sábado, 29 de marzo de 2014

XXX Medio Maratón Ciudad de Zamora

En la Plaza Mayor minutos antes de la salida
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I. Decíamos ayer…
 
Casi tres meses han transcurrido desde mi última aparición por estos lares. Tanto hacía que se me había incluso olvidado la contraseña para acceder al chiringuito. No es mi intención daros mucho la plasta sobre lo acaecido en todo este tiempo, pero si creo que debo hacer un pequeño resumen inicial para que el personal se me sitúe.
 
Después de mi última carrera antes de la del pasado domingo, allá por el lejano mes de noviembre, estuve tres semanas completamente parado. Una vez me dieron los resultados de las pruebas médicas, empecé con una nueva rutina deportiva que incluía nadar (o mejor dicho, pelearme con el agua) tres veces a la semana, acudir al gimnasio siempre que pudiera y empezar a correr poco a poco, incrementando la duración de las salidas paulatinamente. Lo cogí con tantas ganas que apenas descansaba un día de cada diez, y los sábados y domingos hacía triplete: carrera por la mañana y natación y pesas por la tarde. Según fui aumentando el tiempo dedicado a correr, empecé a rebajar las sesiones de gimnasio, de forma que mis por esos días incipientes pechos volvieron a su ser. 
 
Las molestias en la espalda no reaparecieron hasta que alcancé los cincuenta minutos de carrera continua. No obstante decidí no parar aunque si ralentizar mi progresión. Con cabezonería conseguí alcanzar y estabilizarme en los cuatro días de carrera (sesenta minutos), los tres de natación (sesenta minutos también) y las dos horitas semanales de pesas. En lo negativo, también logré convertir las pequeñas e iniciales molestias lumbares en los dolores ya conocidos y sufridos en el último trimestre del año pasado, aunque de momento con menor intensidad. 
 
Y en esas estaba desde hace poco más de un mes cuando hace un par o tres de semanas surgió la oportunidad de pasar un fin de semana de turisteo: teníamos un smartbox de esos para pasar dos noches en un Parador que caducaba el último día de marzo.  Oye, ¿Y si ya que había llegado a recuperar cierto estado de forma, aprovechaba para combinar turismo y probar suerte en un medio maratón? Total, jodido ya estaba, así es que a mucho peor no podía ir. Dicho y hecho. La prueba que supondría mi vuelta al mundo del dorsaleo sería el XXX Medio Maratón Ciudad de Zamora.

Allá por el p.k. 10,500. Foto gentileza de www.zamora24horas.com
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II. Volver al tajo (o mejor dicho al Duero)

La carrera estaba organizada por el Club Deportivo Atletismo Zamora-Repostar y, por lo que leí, estrenaba nuevo recorrido un pelín más céntrico que el anterior, homologado y a una sola vuelta con salida en la Plaza Mayor y meta en la Ciudad Deportiva Municipal de Zamora. Justamente en ésta última recogí la tarde del sábado el dorsal, el chip y la bolsa del corredor que contenía una camiseta, una botella de vino de Toro, un chorizo dulce y un kilo de garbanzos de Fuentesauco.
 
En lo meteorológico, el domingo amaneció fresco, soleado y, lo más importante, sin el viento molesto y frío que había soplado con ganas la jornada previa. Menos mal porque con lo poco resguardado que resultó ser el recorrido, la aparición de Eolo hubiera sido una buena jodienda. Agradecí que la prueba no comenzara hasta las 11:00 h pues así no tuvimos que madrugar y pude disfrutar del desayuno en el bufet del Parador (aunque tuve que contenerme para no ponerme como "el Tato"). Además, como nuestro alojamiento no distaba más de cien metros del lugar de salida, me bastó con dejar la habitación a las 10:45 h para estar en la Plaza Mayor con margen suficiente para calentar y estirar un poquillo.
 
Dadas mis perspectivas para la carrera, me coloqué en los últimos puestos del mogollón de más de seiscientos participantes que íbamos a tomar parte en el XXX Medio Maratón Ciudad de Zamora. El comienzo en plan San Fermín por las calles del centro histórico zamorano fue un tanto agobiante, pero pasados unos cientos de metros enseguida se pudo correr sin apreturas. Tomamos entonces la interminable recta de la Avenida de Requejo primero y de la Carretera de Tordesillas después que nos conduciría hasta las afueras de la ciudad donde, tras un pequeño descenso y un giro a la derecha, comenzaba un tramo sobre carril bici. Estábamos en el p.k. 3,600. Yo iba muy despacio, casi en las últimas posiciones. Debía tener cierta precaución pues no sabía como iba a responder mi cuerpo: en los últimos cuatro meses solo había corrido una vez más allá de sesenta minutos y fue solo siete días antes cuando completé a modo de test setenta y siete minutos de lenta carrera continua. 
 
