La mañana amaneció, a priori, idónea para el noble arte del correr. La temperatura era muy suave para la época del año en la que nos encontramos (alrededor de 15º), el sol brillaba pero sin calentar en exceso y no corría ni gota de aire. Nada comparado con los otros dos maratones que he disputado en lo que va de año, el Mapoma en abril y el de Valtiendas en agosto, en los que me cayó bastante agua. Ya es casualidad que para dos días que llueve al año en este nuestro país coincidan con mis participaciones en la distancia filipeica ¡He estado pensando en anunciarme para ser sacado en procesión en las zonas más secas!
Alrededor del polideportivo Rey Juan Carlos (¡Viva España, viva el Rey!), lugar de inicio y final de la prueba, nos íbamos juntando los corredores que íbamos a ser de la partida. Las informaciones hablaban de más de 500 atletas inscritos, pero calculando a ojímetro yo creo que no llegábamos ni a 400 los que nos pusimos en la línea de salida. Lo que si pude deducir por las diferentes indumentarias de los clubs era que había corredores venidos de diversos puntos de la geografía española. Mi sagacidad fue aun más allá y, viendo a varias personas hablando en idiomas diferentes del español y con unas pintas de guiris que no te cuento, también concluí que había participantes oriundos de allende nuestras fronteras. La organización confirmó mis observaciones: había representadas 31 provincias españolas y 9 países. ¿Qué que es lo que atrae a tanta gente de fuera de Ciudad Real a correr este maratón? Ni puñetera idea, pero puede ser un buen tema para una tesis doctoral. Ahí dejo la idea.
II. De cómo era el recorrido y de la benevolencia del perfil
-. Completaban el circuito los dos últimos kilómetros, trazados por una amplia calle sin viviendas, prácticamente recta, que rodeaba el casco urbano y que, tras un par de giros, desembocaba en la entrada del polideportivo.
III. Donde se hace referencia a los ánimos y generosidad de los miguelturreños frente a la pasividad de los ciudadrealinos
Transcurridos los doce primeros kilómetros de la carrera, por mi cabeza pasaba un pensamiento repetitivo que amenazaba con convertirse en un negativo y machacante leit motiv: “¡Que aburrimiento! ¡Si lo sé me traigo un libro!”. Efectivamente, si partimos de que yo no tenía el incentivo de hacer una buena marca y le sumamos el escaso o nulo atractivo monumental de Ciudad Real, el que el trazado discurriera en gran parte por zonas nuevas sin presencia de viviendas y que en la primera vuelta no había nadie (pero nadie) animando o simplemente presenciando el paso de los corredores, tenemos como resultado un primer tramo de maratón más aburrido que un documental de dos horas sobre la migración de la almeja en los cálidos mares del sur.
Sin embargo todo cambió con la llegada a Miguelturra. El pueblo se volcó con la carrera. Los churriegos salieron a las puertas de sus casas a aplaudir y animar en familia, a golpear las tapas de sartenes y ollas con cucharas a modo de improvisados platillos, a llenar las calles de alegría y bullicio. Destacar los “puestos de avituallamiento” improvisados por los vecinos (al menos seis) en los que sobre mesas plegables dispuestas para la ocasión se ofrecían todo tipo de bebidas (cervezas, coca cola, agua, …), comida (cortezas de cerdo, naranjas, plátanos…) y grandes y hondas sartenes con sabrosas migas. También era de agradecer el que, al transitar junto al consistorio, por una megafonía cuya situación no fui capaz de ubicar en los dos pasos que por allí hicimos, anunciaban tu dorsal, tu nombre y tu lugar de procedencia mientras los presentes arrancaban a aplaudir.
Si bien es cierto que durante la segunda vuelta al circuito, en la zona céntrica de Ciudad Real sí que hubo ya una cierta animación, no cabe ninguna duda que Miguelturra derrotó por K.O. a la capital de provincia en lo que a ambiente, trato al corredor y entusiasmo se refiere. Muchas gracias a los miguelturreños o churriegos que, desde mi punto de vista, fueron lo mejor y lo que más recordaré de este maratón.
