Una mancha de mora con otra se quita. O eso al menos suele decir mi abuela. Total que aplicando el dicho, pensé que la mejor forma de pasar página y dejar de vivir de los gratos recuerdos del Maratón Río Boedo era participar de nuevo en alguna carrera. Revisando fechas, distancia a la capital del reino y longitud a recorrer, la mejor opción resultó ser la XXV Carrera Popular Vuelta al Monte de Valdilecha.
Como ya ocurrió el año pasado cuando supe de su existencia por mera casualidad, en esta ocasión ha vuelto a servir para poner el punto final a la temporada veraniega. El mes de septiembre, a pesar de que climatológicamente y estacionalmente siga perteneciendo al verano, marcará como es habitual el retorno a las citas populares más multitudinarias y de carácter más urbano.
No me voy a enrollar mucho pues en líneas generales la carrera no ha sufrido ninguna variación respecto a la edición vigésimo cuarta, y ya en la crónica del año pasado describí su exigente perfil, su organización artesanal y demás aspectos relevantes.
Decir que a pesar de que el número de participantes no era muy alto (alrededor de ciento veinte), si se notó un incremento respecto a la edición del año pasado. Hubo además bastante nivel. Se veía por allí a mucho “galgo”, quizá atraído por los premios en metálico que se ofrecían desde el primer clasificado (120€) hasta el décimo (20€) o al club que más corredores presentase (100€).
Apuntar también que, al igual que el año anterior, la carretera por la que transitó la prueba estuvo abierta al tráfico. La novedad es que esta vez se vieron varias motos de la Guardia Civil que controlaron los coches y a los corredores. En varias ocasiones nos pidieron que corriéramos por el arcén derecho. No entendí muy bien esta medida, pues uno desde pequeñito siempre ha sido instruido en eso de “peatón, en carretera circula por la izquierda”. El caso es que todos los coches nos dieron alcance por la espalda, fuera de nuestro campo visual, con la incomodidad y la sensación de inseguridad que esto produce (al menos a mí). Pero ya se sabe, dónde manda patrón…
Agradecer por último a los organizadores el que sigan levantando año tras año una carrera gratuita para los participantes en los tiempos que vivimos. Si se me permite una observación, yo eliminaría los premios económicos a los primeros clasificados y destinaría los fondos a promocionar algún producto típico de la zona que pudiera ser incluido en la bolsa del corredor: muestras de vino o aceite, tortas de manteca, bollos de anís…
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En cuanto a mí actuación, tras de una semana fuera de casa y con sólo un día de entrenamiento después del maratón del pasado domingo, las sensaciones fueron buenas aunque el final se me hizo un poco largo. En meta paré mi reloj en 0:50:18, casi treinta segundos menos que el año pasado, aunque esta vez no me detuve a hacer fotos como en la edición anterior. Lo peor, un dolor en la ingle izquierda que arrastro desde el lunes pasado y que espero no vaya a más.
Eso es todo. ¡Hasta la próxima!
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