sábado, 28 de agosto de 2010

IX Maratón Rio Boedo: conversión al "basconismo"


1. BÁSCONES DE OJEDA, QUE NO BASCONES

Báscones que no Bascones, que es como yo lo pronunciaba antes de correr su maratón, es una pequeña localidad palentina perteneciente a la mancomunidad de Boedo-Ojeda y al partido judicial de Saldaña. Tiene una superficie de 18,56 hectáreas y una población de 178 habitantes cuyo gentilicio es el de bizarros. Está ubicada a una distancia de la capital de provincia es de 92 kilómetros, en la vega del río Boedo, limitada al oeste por el mencionado río y por el arroyo de Valdontina al este. Se asienta en una zona plana en ligera pendiente hacia el monte.

El origen de su nombre parece provenir del vocablo de origen precéltico “bascunes”, que significaba “montañeses” o “de las alturas”. Fueron los báscones unos inmigrantes vascos que se instalaron en las tierras reconquistadas en la alta Edad Media (s.IX), dando lugar al nacimiento del pueblo.

Sus mayores atractivos arquitectónicos son la Iglesia de San Bartolomé y los Molinos de Linaza (s.X). Las fiestas patronales son el 24 y el 25 de agosto.

Según parece es la localidad más pequeña de España que organiza un maratón, una excusa como otra cualquiera para acercarse hasta allí y comprobarlo. Y ¿que mejor que hacerlo en esta su novena edición?

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2. GABRIEL, EL GUIA ESPIRITUAL Y ALMA MATER

Una vez presentado el lugar donde se celebra la prueba, entraré sin más preámbulos en materia con el que seguramente sea el aspecto más relevante del Maratón Río Boedo y el que sin lugar a dudas le imprime su carácter: la organización.

La puesta en pie tanto del maratón como del medio maratón que se celebra la tarde del día anterior, es posible gracias al esfuerzo y la ilusión de Gabriel y su familia. Son ellos los que de forma absolutamente “artesanal” consiguen sacar adelante todos los años esta fiesta del correr por correr.

Ellos atienden al teléfono cuando realizas la inscripción, alojan en su casa a tantos participantes como buenamente caben, reparten los dorsales, atienden los avituallamientos, entregan el trofeo y el diploma personalizado a todos y cada uno de los que finalizan el maratón, a falta de polideportivo municipal te abren las puertas de sus casas para que puedas ducharte, a la finalización de la carrera del domingo ofrecen a todos los participantes y acompañantes una “paellada”, ¡incluso en la bolsa del corredor, además de una camiseta, te incluyen una cajita de pastas artesanales que al parecer también elaboran!

Dicho esto, quien tenga la intención de participar en esta carrera ha de saber que no está frente a una competición al uso. Que no espere cronometraje por chip ni tiempo neto. Aquí el tiempo final se toma a "manubrio" y te lo facilitan amablemente en un diploma personalizado en el que también se recoge tu nombre y edad. Hasta donde yo sé no se publica ninguna clasificación general por tiempos, aunque una vez acabada la prueba, por megafonía se nombra a todos los corredores que han completado la prueba por el orden en que lo han hecho. ¿Hace falta algo más?

Que no espere distancia homologada o señalización de los puntos kilométricos. Alguno hay pintado en el asfalto pero de forma confusa (repetido varias veces, tachados, …) o perdido en alguna piedra del camino (me pareció ver el 38 ¿o sería una alucinación?) O eres de los que llevan GPS o aquí lo mejor es correr por sensaciones, no controlando parciales ni ritmos medios.

Que no espere avituallamientos cada cinco kilómetros. Aquí los puntos donde encontrar líquidos reponedores son suficientes incluso para una mañana calurosa de agosto, pero la distancia entre ellos no es uniforme. Si no recuerdo mal, a lo largo de los 42.195 metros hubo doce o trece avituallamientos. En todos ellos se disponía de agua en botellitas y al menos en seis había además Aquarius y Coca Cola en latas. Los voluntarios que tenían la posibilidad mantenían las bebidas frescas sumergiéndolas en el agua de las acequias y los que no, las guardaban a la sombra para que no se calentaran.

