domingo, 23 de septiembre de 2012

XXVI Carrera por Montaña "Las Dehesas"

A punto de iniciar el descenso de Marichiva. (Foto: Organización)
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El domingo pasado completé la XXVI Carrera por Montaña “Las Dehesas”. Era mi segunda participación en esta prueba tras el debut en la anterior edición y, precisamente por esa razón, la afrontaba con menos incertidumbre y más seguro de mis posibilidades.

Para empezar tenía muy claro el modelito que luciría, aspecto que el año pasado me generó más de una duda hasta los minutos previos al inicio de la carrera. Sería sencillo, cómodo, a la par que elegante. Lo que viene siendo el tradicional “arreglao pero informal”. Camiseta de manga de corta, pantalón corto (no malla), calcetines negros a juego con las medias de compresión, gafas de sol y bidón a la espalda. Ni me sobró ni me faltó nada.

Ya vestido de Arganzboy Montañero me dirigí a la salida, donde se notaba una presencia de participantes ligeramente mayor que en 2011, posiblemente motivada por al auge de la modalidad de montaña entre los corredores populares y porque en esta ocasión la carrera era el Campeonato de Madrid de Carreras por Montaña. En cualquier caso tampoco era exagerado. Debíamos ser cerca de doscientos cincuenta cuando un año antes superamos por muy poco los doscientos.

La carrera comenzó de forma puntual tras el control de dorsales y chips. El primer tramo de ascenso casi ininterrumpido durante cuatro mil quinientos metros, lo manejé sin duda alguna mejor que en mi anterior participación. La subida primero por los restos de la calzada romana hasta el Puerto de la Fuenfría, para continuar después hasta Collado Minguete y finalizar haciendo cumbre en el Montón de Trigo, se me hizo más corta y llevadera. No diré que me quedé con ganas de seguir subiendo, pero casi. Marqué un parcial de paso de 0:53:17 que, aunque no tengo datos ciertos, estimo que fue más rápido que en 2011.

Sin embargo las buenas sensaciones del ascenso se esfumaron durante la larga bajada de unos 4.300 metros que debía conducirnos hasta el control y avituallamiento ubicado en Fuente la Reina.

Subiendo Collado Minguete (Foto by Arganzboy)
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Ya sabía que el comienzo de esta bajada era lo más complicado. Descender saltando de roca en roca, haciendo equilibrios, con muy poca superficie para apoyar mis piececitos del trece (americano) y con una pendiente muy pronunciada, no es una actividad en la que mi menda tenga una particular destreza. De hecho mis movimientos eran torpes, lentos e indecisos. Para que os hagáis una idea rápida, era como cuando uno va cruzando una corriente de agua deteniéndose en cada paso para escrutar las piedras que asoman por encima de la superficie y decidir sobre cual de ellas apoyará el pie en su próximo avance. Os podéis imaginar sufridos lectores que, con esta habilidad tan poco desarrollada, mi mayor preocupación en esos momentos se concentraba en no estamparme y en no provocar que por culpa de un movimiento mío alguno de participantes que me estaban quitando las pegatinas se tropezara conmigo y se pegara un buen leñazo.

Solventada esta primera dificultad con más pena que gloria, sabía que la bajada se hacía a partir de entonces un poco más sencilla. Sin embargo la cosa seguía sin pintar bien. Desconozco si el cansancio acumulado en las últimas semanas o las ligeras molestias en las rodillas con las que me levanté tuvieron la culpa, pero las piernas estaban rígidas, sin soltura, como si de dos palos se tratara. Cuanto mayor inclinación presentaba la cuesta abajo, más canutas las pasaba. Sinceramente fue un alivio alcanzar el avituallamiento de Fuente la Reina. Había completado los primeros 8.800 metros en un tiempo de 1:20:01.

En este lugar me entretuve más de la cuenta porque, además de reponer líquidos y echarme unos frutos secos al buche, tuve que descalzarme y recolocarme la vestimenta "pinrelera". Las Trabuco siempre me han retorcido y comido los calcetines, pero el domingo debían tener más hambre de lo habitual porque buena parte de ellos se acumulaba arrugada en la punta de mis zapatillas con la incomodidad que eso produce. Devueltos los calcetos a su posición original y apretados a conciencia los cordones de las zapatillas por si no llevarlos ajustados tuviera algo que ver en lo acontecido, retomé la carrera.

