1. Introducción histórica
Como ya es costumbre, y como sabrán los seguidores de este blog (si es que hay alguno), comenzaré está crónica con una pequeña introducción etimológica-histórica.
Parece ser que la población de Otero de los Herreros tiene su origen en la época romana. Su nombre original fue Ferreros, denominación que le vino dada porque sus habitantes ejercían la profesión de herreros. Se cree que en aquellos lejanos tiempos ya se extraían y fundían metales, como demuestran los rastros aún existentes de hornos de fundición, pozos, galerías de desagüe y un gran escorial.
A finales del siglo XV el antiguo pueblo, ubicado en un valle húmedo y sombrío, fue abandonado por las condiciones insalubres que presentaba, situándose la nueva población en un otero o cerro aislado que domina el llano. A raíz de este cambio de ubicación surgió el nuevo nombre que aún perdura hasta nuestros días de Otero de los Herreros.
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2. Ficha pseudotécnica
En principio la carrera no entraba en mis planes. La idea inicial era haber participado en el Medio Maratón de Babilafuente, pero un error informativo en la página de la revista Runners hizo que dejara pasar sin quererlo el plazo de inscripción. Tocó entonces buscar una sustituta con urgencia y…¡tachán! allí estaba la Carrera por la Cañada Real Soriano Occidental. Era una oportunidad pintiparada para sacarme la espinita que me dejó la Carrera del Esquileo un mes antes ¡Y me la saqué, vaya si me la saqué! (la espinita, por supuesto). ¡Disfruté como un enano!
La prueba alcanzaba este año su quinta edición y estaba integrada en el V Circuito de Carreras Pedestres Provincia de Segovia junto con las de Torrecaballeros, Palazuelos de Eresma y Sebulcor. Sobre una distancia de 13.500 metros y con una participación de alrededor de doscientos corredores y unos veinticinco senderistas, se realizó por los cordeles y coladas de la Cañada Soriana Occidental. La salida y la meta estaban inicialmente anunciadas en la Plaza del Ayuntamiento, pero tuvieron que ser trasladadas a las afueras del pueblo. La razón fueron las obras de reforma que los otereños están llevando a cabo en ella gracias a los fondos del Plan E.
La organización fue muy correcta, señalizando visiblemente el recorrido, estableciendo dos puntos de avituallamiento durante la carrera y otro en meta y, a pesar de la ausencia de chips, facilitando rápidamente una clasificación con los tiempos muy ajustados a los reales. Además completaron y adornaron el evento con carreras para niños y sorteos de premios.
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Si comparo las dos pruebas del Circuito de Carreras Pedestres de Segovia en las que he participado, llegó a la conclusión de que tratándose de dos carreras muy parecidas, prácticamente sobre la misma distancia, con una participación similar y transcurriendo ambas por cañadas, provocaron en mí sensaciones muy distintas. Mientras que en la Carrera por la Cañada Real Soriana Occidental disfruté de principio a fin, en la del Esquileo sufrí lo que no está en los escritos, aunque gracias a la vena sadomaso que tenemos todos los corredores la guardo en el recuerdo con mucho orgullo y satisfacción (el Rey dixit).
¿Qué factores provocaron estas sensaciones tan dispares? El primero, sin lugar a dudas, la temperatura. El domingo la temperatura no sobrepasó los veintipocos grados. El día, soleado y con una ligera brisa casi imperceptible, era ideal para correr. Nada que ver con los cerca de cuarenta grados que nos fustigaron durante la celebración de la Carrera del Esquileo.
Otro aspecto importante fue el estar preparado para lo que me esperaba. No había participado en ninguna de las cuatro ediciones anteriores de esta prueba ni conocía el recorrido, pero después de la experiencia de Torrecaballeros llegaba yo con ciertas precauciones. ¡De algo había de servir haber pagado la novatada! Bueno, pues con todo y con eso, estuve a punto de cagarla por confiarme. La suave bajada, el buen piso y la anchura del camino por el que tenían lugar los primeros kilómetros, me hicieron dejarme llevar y pensar que toda la carrera sería similar. Pues no. El desvío a la derecha a la altura del kilómetro cinco daba paso a la dura pero bonita realidad. Vamos, que por un pelo no convertí la carrera de Otero de los Herreros en la de “Otero de los Errores” o peor aún, en la de “Otero de los Horrores”.
El tercer factor fue la belleza y lo variado del recorrido. Hubo caminos anchos de firme aceptablemente regular, aunque sembrados de piedras y adornados con surcos. Recorrimos también sendas estrechas, con suelos de tierra casi arenosa y seca, rodeadas de árboles y arbustos altos por las que sólo era posible transitar en fila de a uno. Cruzamos una preciosa dehesa con un paisaje que alternaba árboles y rocas. Sufrimos con subidas y bajadas por pendientes escarpadas en las que no existía un camino definido y cada uno inventaba el que más le convenía. Atravesamos extensos secarrales de color oro pálido. En resumen, un recorrido duro y exigente para los que estamos acostumbrados al asfalto, pero hecho con mucho gusto para enganchar a los que nos estamos iniciando en esta clase de carreras.
Una última causa pudiera ser que la prueba se celebró por la mañana, por lo que no tuve la posibilidad de meterme entre pecho y espalda ese plato de Judías de La Granja que si degusté unas pocas horas antes de la Carrera del Esquileo. Quieras que no, esta vez iba más ligerito, lo que sin duda me ayudo a superar las cuestas con mayor solvencia.
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4. ¿Hasta cuando la serie?
Como decía al principio, la temporada de “Un país en la mochila” tiene visos, si todo va bien, de seguir prolongándose. Me da mucha pereza volver al asfalto madrileño, así es que el plan previsto pasa por una boda en Sigüenza este fin de semana, el medio Maratón de Marchamalo al siguiente y el Maratón de Castilla la Mancha a finales de octubre. Veremos si todo va bien y las previsiones se cumplen. ¡Crucemos los dedos!
Nota: Como casi siempre, tomé fotos durante y al final de la carrera. Además de las que ilustran esta entrada podéis ver más AQUÍ
¡Sleep Bye!
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