Eso sí, aquel que vaya a participar que espere todo el cariño y toda la atención de Gabriel y compañía, y que espere reencontrarse con la esencia de correr desprovista de todos los adornos superfluos a los que nos hemos acostumbrado y que hemos llegado a creer que son imprescindibles. Posiblemente la mejor descripción es la que los propios organizadores incluyen en la presentación de la prueba: “Deseamos fomentar el deporte para encontrarnos bien física, psíquica y mentalmente. Disfrutar con el hecho de participar y, si es posible, llegar a meta.” Eso es esta carrera, tan poco y a la vez tanto.

Ah, y se me olvidaba añadir que todo esto es gratis, free, por la patilla, sin pagar un pavo.

Mi admiración y mi más sincero agradecimiento a todos los que hacen posible este y otro tipo de eventos similares. Muchas gracias.

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3. LOS PARTICIPANTES, SUS DISCÍPULOS

La organización tiene su prolongación en los corredores. Conté treinta y ocho participantes en la salida, dos de ellas mujeres. Creo que todos superábamos las tres décadas de vida, y no voy muy desencaminado si afirmo que el 70% debía haber superado la cuarentena. Según ibas cruzando palabras con unos y con otros o escuchabas conversaciones, podías darte cuenta de que era gente “muy corrida”. Abundaban los que repetían en esta carrera; algunos incluso habían participado en el medio maratón de la tarde anterior y se enfrentaban al maratón sólo unas horas después. También me encontré con participantes que habían tomado parte en pruebas de 100 kilómetros, de 24 horas, en la Subida al Veleta, en los 101 kilómetros de Ronda o en otro maratón hacía apenas quince días.

Con estos datos creo que es posible trazar el tipo de corredor que asiste a este maratón: con algunos años en el mundo "runeril", con bastantes carreras a las espaldas, que busca una alternativa a las pruebas convencionales y, sobre todo, que disfruta del correr sin pretensiones.

El origen de los participantes era de lo más variado, aunque seguramente por la situación de Báscones de Ojeda, predominaba la gente del norte. Si sirve como muestra, en el grupo que hicimos al poco de comenzar la prueba estábamos incluidos dos madrileños, dos asturianos (uno de adopción), un murciano, una guipuzcoana y un valenciano.

Agradaba la sensación de compañerismo que no existe en las carreras de ciudad con gran participación. Antes de la prueba, te saludabas con cualquier corredor con el que te cruzaras por las inmediaciones de salida. Durante la carrera si adelantabas o te adelantaban no faltaban las palabras de ánimo y una corta (o no tan corta) conversación en función de cómo fuera cada cual. A la llegada, muchos de los que habían entrado ya, permanecían en la línea de meta aplaudiendo y vitoreando la llegada del resto. Y después, si te encontrabas con alguien estirando o camino de la ducha lo normal era interesarte por cómo le había ido la carrera.

La animación, salvo en la llegada fue escasa o nula. Teniendo en cuenta el recorrido, sólo encontrabas gente en los avituallamientos o en el paso por Báscones. En la llegada a meta si que se notó y agradeció el incremento de público. A esas horas ya se habían abierto los tenderetes de una pequeña feria contigua a la zona de meta y los lugareños (bizarros) se habían congregado en la plaza de la iglesia a departir con sus vecinos mientras aplaudían la llegada de los corredores.

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4. LA TIERRA PROMETIDA: RECORRIDO, TERRENO Y PERFIL

El recorrido se compone de una pequeña introducción y tres vueltas. El prólogo es testimonial y se asemeja al giro que los atletas de pruebas en ruta dan por el estadio a modo de saludo antes de lanzarse a las calles de la ciudad en cuestión. En este caso se trata de dar un garbeo de unos quinientos metros por las calles del pueblo y volver al punto de partida junto a la Iglesia de san Bartolomé para iniciar entre aplausos la verdadera aventura.

