Hay gente que se va de copas, de tapas o de compras. Yo que soy muy original, me fui el domingo a Getafe de ciclogénesis explosiva mezclada (que no agitada) con medio maratón. ¿Raro? ¿”Zumbao”? ¿Extraño? Pues posiblemente. En mi descargo decir que no era el único. Cerca de tres mil seres humanos decidieron también aprovechar la mañana para compartir mi rara afición.
Aunque seguramente los lectores de este blog ya lo sepan, el Medio Maratón de Getafe consiste en dar dos vueltas a un circuito muy llano, sin apenas desniveles, que hace de esta carrera los 21.097 metros más rápidos de nuestra comunidad. La prueba estuvo, como ya es tradición, muy bien organizada por el Club de Atletismo Artyneon. A pesar del gran número de corredores la entrega de chips y dorsales se hizo sin esperas, en un lugar amplio y con un gran número de voluntarios. Hubo alfombras lectoras de chips en la salida, en la mitad de la carrera y en la línea de meta. El recorrido estuvo totalmente cerrado al tráfico rodado, con un gran despliegue policial y de gente de la organización. Además se solucionaron los dos aspectos negativos que enturbiaron la edición del año pasado: la espera en meta para recoger la bolsa del corredor y el pillaje de camisetas por parte de los buitres corredores. La forma de solventar el primer problema pasó por habilitar dos pasillos para la entrega de la bolsa, en lugar de fila única de la anterior edición. El tema de los buitres se saldó de forma drástica sustituyendo la camiseta técnica por un horrible trofeo de metacrilato de al menos cinco kilos de peso. Se aseguraron así que ningún participante se llevará más de uno, tanto por lo feo como por el riesgo de sufrir una lumbalgia.
El único “pero” que percibo en este medio maratón es la elevada participación, aunque debo reconocer que posiblemente se deba a mi rareza, acrecentada con la edad, de huir de las grandes aglomeraciones. En cualquier caso, durante la primera vuelta no conseguí correr a mi ritmo (alrededor de 4:50 min/km) hasta entrar en la parte peatonal de la C/ Madrid. En este sentido creo que sería buena idea (si es posible) prohibir el aparcamiento en el Paseo de la Estación.
Dicho todo lo anterior, a mi esta carrera me resulta un tanto aburrida. Si, ya sé, otra rareza personal. Seguramente esta afirmación resulte una gilipollez a aquellos que participan en ella para conseguir buenas marcas, pero en mi correr actual lo de los buenos tiempos no tiene ninguna importancia, por lo que debo buscar otros alicientes.
Y este año ese aliciente, ese condimento que dio sabor a la carrera, fue la ciclogénesis explosiva. Pero ¿Qué eso? Pues según los expertos y en pocas palabras, un choque de una masa de aire frío con una de aire caliente, cuya consecuencia es el rápido desarrollo de una borrasca con lluvias fuertes y viento intenso. Vamos que estableciendo un paralelismo, la ciclogénesis explosiva es a la meteorología lo que Gallardón (“Ruizga”) y Aguirre (“Tita Espe”) son a la política.
Este fenómeno meteorológico que azotó con fuerza la cornisa cantábrica y la zona de Cataluña, también alcanzó aunque con menor virulencia a la comunidad madrileña. En Getafe se combinó perfectamente con el medio maratón, pues al viento que ya soplaba desde primera hora se la añadió una fina lluvia de gotas minúsculas en cuanto nos colocamos en la línea de salida. La gorra y el cortavientos impermeable se convirtieron entonces en agradecidos compañeros de viaje.
La tenue lluvia de la primera vuelta se convirtió en la segunda en un buen aguacero. En pocos minutos el asfalto comenzó a poblarse grandes charcos, la visera de la gorra parecía una catarata, notaba los calcetines totalmente empapados y los pies fríos, y las zapatillas habían ganado peso y repetían el chof-chof en cada pisada. Si a esto unimos el viento y una temperatura de más menos 6º, ya tenemos el escenario épico que tanto nos gusta y motiva a los corredores. De hecho, tras leer las intervenciones de muchos participantes en los foros de atletismo comentando la consecución de sus mejores marcas personales, creo que estas han sido debidas en parte al “incentivo psicológico” que supuso adversidad meteorológica.
Al acabar sentía que la humedad había penetrado hasta mis huesos. Nunca llegar hasta el coche se me había hecho tan largo, y eso que el trayecto desde la meta lo hice también corriendo. Rápidamente me desnudé (todos los vehículos parecían “peep shows” en lo que los participantes interpretábamos nuestro striptease particular a base de escorzos) y me cambie de ropa, pero no entré en calor hasta pasadas un par de horas.
En resumen, otra media de Getafe a la buchaca (y ya van cuatro) que recordaré a corto plazo por un leve constipado y a la larga por ser aquella edición de la rimbombante ciclogénesis explosiva.
Posdata 1: Dos carreras llevo en lo que va de año. En la primera, el Trofeo París, corrí sobre nieve y hielo. En la segunda, el Medio Maratón de Getafe, bajo una fuerte lluvia acompañada de viento y frio. ¡Miedo me da pensar lo que nos espera en la próxima Media de Fuencarral!