Justo tras el punto de avituallamiento las rampas picaban con cierta dureza hacia arriba, así es que avancé caminando (como el resto de participantes que iban a mi altura) hasta que suavizaron un poco. Después de seguir subiendo (ahora ya corriendo) durante unos cientos de metros, comenzaba una nueva fase de descenso pronunciado en el que las piernas volvieron a ponerse en tensión, Parecía que a la vista de las rampas se asustaban y respondían poniéndose rígidas. O a lo mejor era yo el que me asustaba y no mis piernas.

A la salida del Tunel (Foto: Organización)
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En este tramo noté más que en ningún otro que las lluvias habían escaseado durante el año. La vegetación tenía un color más pálido y el sendero de tierra que conducía hacia la Casa de la Pesca estaba sequísimo, de forma que al paso de cada uno de los corredores se levantaba una buena nube de polvo que se “chupaba” el que venía justo detrás. A pesar de ello el inmediatamente posterior tránsito por el maravilloso bosque de pinos fue de lo mejorcito de la carrera: pista amplia y en buen estado, entorno de gran belleza y en continuo pero suave descenso. Lástima que un poco antes del kilómetro doce, el desvío a la derecha cambiara de forma drástica el panorama.

Comenzaba aquí una fase de ascenso de unos seis mil quinientos metros. Los aproximadamente dos primeros kilómetros discurrían casi en su totalidad por un gozoso sendero muy estrecho y zigzagueante que, aunque con tendencia siempre hacia arriba, presentaba algún respiro en forma de pequeña y corta cuesta abajo. Visto a toro pasado creo que en este tramo equivoqué mi estrategia, pues decidí unirme a otros dos participantes que no dejaron en ningún momento de correr hasta la dura rampa previa al control de la Pradera de Navalazor (p.k. 13.600). Allí marqué un tiempo de paso de 1:52:07.

Mientras recuperaba un poco en el avituallamiento fui consciente de que empezaba a ir un poquillo tocado. Las fuerzas me duraron aún para superar corriendo el tramo de asfalto desgastado que nacía justo tras el avituallamiento y para "corriandar" por la pista forestal que atravesaba la zona del Cargadero del Hoyuelo. Sin embargo, la dura subida campo a través de unos hectómetros de longitud que había que negociar superado el kilómetro quince me desarmó. Mira que iba avisado del año pasado y sabía que estaba allí, pero cuando las fuerzas flaquean, flaquean aunque te sepas de memoria el recorrido. Me empezó entonces a venir un ligero mareillo e incluso se me puso mal cuerpo, así es que decidí bajar un poco el ritmo coronando con mucho esfuerzo la jodida cuesta con la llegada a la Pradera de Navalviento.

Desde allí y hasta el nuevo paso por el Puerto de la Fuenfría (p.k.17.800) fue el tramo en que peor lo pasé de toda la carrera. Haciendo de tripas corazón y tirando de las reservas de testiculina, logré superarlo medio dignamente mezclando el trote cochinero con algún pequeño paseo. El caso es que aun yendo un poco grogui, conseguí adelantar un par de posiciones.

P.K. 20,500. Descenso de Marichiva (Foto: Josito66)
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Superé el último control en 2:30:17. Teniendo en cuenta lo que me quedaba por delante y lo tocado que estaba, ya me hice a la idea de que bajar de los 2:55:37 conseguidos en mi debut del año anterior era misión prácticamente imposible.

El tramo de pista forestal de dos mil doscientos metros me sirvió para recuperar algunas buenas sensaciones. Amplia, con buen firme, con pequeños desniveles tanto hacia arriba como hacia abajo y transitada por ciclistas y senderistas, permitió que pudiera coger un ritmillo constante que incluso me sirvió para rebasar a uno de los participantes que me precedía. Así llegué al giro de noventa grados que nos metía de lleno en el descenso del Collado de Marichiva (p.k. 20.000).