La primera vuelta debe medir alrededor de once kilómetros y medio. Desde Báscones de Ojeda se toma la P233 dirección sur. Unos hectómetros después de transitar por Revilla de Collazos, localidad ubicada a cinco mil metros de Báscones, se gira hacia la izquierda para entrar en el camino de tierra que devuelve a los participantes de nuevo al punto donde se dio comienzo a la prueba. La segunda y la tercera son como la primera pero alargadas. Me explico. El recorrido es el mismo pero en lugar de tomar el camino de vuelta donde se hace en la primera, en las dos siguientes la ida se extiende hasta Collazos de Boedo. Dicho de otra forma, las dos últimas vueltas incluyen el recorrido de la primera más un trozo adicional. Su longitud debe rondar los quince kilómetros (cada una).

En lo referido al terreno, la ida de cada una de las vueltas se realiza por carretera y la vuelta por caminos de tierra, de donde se deduce que aproximadamente la carrera transita en un 50% por cada una de las superficies mencionadas.

En los tramos de carretera la circulación no está cortada por lo que, a pesar de que es escasa, hay que prestarla atención. El firme no está en muy buenas condiciones y presenta una fuerte inclinación en las zonas próximas a las cunetas. Para evitar sobrecargas musculares no deseadas conviene correr lo más cerca posible de la parte central de la calzada.

Los caminos de tierra están en bastante buen estado y no presentan dificultad si se aprovechan las rodadas existentes. Sólo en las proximidades de Collazos de Boedo y durante aproximadamente unos mil metros, lo irregular del terreno y la gran cantidad de piedras sueltas hacen incomoda la carrera.

Sin duda alguna los tramos de tierra tienen un mayor encanto que los que transcurren por asfalto. Mientras que la carretera es una sucesión de largas e interminables rectas con las cunetas y alrededores desprovistos de vegetación en muchos de los tramos, el camino de tierra está rodeado de cultivos y de extensos campos de girasoles que tiñen de amarillo y verde el paisaje. Lo bucólico del entorno se completa con los puntos en los que el camino transcurre paralelo a la orilla del río Boedo y con las canalizaciones elevadas por las que fluye el agua del regadío y que acompañan a los participantes durante buena parte del recorrido. Tanto los unos como las otras se agradecen, pues con la alta temperatura a la que se disputa la prueba siempre es bueno tener donde refrescarse en caso de necesidad.

El perfil es "llano, llanito, llano". Baste decir que lo más inclinado es la entrada y salida al puente que cruza el río junto a la iglesia de Báscones.

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5. EL EXIGENTE RITO DE INICIACIÓN

Todo maratón supone un reto y sólo el hecho de tener que recorrer cuarenta y dos kilómetros y pico ya es todo un logro. En este caso a la distancia hay que añadir otros dos aspectos que colaboran a endurecer la prueba: la soledad y el calor.

El recorrido y la baja participación hacen de este maratón una carrera exigente en el plano psicológico si uno se decide a correrlo en solitario. Muy pronto la distancia con el corredor que te precede o que tienes detrás puede superar fácilmente los cien o doscientos metros. Es preferible, desde mi punto de vista y si se puede, integrarse en algún grupito y aguantar en compañía el mayor tiempo posible. O eso, o tirar de MP3 y mucha, mucha vida interior.

El otro factor que endurece la prueba es el calor. Aunque este año la hora de comienzo se adelantó en sesenta minutos (se dio la salida a las 8:00 A.M.), el calor apretó de lo lindo a partir de las dos horas y media de carrera. Supongo que para los que completaron la distancia rondando las tres horas o superándolas por poco, el calor no llegó a ser agobiante, pero para los que nos fuimos más allá de las tres horas y media, la parte final fue una auténtico suplicio: el sol caía a plomo y no había ni una sombra en todo el recorrido. Además la tierra del camino generaba con las pisadas de los participantes un polvillo que aun resecaba más las vías respiratorias.

Distancia, soledad y calor. Quien controle estas tres variables podrá encarar con garantías el Maratón Río Boedo.