Posdata 2: Las fotos que ilustran el texto están tomadas con el teléfono móvil subacuático (desde el domingo) que lleve durante la carrera.
Posdata 3: La crónica del año pasado aquí
¡Hasta la próxima!
Aunque seguramente los lectores de este blog ya lo sepan, el Medio Maratón de Getafe consiste en dar dos vueltas a un circuito muy llano, sin apenas desniveles, que hace de esta carrera los 21.097 metros más rápidos de nuestra comunidad. La prueba estuvo, como ya es tradición, muy bien organizada por el Club de Atletismo Artyneon. A pesar del gran número de corredores la entrega de chips y dorsales se hizo sin esperas, en un lugar amplio y con un gran número de voluntarios. Hubo alfombras lectoras de chips en la salida, en la mitad de la carrera y en la línea de meta. El recorrido estuvo totalmente cerrado al tráfico rodado, con un gran despliegue policial y de gente de la organización. Además se solucionaron los dos aspectos negativos que enturbiaron la edición del año pasado: la espera en meta para recoger la bolsa del corredor y el pillaje de camisetas por parte de los buitres corredores. La forma de solventar el primer problema pasó por habilitar dos pasillos para la entrega de la bolsa, en lugar de fila única de la anterior edición. El tema de los buitres se saldó de forma drástica sustituyendo la camiseta técnica por un horrible trofeo de metacrilato de al menos cinco kilos de peso. Se aseguraron así que ningún participante se llevará más de uno, tanto por lo feo como por el riesgo de sufrir una lumbalgia.
El único “pero” que percibo en este medio maratón es la elevada participación, aunque debo reconocer que posiblemente se deba a mi rareza, acrecentada con la edad, de huir de las grandes aglomeraciones. En cualquier caso, durante la primera vuelta no conseguí correr a mi ritmo (alrededor de 4:50 min/km) hasta entrar en la parte peatonal de la C/ Madrid. En este sentido creo que sería buena idea (si es posible) prohibir el aparcamiento en el Paseo de la Estación.
Dicho todo lo anterior, a mi esta carrera me resulta un tanto aburrida. Si, ya sé, otra rareza personal. Seguramente esta afirmación resulte una gilipollez a aquellos que participan en ella para conseguir buenas marcas, pero en mi correr actual lo de los buenos tiempos no tiene ninguna importancia, por lo que debo buscar otros alicientes.
Y este año ese aliciente, ese condimento que dio sabor a la carrera, fue la ciclogénesis explosiva. Pero ¿Qué eso? Pues según los expertos y en pocas palabras, un choque de una masa de aire frío con una de aire caliente, cuya consecuencia es el rápido desarrollo de una borrasca con lluvias fuertes y viento intenso. Vamos que estableciendo un paralelismo, la ciclogénesis explosiva es a la meteorología lo que Gallardón (“Ruizga”) y Aguirre (“Tita Espe”) son a la política.
Este fenómeno meteorológico que azotó con fuerza la cornisa cantábrica y la zona de Cataluña, también alcanzó aunque con menor virulencia a la comunidad madrileña. En Getafe se combinó perfectamente con el medio maratón, pues al viento que ya soplaba desde primera hora se la añadió una fina lluvia de gotas minúsculas en cuanto nos colocamos en la línea de salida. La gorra y el cortavientos impermeable se convirtieron entonces en agradecidos compañeros de viaje.
La tenue lluvia de la primera vuelta se convirtió en la segunda en un buen aguacero. En pocos minutos el asfalto comenzó a poblarse grandes charcos, la visera de la gorra parecía una catarata, notaba los calcetines totalmente empapados y los pies fríos, y las zapatillas habían ganado peso y repetían el chof-chof en cada pisada. Si a esto unimos el viento y una temperatura de más menos 6º, ya tenemos el escenario épico que tanto nos gusta y motiva a los corredores. De hecho, tras leer las intervenciones de muchos participantes en los foros de atletismo comentando la consecución de sus mejores marcas personales, creo que estas han sido debidas en parte al “incentivo psicológico” que supuso adversidad meteorológica.
Al acabar sentía que la humedad había penetrado hasta mis huesos. Nunca llegar hasta el coche se me había hecho tan largo, y eso que el trayecto desde la meta lo hice también corriendo. Rápidamente me desnudé (todos los vehículos parecían “peep shows” en lo que los participantes interpretábamos nuestro striptease particular a base de escorzos) y me cambie de ropa, pero no entré en calor hasta pasadas un par de horas.
En resumen, otra media de Getafe a la buchaca (y ya van cuatro) que recordaré a corto plazo por un leve constipado y a la larga por ser aquella edición de la rimbombante ciclogénesis explosiva.
Posdata 1: Dos carreras llevo en lo que va de año. En la primera, el Trofeo París, corrí sobre nieve y hielo. En la segunda, el Medio Maratón de Getafe, bajo una fuerte lluvia acompañada de viento y frio. ¡Miedo me da pensar lo que nos espera en la próxima Media de Fuencarral!
Posdata 2: Las fotos que ilustran el texto están tomadas con el teléfono móvil subacuático (desde el domingo) que lleve durante la carrera.
Posdata 3: La crónica del año pasado aquí
¡Hasta la próxima!
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