Conocía que lo que quedaba hasta meta era, junto con los últimos metros del ascenso al Montón de Trigo y los primeros del descenso de la misma cota, la parte con mayor dificultad técnica de la Carrera por Montaña de “Las Dehesas”. Sin embargo y para mi sorpresa, la negocié con gran solvencia. La rigidez que las piernas habían mostrado en anteriores bajadas había desaparecido, posiblemente porque estaban tan fatigadas que ya no se ponían en tensión. Sin duda alguna esa mayor flexibilidad fue clave para superar sin sobresaltos la zona donde se transitaba sobre un río de piedras sueltas primero, y sobre un sendero de tierra sembrado de raíces después. Como prueba que refrenda mi buen hacer en esta última y difícil bajada, señalar que adelante dos puestos más en la clasificación.

Al final crucé la línea de meta en 2:56:35 por mi reloj, prácticamente un minuto más que el pasado, ocupando el puesto 95 de un total de 237 llegados. Satisfecho aunque un pelín contrariado por no haber podido mejorar la marca de 2011. Quizás el estado de forma ligeramente peor al de hace doce meses, el día un poco más caluroso, alguna decisión no acertada tomada en carrera o el tiempo que perdí en colocarme los calcetines fueron las razones que me impidieron conseguir un mejor tiempo final.

Como curiosidad señalar que, a diferencia de lo que suele ser habitual cuando participo en pruebas montañeras, los días después he tenido más doloridos los gemelos que los cuadriceps.

Ahora toca volver a bucear por el calendario atlético popular para ver que otra carrera de montaña puedo disputar en las próximas semanas. Ya os contaré cuando la encuentre.

P.K. 21,000 En pleno descenso del Collado de Marichiva (Foto: Organización)
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Nota: Se me olvidaba mencionar que la XXVI Carrera de Montaña de “Las Dehesas” fue el estreno de Bruce en la modalidad. Salimos juntos pero ya en lo primeros metros nos separamos y no nos encontramos hasta la meta. Me ha comentado que los días después le dolía todo, pero ya está pensando en la siguiente. Otro "zumbao" que hemos ganado para la causa.

Hasta la próxima. Sed felices.

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miércoles, 12 de septiembre de 2012

XXIX Medio Maratón de Soria Ciudad del Deporte

Cartel de la prueba
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Voy camino Soria ¿tú hacia donde vas?

Como mencioné en mi crónica inmediatamente anterior, la VII Lezamako Mugetatik me había dejado bastante cascado. Tras la correría por tierras vascas comencé la semana muy fatigado. Pero lo peor llegó a partir del martes cuando los cuadriceps empezaron a quejarse a voz en grito. Intenté salir a trotar media hora el miércoles por eso de soltar las patas y estirar un poco los músculos, pero el remedio resulto ser peor que la enfermedad. Visto lo visto no forcé más y me propuse no volver a salir a correr hasta que no me encontrara con ganas y las molestias hubieran remitido. Los días pasaron y llego el sábado, fecha fijada para el XXIX Medio Maratón de Soria Ciudad del Deporte, sin que hubiera vuelto a los entrenamientos.

Pues nada, la aventura es la aventura, así es que con un poco de canguelo por como iban a responder las piernas y después de una temprana comida, emulé a Gabinete Caligari y tomé camino Soria

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Bécquer no era idiota ni Machado un ganapán

El XXIX Medio Maratón de Soria estaba organizado por el C.D. Numancia, contando con el patrocinio y la coorganización del Excmo. Ayuntamiento de Soria.

El dorsal se recogía en las instalaciones deportivas de Los Pajaritos, donde también se ubicaban el guardarropa, las duchas y la salida y la meta de las dos pruebas a celebrar. Junto con él te entregaban también un chip tobillero y una bolsa del corredor que ni sus Majestades de Oriente: contenía una camiseta de manga corta y unas mallas también cortas, una pasta dulce con forma de caballo (o similar), una ensalada de pasta en forma de lo que viene siendo una lata, tres lenguas de gato de tres clases diferentes de chocolate, una barrita de cereales, un ungüento para dar masajes, un elixir revitalizante de la tierra (de Soria digo), un tetra brick de un litro de leche y otro de la misma capacidad de caldo de pollo. No sabéis lo que a la vuelta a casa me costó convencer a mi santa de que había ido a Soria a correr y no de compras al centro comercial cercano a casa.