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6. MI EXPERIENCIA (RELIGIOSA)

Para esta ocasión recuperé la compañía de Bruce, mi pareja del Maratón de Valtiendas del año pasado. Salimos a un ritmo cómodo para terminar alrededor de las cuatro horas y poco. En el primer kilómetro se nos unió otro participante, y pasado el cinco nos alcanzó un cuarteto con el que formamos un grupo de siete. En grata conversación transcurrió la primera y gran parte de la segunda vuelta. A partir de entonces comenzamos a perder “compañeros de tertulia”, finalizando el segundo giro con sólo cuatro componentes.

Ya antes de comenzar la tercera vuelta se podía adivinar que el final de carrera se podía hacer muy largo debido al calor. Y así fue. Pasada por última vez Revilla de Collazo, Bruce decidió descolgarse por unas molestias en las rodillas. Los tres que quedábamos del grupo original seguíamos manteniendo un buen ritmo. Al llegar a Collazos de Boedo, a falta de ocho kilómetros aproximadamente, comencé a flojear. Iba ya a cola del terceto y de vez en cuando perdía unos metros que cada vez me costaba más recuperar. Aproximadamente un kilómetro más tarde alcanzamos al participante que nos precedía y que se integró en el grupo.

Ahora ya iba sufriendo de verdad. Por más que bebía notaba la garganta seca y sin embargo el estomago daba la sensación de estar lleno de líquido. Mis compañeros de fatigas también habían bajado el ritmo pero a pesar de ello sólo conseguía mantenerme en el grupo a duras penas. En el último avituallamiento me paré unos segundos y me refresqué con el agua de un pilón que allí había los brazos, el cuello y la cara. El alivio fue momentáneo y enseguida volví a sufrir. Sabía que si soportaba un poco más el mal cuerpo y las nauseas que comenzaba a sentir alcanzaría la meta en compañía.

Sin embargo a falta de no más de mil metros mi cuerpo dijo basta. Percibí que me mareaba y decidí echar pie a tierra y seguir andando. Era la primera vez que tenía que hacer esto en ciento y pico carreras ¡y a falta de nada para llegar a la meta!, pero es que no podía más. El sol era matador y el camino árido. Me bebí la poca agua que quedaba en la botella y me refresque de nuevo con el agua de la acequia. Continué andando mientras veía a mis hasta hace poco acompañantes perderse en la lejanía. Apenas recuperaba y me sentía como un boxeador noqueado. En una de las veces que miré hacia atrás para ver si llegaba algún corredor, me pareció distinguir la figura de Bruce. El no seguir nuestro ritmo había sido una sabia decisión por su parte y ahora llegaba bastante fresco. Me recogió y me acompañó durante los últimos trescientos metros. Cruzamos la meta bajo los aplausos de los bizarros y de muchos de los participantes que nos habían precedido en un tiempo final de 4h 10min 18seg.

El calvario no acabó aquí. Tras finalizar tenía una sed bárbara pero los líquidos no me entraban y comencé a sufrir arcadas y vómitos. Cerca de una hora tardé en volver a ser medio persona, a lo que ayudó tumbarme a la sombra de los árboles en la orilla del río Boedo y sumergir las piernas en sus frías aguas.

Ahora, días después, tengo una sensación similar a la que sentí cuando el año pasado completé el Maratón de Valtiendas. Es algo así como un Síndrome de Estocolmo. Echo de menos ese asfalto en mal estado, esos áridos y polvorientos caminos, el grupo majo que formamos, el sol sobre la espalda y, en cierto modo, el sufrimiento con final feliz. ¿Seré masoca? No, simplemente he pasado a formar parte de la secta de los básconianos. ¡Y a mucha honra!

¡Hasta la próxima!

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Nota 1: Las fotos del podium, el diploma y el dorsal son mías. Las otras tres están sacadas de http://www.paronamio.com/

Nota 2: Llamada de "interés social". Como llegué pillado de tiempo a la salida y jodidillo a la meta, no pude hacer fotos. Si alguien tiene una instantanea de la carrera en la que me identifique, le agradecería me la hiciera llegar a "arganzboyarrobahotmail.com"

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