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IV. De la corrección y eficiencia de los organizadores en sus quehaceres encomendados
La organización del XIV Maratón Popular de Castilla la Mancha (Quixote Maratón) corrió a cargo de la Asociación para el Desarrollo de la Actividad Deportiva (ADAD), la Junta de Comunidades, la Diputación Provincial y los Ayuntamientos de Ciudad Real y Miguelturra, y merece calificarse como muy buena y eficiente.
Los puntos kilométricos estuvieron correctamente señalizados y el cronometraje se hizo mediante el sistema de chip, facilitándose el tiempo de paso por el medio maratón y la marca final (bruta y neta) empleada en completar la prueba.
Los numerosos voluntarios prestaron servicios de apoyo a los corredores a lo largo de todo el recorrido, atendieron a la perfección los diferentes puestos de avituallamiento y de esponjas existentes cada cinco mil metros, colocaron las vallas y conos que delimitaron el circuito y dieron apoyo a los policías locales y nacionales. Estos últimos consiguieron compaginar el curso de corredores y de vehículos, velando siempre por la seguridad de los participantes.
Para arropar la celebración del evento, también se llevó a cabo la IX Carrera Escolar que contó con una gran participación de niños de 51 colegios, y el V Concurso Fotográfico sobre el maratón que incitó la presencia de muchos fotógrafos aficionados a lo largo del recorrido.
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V. Que trata de los avatares y sufrimientos que le sucedieron a Arganzboy por tierras castellanomanchegas
Mi idea era acabar entre las 3h 50min y las 4h 00min. El primer medio maratón, quitando el aburrimiento y que me notaba las piernas un pelín pesadas, fue bastante bien. Los 1:54:46 me daban un pequeño colchón para encarar la segunda parte de la carrera con tranquilidad. Pero como (casi) todos los maratones tienen sus dificultades, el del Quixote no iba a ser una excepción, y esta vez comenzaron a asomar aproximadamente a falta de once o doce kilómetros para la meta. La mañana inicialmente casi perfecta, se había tornado en calurosa (al sol, los termómetros marcaban los 28º), y por más que bebía, sentía una sed continua y la garganta seca. Alrededor del km 34, empecé a tener mal cuerpo. Mi estómago estaba casi lleno de líquido, yo seguía teniendo sed y las nauseas estaban a punto de parecer.
A partir del segundo paso por Miguelturra decidí disminuir la ingesta de agua y bebida isotónica, sustituyéndola por frecuentes enjuagues de boca y refrescantes friegas por cara, cabeza y cuello con la esponja mojada. Los últimos cuatro kilómetros fueron un auténtico suplicio, una lucha continua contra las ganas de dejar de correr y acabar la prueba andando. El mal de muchos fue mi consuelo de tonto: a pesar de ir muy tocado, el seguir trotando me permitió adelantar a un buen número de corredores que iban incluso peor que yo o que habían caído en la tentación de tomar el tren de San Fernando.
Crucé la meta exhausto en 3:52:02 y tuve que sentarme un buen rato a recuperarme. El mal cuerpo continuó durante la vuelta al hotel y la ducha. Una hora y media después volví a ser persona cuando, cediendo al empuje de las nauseas, me vi en la obligación de vomitar gran parte del líquido almacenado.
Sin embargo y a pesar de lo mal que acabé, la mejor noticia fue que al día siguiente estaba muy recuperado y prácticamente sin molestias musculares. Tanto es así que el miércoles ya estaba de vuelta a los entrenamientos. Misterios insondables del mundo del corredor popular.
VI. Donde se concluye en pocas palabras poniendo fin a esta crónica
En resumen, que con buenas condiciones meteorológicas, el favorable perfil del Internacional Quixote Maratón lo hace una buena prueba para intentar asaltar la marca personal de cada cual. Eso sí, que nadie busque en él una carrera animada (salvo los pasos por dominios churriegos) o que transcurra por lugares atractivos por su belleza o historia.
Agradecimientos: a mi mujer por aguantar otro fin de semana con carrera, a los miguelturreños por sus ánimos, y a mi hijo por su recibida tan calurosa, concretamente con 39,5º de temperatura corporal que nos hicieron salir para urgencias pediátricas tan pronto retornamos a Madrid. ¡Cosas de infantes!
Fin
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