El evento constaba de dos pruebas. Además del medio maratón, plato principal de la velada, esta edición tenía la novedad de una carrera sobre la distancia de seis kilómetros para los que no quisieran o no pudieran meterse veintiún mil noventa y siete metros entre pecho y espalda. La salida de esta recién nacida carrera se dio a las 19:00 h y contó con la participación del gran atleta soriano Abel Antón, quien en los prolegómenos estuvo haciéndose fotos y departiendo amablemente con todo aquel que se le acercara.

Los casi trescientos corredores que tomamos parte en el medio maratón partimos apenas unos cinco minutos más tarde, una vez que los de los seis mil metros habían abandonado la pista de atletismo de Los Pajaritos en dirección al centro urbano soriano.


El recorrido a lo largo y ancho de Soria

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A la ribera del Duero existe una ciudad

El recorrido del medio maratón era un auténtico rompepiernas bastante exigente en ocasiones, en el que me cuesta recordar un solo tramo llano. Bueno miento. Creo que en la parte que discurría a orillas del Duero debía haber aproximadamente medio kilómetro totalmente plano. Pero ojo, este trocito sin pendiente era el preludio de los últimos mil quinientos metros de la prueba, muy posiblemente los más duros de toda la carrera.

Fue de agradecer que los organizadores hubieran conseguido un trazado al que solo se daba una vuelta y que recorría prácticamente toda la ciudad, aunque eso tuviera alguna implicación negativa a la que me referiré más adelante.

Sin duda alguna lo mejor de la carrera puede resumirse en tres aspectos:

- Los primeros kilómetros, desde la salida en el estadio de Los Pajaritos hasta abandonar la Alameda de Cervantes. Se trata de un recorrido delicioso por el centro histórico soriano, transitando por lugares de gran belleza e importancia artística o histórica como la iglesia románica de San Juan de Rabanera, las calles de El Collado y Mariano Granados y la ida y “venida” por el interior de la Alameda de Cervantes.

- El tramo que transita junto a la margen del Duero, allá entre los kilómetros dieciocho al veinte. Primero por el arbolado Paseo del Postiguillo y luego por los de San Prudencio y San Saturio se atraviesa una zona sin construcciones, casi sin gente, en la que se disfruta de la tranquilidad y la belleza del entorno. Mención especial para la espectacular ermita de San Saturio colgada en la ladera de la montaña sobre rl cauce del río.

- La animación. Aprovechando la buena temperatura y aunque alguna nube descargó un poco de agua, los sorianos ocuparon los aceras a lo largo de todo el recorrido animando sin parar a los corredores. Lógicamente las zonas de mayor concentración de espectadores fueron las céntricas y la entrada a la pista de atletismo donde estaba la meta, pero como digo no hubo punto por alejado que fuera en la que no hubiera alguien (o alguienes) aplaudiendo el paso de los corredores.

En el otro lado de la balanza, lo peor desde mi punto de vista fue el tráfico rodado. Como mencionaba anteriormente, es loable el esfuerzo de la organización en conseguir una carrera que no consistiera en dar varias vueltas a un circuito sino en transitar prácticamente por toda la ciudad. De hecho el interminable callejeo hizo el medio maratón más divertido y entretenido. Sin embargo la cara mala de este logro fue que el recorrido resultara invadido por los coches de forma repetida.

Es cierto que hubo numerosos voluntarios intentado controlar el tráfico así como presencia policial en los puntos que pudieran ser más conflictivos (grandes rotondas o cruces de calles importantes), pero era materialmente imposible mantener supervisado todo el tráfico rodado a lo largo de todo el trayecto. El resultado fue que en no pocos tramos tuviéramos que compartir asfalto con coches dirigidos por conductores extrañados, dubitativos e inseguros por la situación, con el riesgo y la incomodidad que todo ello supuso para los corredores participantes. Creo que este es sin duda el principal punto al que los organizadores deberán dar una solución de cara a próximas ediciones.