Los siguientes 4.600 metros se desarrollaban a lo largo del carril bici mencionado anteriormente, por terreno muy llano y solitario pero con cierto encanto, primero a orillas del pequeño río Valderaduey y paralelo al cauce del Duero después. Finalizando este parcial, incrementé ligeramente el ritmo y comencé por primera vez en lo que iba de carrera a recuperar algunas posiciones.

En el momento antes de volver a las andadas (o las corridas)
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En el p.k. 8,200 se abandonaba el margen del Duero para afrontar una subida progresiva y llevadera de unos 2.600 metros de longitud que nos devolvería a las puertas del casco histórico zamorano (sin entrar esta vez en la zona peatonal). Acto seguido, se negociaba un descenso unos hectómetros más corto que la ascensión previa que nos llevaría hasta el extremo oeste de la ciudad, justo al inicio del moderno Puente Nuevo, paso elevado por el que cruzaríamos el río. Estábamos en el p.k. 13,000 y en lo que a mí modo de ver resultó ser el punto más bonito de la carrera. Desde el puente podía contemplarse una bella panorámica con las aguas del Duero en primer término y, un poco más allá elevada sobre la roca, la catedral románica (la más pequeña y antigua de las once que hay en Castilla León) y los restos del castillo.
 
Comenzaba entonces el tramo más pestoso del medio maratón. Los aproximadamente 5.000 metros que había que superar en el área de Zamora que queda ubicada en el margen izquierdo del río, presentaban continuos subeybajas que rompían el ritmo, rectas sin gracia alguna y una ausencia completa del más mínimo atractivo ni animación. Agradecí retornar al Puente Nuevo para cruzarlo ahora en sentido contrario y volver a disfrutar de las bellas vistas. Restaban aproximadamente tres kilómetros para alcanzar la meta.
 
A esas alturas de carrera mis sensaciones eran “mixtas” (por llamarlas de algún modo). Por un lado la espalda jorobaba lo suyo. Esto era lo esperado. El dolor que comenzó en la zona lumbar, luego se extendió al glúteo y, mas tarde, alcanzó la parte delantera superior del muslo derecho y el pubis. Nada nuevo. Lo que si que me sorprendió fue mi forma física. Pensé que la falta de tiradas largas me pasaría factura sobre todo al final del medio maratón, pero sin embargo el transcurso de los kilómetros no me había hecho mella en este aspecto y, aunque sin echar las campanas al vuelo, me encontraba mejor de lo esperado. Posiblemente las sesiones de piscina también habían ayudado lo suyo a adquirir un fondo suficiente. Total que visto lo visto, decidí darle alegría al cuerpo y solté las piernas.
 
Los últimos 3.000 metros disfruté otra vez como hacía tiempo que no lo hacía corriendo. Terreno llano de nuevo, remontando la margen derecha del Duero por las avenidas de Vigo y del Mengue y ganando posiciones como un poseso. Supongo que aquellos que iba dejando atrás pensarían que me había dado una ventolera y me había vuelto gilipollas. El caso es que más contento que un niño con zapatos nuevos alcancé la pista de atletismo, busque a mi hijo entre el público y entré con el de la mano en meta en 1:46:12 (470 de 652) ¿Qué más podía pedir?
 
Cruzada la meta, la organización había dispuesto un suculento avituallamiento que incluía frutas, refrescos, isotónicos, batidos, bollos y dulces típicos de la zona, y que triunfó entre los corredores.  Durante el resto del evento, los organizadores cumplieron con buena nota, aunque yo eché de menos una mejor señalización de los puntos kilométricos (alguno vi pintado en el suelo) y de más algún vehículo particular invadiendo el trazado.
 
Resumiendo, el XXX Medio Maratón de Zamora resultó ser una buena carrera, agradable de correr y sin agobios, pero también sin demasiados atractivos. Recomendada para combinar con turismo y gastronomía.


Perfil muy exagerado
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III. ¿El futuro? Y yo que sé
 
¿Y ahora qué? Pues a la espera de evolución. En carrera pensé que las sensaciones iban a ser peores pero al final salí relativamente contento, así es que renové mis ánimos para seguir peleando. Los dos días posteriores me sentí bien y seguí con mis entrenamientos. Sin embargo según ha avanzado la semana, he sentido la zona de la espalda y la cadera más dolorida. Total que como diría el Cholo, habrá que ir “partido a partido” y seguir sin marcarse ningún plazo ni objetivo. A bote pronto y viendo la evolución, esto no tiene pinta de pasarse pronto, por lo que intentaré seguir con la rutina de los últimos tiempos (a lo mejor añado sesiones de bicicleta) y con la esperanza de que los dolores comiencen en algún momento a menguar y desaparezcan finalmente.
 
Por último anunciaros que no tengo la intención de pasarme por aquí a quejarme, pues penas ya tenemos todos y más importantes que esta. Volveré a escribir cuando tenga algo que contar y espero que sea lo más pronto posible. Gracias pos estar ahí. 
 
¡Hasta la próxima!

El recorrido del XXX Medio Maratón Ciudad de Zamora
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