. Sin rencor, que conste.

Si todavía no lo habéis hecho, yo que vosotros me apuntaba en la agenda este medio maratón.

Un saludo

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jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Corredor o lesbiana?

Un amigo mío, después de correr el MAPOMA, volvía a su casa en metro. Iba todavía “vestido de romano”: pantalones de deporte, zapatillas de correr, camiseta y mochila apoyada en suelo y colocada entre las piernas. En una de las estaciones del trayecto, el sitio de su derecha quedó vacío y fue ocupado por una joven de buen ver. Tras unos minutos, la chica se volvió hacia mi amigo y le preguntó:

-¿Es usted un corredor de verdad?

Mi amigo quedó sorprendido por la pregunta, pero no queriendo parecer un sieso maleducado respondió:

-Bueno, llevo más de una década corriendo cuatro o cinco días por semana, formo parte de un club de atletismo y participo regularmente en carreras populares, así es que supongo que sí, que soy un corredor de verdad.

-¡Aja!-dijo la chica con una sonrisa de satisfacción- me lo imaginaba. Yo soy lesbiana. ¡Me paso todo el día pensando en mujeres! Me levanto y pienso en mujeres. En el trabajo estoy todo el rato imaginándome mujeres. Y por la noche cuando llegó a casa, sigo pensando en mujeres. Rubias, morenas, pelirrojas… me da igual. No me las puedo sacar de la cabeza. Bueno me bajo en esta parada. ¡Adiós!

Os podéis imaginar la cara de mi colega cuando la joven abandonó el vagón. Aún le duraba la sorpresa cuando el metro alcanzó la siguiente parada y el asiento en el que se había sentado la joven lesbiana fue ocupado por una madre acompañada de su hija. Al ver a mi amigo la madre le dijo a la hija:

-¡Mira un corredor de verdad!

Mi amiguete se dirigió a ella y le dijo:

-Eso mismo pensaba yo, pero acabo de descubrir que soy una lesbiana.

Pues eso.


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lunes, 14 de septiembre de 2009

Pero ¿Cual de todas era la del Tirón?


La pregunta que da título a esta entrada es la que se le ocurre a un pardillete como yo, desconocedor del callejero y orografía de San Agustín de Guadalix, y debutante en la Carrera Popular Cuesta del Tirón.

Uno esperaba que la denominación de la carrera tuviera su origen en que hubiera de subirse una cuesta que marcara y diera carácter a la prueba. ¡Qué va! No hay una cuesta que identifiques como “la principal”, que digas “esta es la del Tirón”. No. Es que los diez kilómetros de que consta la competición son una sucesión de desniveles, no muy largos en su mayoría, pero si con pendientes muy acusadas. Así es que te pasas toda la carrera comiéndote la cabeza “¿Será esta la famosa cuesta?” “Pues no debía ser la anterior, porque esta de ahora es todavía más dura…”Va a ser esta que es más empinada y más céntrica…” En definitiva, que el perfil es muy exigente, más aun si se tiene en cuenta que muchos de los participantes están en estas fechas en plena pretemporada, retomando los entrenos después de disfrutar de las vacaciones veraniegas.

Pero quizá este aspecto con el que he abierto mi crónica de la XIX Carrera Popular Cuesta del Tirón fue el menos relevante de la fiesta atlética vivida ayer en la localidad madrileña. Lo principal y más reseñable fue el ambiente que desde primeras horas de la mañana se respiró en el Polideportivo Municipal, donde entre las 9:30 y hasta las 11:00 se celebraron seis carreras, cinco de ellas para los niños con edades comprendidas entre los dos y los catorce años. Fue muy divertido y emocionante poder ver correr por la pista de atletismo a ilusionados, esforzados y felices “micos” que no levantaban más de tres palmos del suelo.

Además la gente de San Agustín de Guadalix se volcó en el evento, llenando primero el polideportivo en las carreras de los pequeños y, más tarde, también las calles céntricas de la localidad por las que transcurrió la carrera de la categoría absoluta que ponía punto final a la matinal atlética popular.


Y reseñados el perfil y el ambiente, decir que el resto de lo que se le puede pedir a una carrera, fue sobresaliente: el volumen de participantes fue el adecuado (creo que alrededor de 600), el dorsal se recogió sin esperas, el cronometraje se realizó con el sistema de chip existiendo alfombrillas lectoras tanto en la línea de salida como en la de meta, en todos los cruces de calles había agentes de policía o protección civil, existieron avituallamientos líquidos de agua y bebida isotónica en mitad y al final de la carrera, se obsequió a todos los que completaron la prueba con una bolsa del corredor que contenía una pieza de fruta, una gorra y una medalla, se sortearon alrededor de cien premios de 10 euros y hubo un servicio de masaje. Y lo que más llama la atención es que todo esto fue GRATUITO. Si, habéis leído bien, todo “por la patilla”. Con los tiempos que corren en los que por un algunos diez miles madrileños ya piden más de quince eurazos, va el Ayuntamiento de San Agustín de Guadalix y monta uno en el que no hay que pagar ni un pavo. ¡Para quitarse el sombrero!

En definitiva, que el participar en la Carrera Popular Cuesta del Tirón no es más que una excusa para disfrutar de una esplendida mañana deportiva en familia. Mi agradecimiento y reconocimiento para los habitantes de San Agustín por volcarse animando a los corredores y al Ayuntamiento por organizarla.

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Notas varias:

1) Me encontré mejor de lo que pensaba, pues sin esforzarme a tope y a pesar de la dureza del recorrido acabé sólo unos segundos por encima de los 45 minutos y con buenas sensaciones. A lo mejor tuvo que ver el que esta vez no corriera con la cámara y no me parara a hacer fotos…

2) Lo de no hacer fotos no fue problema pues podéis ver un fenomenal reportaje gráfico en el álbum de Gebrelayos. De ahí es de donde están robadas las dos fotos que ilustran esta crónica. Aprovecho para darle las gracias y desearle que se recupere pronto de su lesión.

3) La carrera me permitió rencontrarme con viejos amigos. ¡Qué os salga todo muy bien en la Roncesvalles-Zubiri!

4) Para Cuesta del Tirón la vuelta al curro de esta mañana después de tres semanas de vacaciones ¡Lástima de primitiva!

Hasta la próxima

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