Altímetria. Ojo que no se aprecían los continuos toboganes

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Allí me encuentro en la gloria que no sentí jamás.

Hombre, pues en la gloria lo que se dice en la gloria, no me sentí. Como he escrito al principio de esta crónica, llegaba a la carrera con las piernas muy tocaditas por lo que el objetivo no era otro que intentar acabar lo más dignamente posible y disfrutar del trayecto. Así las cosas, tomé la salida con el motor en modalidad “ahorro de energía”, con un ritmo cómodo, sin permitirme alegrías que me pudieran pasar factura en la parte final y levantando los pies del suelo lo mínimo necesario para no tropezarme en cada zancada.

Las patas se mostraron cansadas desde el principio y, lógicamente, la sensación de pesadez y fatiga se acrecentó a medida que caían los kilómetros, pero en cualquier caso nada que no pudiera aguantarse. Sin machacarme en exceso finalicé el medio maratón soriano en un discreto tiempo de 1:41:56 (4:50 el kilómetro), ocupando el puesto 129 de los 279 llegados a meta. Otro más para la saca.

Después del XXIX Medio Maratón de Soria Ciudad del Deporte, toca este próximo domingo volver a la montaña. Esta vez tendré que enfrentarme por segundo año consecutivo a la Carrera de la Dehesas. Veremos como se da el tema.

Sed felices

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Nota: Antes de la carrera estuve hablando con Alfonso, otro corredor madrileño con el que ya coincidí en el Medio Maratón de Salamanca de este año. Podéis encontrar su crónica en el siguiente enlace: 

 http://corriendoaunquemecaiga.blogspot.com.es/2012/09/xxix-media-maraton-soria-ciudad-del.html

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viernes, 7 de septiembre de 2012

VII Lezamako Mugetatik (2012)

Llegando a meta más tieso que la mojama (Foto by Misanta)
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1. Introducción

Lezama es una pequeña localidad vizcaína de alrededor de 2.500 habitantes que está situada a una distancia de doce kilómetros por carretera de Bilbao. A muchos de los que no seáis de la zona pero os guste el futbol, su nombre os será conocido porque allí se encuentran las instalaciones deportivas del Athletic Club.

En este municipio una serie de asociaciones populares locales pretende desde hace algunos años reivindicar el cuidado y recuperación de los montes y colinas lezamarras, fuentes de riqueza y vida durante siglos, así como de los caminos vecinales que los recorren. Para ello pusieron en pie la Lezamako Mugetatik, un evento lúdico deportivo que este año alcanzaba su séptima edición y que sirve de perfecta excusa para juntar a vecinos, aficionados a la montaña y “korricolaris” con el objetivo de marchar y correr uniendo los caminos que cruzan el termino municipal.

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2. Prolegómenos

Llegamos a Lezama tres cuartos de hora antes de la hora prevista para la salida. Recogiendo el dorsal y viendo calentar a los participantes, me vino a la cabeza el mismo pensamiento recurrente que me asalta en este tipo de pruebas: “Aquí hay mucho nivel. ¿Estas seguro de donde te has metido?” Menos mal que uno ya tiene cierta edad y se conoce bien porque si me dejara llevar por el primer impulso me hubiera vuelto para casa en más de una ocasión.

Me llamo la atención que al entregarte el dorsal y el chip tenías que dejar en prenda el carnet de identidad u otro documento identificativo, recuperándolo de nuevo al devolver el transpondedor (con lo fácil que es llamarlo chip).

Hasta prácticamente el momento de partir estuve dudando entre portar bidón y alguna barrita energética o confiar en que los avituallamientos fueran suficientes. Finalmente y en una decisión que a la postre creo que no fue acertada, decidí prescindir de él por comodidad.

Antes del comienzo, todos los participantes nos reunimos junto a la plaza de la Iglesia de Andra Mari. Se dio entonces una salida neutralizada y, encabezados por dos jóvenes tocando la trikitritxa una y el pandero la otra, nos desplazamos en grupo durante unos cien metros hasta la ubicación de la salida real en la Plaza del Ayuntamiento. Tras un control de chip entramos en la zona acotada para los corredores y esperamos a que se diera la salida mediante toque de silbato.

En la salida neutralizada (Foto by Misanta)
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3. Primera parte: Plaza del Ayuntamiento -Garaioltza-Gaztelumendi-Urrusti-Kurutze

La rampa asfaltada inicial de unos 800 metros de longitud sirvió para ir poniendo a cada uno en su sitio y alcanzar el barrio de Garaioltza. Desde allí se giraba a la derecha para por pista de cemento primero y sendero de tierra después, acometer la subida hacia Gaztalumendi (324 metros). Los tramos de sendero eran encantadores. En fila india atravesamos alternativamente bosques de eucaliptos y de pinos en los que el terreno no presentaba mayor dificultad que una continua pendiente ascendente pero llevadera. Solo unos metros antes de llegar al kilómetro cinco el sendero se empinaba de tal forma que durante varios hectómetros era necesario echar a andar.

La cima de esta primera cota se alcanzaba en el punto kilométrico 5,800 y en ella se ubicaba el primer control de paso así como un avituallamiento líquido en el que se disponía de bebida isotónica y agua. Desde Gaztalumendi se seguía el cordal durante casi cuatro kilómetros de continuas subidas y bajadas por pistas de tierra y asfalto, superando el collado Urrusti en el punto kilométrico 8,500. Un desvío a la izquierda marcaba el comienzo de un descenso muy pronunciado y técnico por un camino estrecho en el que o se tenía gran destreza o había de tirar de cuádriceps (incluso agarrarse a algún árbol) para ir frenando la marcha y no acabar estampado. Al final de la intensa bajada se encontraba el punto kilómetro 10,500 y el segundo avituallamiento. Aquí, además de líquidos (isotónico y agua), se podían degustar galletas saladas y dulces, distintas frutas y frutos secos. Dado que al inicio de la carrera opté por no llevar bidón y apenas me aprovisioné con una pastilla de glucosa, estuve un ratito frente a las mesas del avituallamiento hidratándome y comiendo algo.

Tras el avituallamiento se entraba en la que a mi modo de ver resulto ser la parte más bonita y divertida de toda la prueba. El angosto sendero se internaba en ligero descenso en un bosque húmedo y sombrío conocido como Basobaltz por el arroyo del mismo nombre que por él discurre. Resultaba una verdadera gozada seguir la senda serpenteante que se abre paso entre la abundante vegetación (destacan los helechos), que obliga a saltar en varias ocasiones por encima del arroyo y que te mantiene en alerta esquivando ramas y matorrales. Una verdadera delicia.

Tras una ligera subida hasta la zona rural de Garaioltza y después de transitar junto a algunos imponentes caseríos, se salía al asfalto muy cerca de las instalaciones deportivas que el Athletic Club tiene en Lezama. Desde allí en suave descenso y sin abandonar la carretera se alcanzaba el barrio de Kurutze, la zona con menor altitud de todo el recorrido (35 metros).

Hasta este punto nos habíamos metido entre pecho y espalda catorce mil metros, la mitad de los necesarios para completar la carrera. Apenas habían existido dificultades reseñables, y solo unos cientos de metros en el ascenso a Gaztalumendi y el pronunciado descenso desde Urrusti habían exigido un esfuerzo extra.

Fotos extraídas de www.zirimiri12.blogspot.com
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4. Segunda parte: Torre-Ganguren-Bibero-Legina-Ugarte-Plaza Ayuntamiento

Desde Kurutze comenzaba un duro ascenso que en apenas cuatro kilómetros salvaba una altitud de 440 metros. La primera parte de esta subida continuaba siendo por asfalto, era corrible y en ella se encontraba el avituallamiento líquido de la Torre de Lezama (punto kilométrico 14,500). Unos hectómetros más allá, pasado el kilómetro quince, se abandonaba la carretera para tomar un exigente sendero de montaña que con gran desnivel trepaba entre los troncos de los pinos y las piedras de la ladera del monte Ganguren. Sin duda alguna este era el tramo de mayor dureza de toda la carrera.

En esta fase de la prueba, muchos de los korrikolaris empezamos a coincidir con el grueso de los participantes en la marcha que había partido con noventa minutos de antelación respecto a nosotros. A pesar de la estrechez del camino, este encuentro no supuso ningún inconveniente pues los marchadores se echaban a un lado cediendo gentilmente el paso a los corredores.

En el kilómetro dieciocho y tras unos metros finales de ascensión de órdago a la grande, se alcanzaba la cumbre “antenada” del Ganguren (475 metros), punto más alto del recorrido en el que se situaba un nuevo control de paso y el cuarto punto de avituallamiento (tanto de líquidos como de sólidos). Viendo el perfil de la carrera facilitado por la organización podría pensarse que lo más duro estaba ya superado y que los últimos diez kilómetros serían llevaderos y prácticamente en continuado descenso. Sin embargo no fue así. Si era cierto que la mayor dificultad montañosa había quedado atrás, pero el pequeño fallo que solo pude descubrir al acabar la carrera es que el gráfico mostrado en la página web de los organizadores no reflejaba fielmente la realidad.

Tramo de pista tras coronar la cima del Ganguren (www.naturmendi.blogspot.com)

Desde la cima de Ganguren se continuaba por una pista de tierra amplia pero empedrada e incomoda que recorría el cordal en un exigente, jorobado e incómodo sube y baja de unos tres mil metros de longitud. En este tramo había intercalado un pequeño oasis de apenas unos cientos de metros en forma de pista hormigonada que atravesaba en ligera cuesta abajo el área recreativa del Bibero. El tránsito por el cordal finalizaba en una nueva cuesta arriba exigente, la de mayor dureza que encontraríamos ya hasta la meta, tras la que un giro a la izquierda nos colocaba en una pista primero y en un sendero después que en descenso bastante pronunciado nos conducía hasta el barrio de Legina. Habíamos completado ya veintitrés kilómetros.

En Legina está situada la ermita de San Antolín, donde se realiza una tradicional romería y por donde la carrera pasa solo cuando se celebra un dos de septiembre, como era el caso de este año. Este aspecto no es baladí pues supone que el recorrido habitual de la prueba pase de los veintiséis kilómetros a los veintiocho. Son solo dos mil metros más pero os puedo asegurar que se notan.

Pasado el control de paso y el último avituallamiento líquido, entramos en un nuevo y bonito tramo en el que se alternaba la pista con los senderos, los ascensos con los descensos y en el que coincidimos con un gran número de participantes en la marcha. Eran aproximadamente unos dos kilómetros muy disfrutables si ibas con fuerzas o interminables si, como me ocurría mí, ibas ya con la reserva encendida.

La aparición del cartel que señalaba el punto kilométrico 25 fue un verdadero alivio. A partir de allí comenzó un suave descenso (primero de tierra y luego de asfalto) que, flanqueado por caseríos y cultivos de uva destinadas a la producción de txacoli, nos devolvió a la Plaza del Ayuntamiento de Lezama donde se ubicaba la ansiada meta. Cruzada la pancarta de llegada avituallamiento final tanto líquido (isotónicas, refrescos y agua) como de sólidos (frutas, frutos secos y galletas).

Descenso desde Urrusti (www.naturmendi.blogspot.com)
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5. La carrera desde mis zapatillas

Como me pasa casi siempre que me enfrento a una carrera de montaña, otra vez me asaltaban varias incertidumbres que no me dejaban prever cual sería mi rendimiento. La primera era que no conocía ni el terreno ni la carrera. Sobre el papel no parecía un perfil excesivamente duro en cuanto a desnivel acumulado, aunque si se apreciaban varias cuestas que llamaban la atención por su pendiente. Además muchas veces en los gráficos de los recorridos no se aprecia lo que luego te encuentras en la realidad (como pasó en esta ocasión)

Mi segundo miedo era que, quitando el Medio Maratón Montes de Toledo (no muy duro), hacía más de diez meses que no me enfrentaba a una carrera de montaña. En los días de vacaciones por tierras menorquina si había hecho alguna tirada larga de lo que podría llamarse “trail”. Incluso tres días antes de la Lezamako Mugetatik había completado a modo de entrenamiento la exigente XXXV Carrera de Cerceda (15 km). Pero nada que se aproximara ni de lejos a lo que tocaba encarar el domingo.

Por si lo anterior fuera poco, esta sería la carrera más larga de esta modalidad en la que habría participado hasta el momento. Nunca antes había completado veintiocho mil metros por zona montañosa. No sabía como iba a responder mi cuerpo.

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, el plan de carrera era muy sencillo. Iba a salir tranquilote sin gastar ninguna fuerza innecesaria, pues a buen seguro harían falta sobre todo en el tramo final de la prueba. Con este planteamiento la verdad es que disfrute mucho durante la primera mitad de la carrera. El único error en mi estrategia del que mi cuenta muy pronto fue haber partido sin bidón. Después de cada avituallamiento enseguida notaba la garganta seca y sensación de sed, de manera que cuando llegaba al siguiente ingería demasiada cantidad de líquido que se acumulaba en el estomago y que no aliviaba la sed.

Coronando Ganguren (Foto Organización. Edición 2011)

La subida al Ganguren a partir del kilómetro catorce supuso un punto de inflexión. ¡Ahí si que empecé ya a sufrir de verdad! Alcancé la cima dejándome algunas plumas por el camino, pero con la idea preconcebida de que desde allí hasta la meta eran diez kilómetros bastante llevaderos. Error. Lo que sobre el plano parecía un casi continuo descenso hasta Lezama se convirtió en una interminable sucesión de rampas hacia arriba y rampas hacia abajo que acabaron de minarme físicamente y, sobre todo, anímicamente. ¿Dónde carajo estaba la bajada definitiva que había de conducirnos a la Plaza del Ayuntamiento de Lezama?

Cuando la belleza del entorno había dejado de interesarme y cuando ante cualquier cuesta arriba medianamente exigente tenía que echar a andar, apareció ante mí el cartel indicador del kilómetro veinticinco y el inicio de un descenso ¡el último y definitivo! Completé los últimos tres mil metros por inercia y crucé exhausto la línea de llegada bajo los aplausos de los agradecidos lezamarras en un tiempo final de 3h 04 min 09 seg (puesto 141 de los 218 llegados a meta).

La hora y pico después de haber finalizado la carrera no fue nada agradable. Tenía sed y aunque bebía poco a poco mi cuerpo no asimilaba los líquidos. Tuve que vomitar en un par de ocasiones y comer algo para volver a ser persona.

Las secuelas físicas de los días posteriores se pueden reducir a un dolor acojonante de cuadriceps que parece ir remitiendo y que no me ha dejado entrenar en toda la semana. Las secuelas emocionales son mucho más gratificantes y estoy seguro que durarán más que las físicas.

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6. Posdata: El resumen en cifras.

- 28.000 metros: 6.000 de asfalto u hormigón, 10.000 por pista de tierra y 12.000 por sendero de bosque o monte.
- Cota máxima: Cima Ganguren (475 m)
- Cota mínima: Barrio Kurutze (35 m)
- Desnivel acumulado de subida: 1.200 metros
- Desnivel acumulado de bajada: 1.200 metros
- Desnivel acumulado total: 2.400 metros
- 218 korrikolaris llegados a meta

El recorrido estuvo perfectamente señalizado, los puntos kilómetricos solo se podían encontrar cada cinco kilómetros y los avituallamientos fueron suficientes y muy bien surtidos.

Perfil publicado por la organización. No era del todo cierto

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Mi próxima cita con la montaña será en la Carrera de las Dehesas. A ver como se da.  Hasta entonces, sean ustedes lo felices que puedan.


Perfil más acorde con la realidad de esta edición (www.zirimiri12.blogspot.com)

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