viernes, 12 de octubre de 2012

VII Medio Maratón de Montaña Solidaria de Madrid

En la parte más chunga (Foto: Arganzboy)
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1. Mi segundo debut

El pasado fin de semana tocaba poner a prueba el cuerpo en el VII Medio Maratón por Montaña Solidario de Madrid, mi segundo debut en la prueba tras participar por primera vez en la misma el año pasado. Si, habéis leído bien, mi segundo estreno en esta carrera. La explicación a la aparente contradicción es sencilla y os la expongo acto seguido.

En la edición de 2011 el evento en cuestión se desarrolló envuelto en una niebla tan densa que a partir de determinada altura (no mucha), no se alcanzaba a ver dos palmos más allá de las narices propias. Y que conste que yo jugaba con ventaja, pues mi nariz es de un tamaño considerable…pero eso es otra historia. El caso es que exceptuando aquellas zonas más próximas a la base de la montaña, durante el resto de la carrera apenas se pudo vislumbrar el camino por el que transitaba la competición y mucho menos divisar un ápice del entorno natural en que estábamos inmersos.

Sin embargo este año el día de la prueba amaneció totalmente despejado y con un sol radiante, pudiendo los que allí nos dimos cita disfrutar del hermoso paisaje que nos rodeaba y contemplar en toda su extensión, longitud y pendiente las cuestas que teníamos que meternos entre pecho y espalda.

La consecuencia de esta gran diferencia en las condiciones meteorológicas reinantes en uno y otro caso fue que, a pesar de mantenerse el trazado sin ningún cambio (creo), la carrera de este año no se pareció absolutamente en nada a la celebrada doce meses antes ¡Fue como quitarse unas gafas que solo te dejaran ver hasta cinco metros de distancia! De ahí mi afirmación inicial de que debutara por segunda vez en el medio maratón somoserrano.

De hecho y para reforzar mi idea, si tenéis las ganas y la paciencia de comparar el rollo que os voy a contar a continuación con la crónica (también rollo) que escribí con ocasión de mi experiencia en 2011, es muy posible que encontréis no pocas diferencias e incluso alguna contradicción entre ellos.

Esperando el disparo de salida (Foto: Organización)
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2. Del cero al seis

En esta ocasión el Medio Maratón por Montaña Solidario de Madrid tenía lugar varias semanas antes que el año pasado, mientras que la hora de salida se había retrasado en treinta minutos (a las 10:30h en lugar de a las 10:00h). El cambio de fechas lo hizo coincidir con el Cross de la Pedriza, otra carrera de montaña que tiene lugar en la comunidad madrileña. Esta circunstancia no repercutió sin embargo en el número de participantes, posiblemente porque dadas las claras diferencias existentes entre una y otra prueba (más dura y técnica la de La Pedriza), los públicos a los que iban dirigidas eran muy diferentes.

Esta vez se mejoró el proceso de entrega de dorsales y no se formó la cola del año pasado. Así los poco más de cuatrocientos atletas montañeros y aprendices de montañeros estábamos a la hora señalada esperando el disparo de salida. Una vez sonó, todos nos pusimos en marcha hacia las primeras rampas.

Los seiscientos metros iniciales los recordaba bien. Se trataba de un camino estrecho de pronunciada pendiente, “techado” por las ramas de los robles que nacían en sus márgenes y con una capacidad muy limitada para absorber al pelotón de corredores al que todavía no había dado tiempo a estirarse. En su comienzo el firme presentaba una capa de hormigón, pero enseguida se convertía en un camino de tierra cruzado por varios riachuelos que no contenían su caudal y enfangaban parte del terreno. En esta ocasión contábamos con la ventaja (supongo que debida al adelanto en las fechas de celebración) de que las hojas de los árboles todavía no habían caído de las ramas, por lo que las “trampas” del camino (piedras, ramas, agujeros, etc…) eran visibles y por tanto fáciles de esquivar.

Al alcanzar el final de esta primera dificultad, se salía a campo abierto para entrar en una pista forestal amplia que permitía ir buscando posiciones más acordes al ritmo de cada uno y que nos llevaría hasta el primer avituallamiento ubicado alrededor del punto kilométrico 4,500. En una primera parte esta pista alternaba pendientes bastante considerables, unas veces hacia arriba y otras hacia abajo, destacando entre las primeras dos subiditas con el piso hormigonado que me obligaron a echar pie a tierra y recorrer algunos metros andando. Justo tras finalizar la segunda de ellas se alcanzaba un pinar a partir del cual el perfil era en continuo ascenso (salvo algún pequeño respiro) relativamente llevadero a excepción de las curvas en forma de revuelta que había que negociar.

Llegado al primer avituallamiento, mis sensaciones eran muy positivas. Tenía la impresión de que la distancia se me había hecho más corta que el año anterior y la certeza de que había tenido que andar bastante menos que en mi otro debut.

Apenas cincuenta metros más allá, una cinta atravesada en el suelo nos indicaba que debíamos abandonar la pista y girar a la derecha tomando una especie de sendero de bastante inclinación que trepaba por la ladera de la montaña en línea recta. En la pasada edición cuando uno encaraba este tramo no sabía lo que le esperaba: la niebla cubría todo y solo tenías la opción de subir y subir hasta que aquello se acabara. Esta vez no era así. Si uno miraba hacia el frente podía ver perfectamente lo que le quedaba por delante. Cerca de mil metros de gloriosa subida en los que cálculo se debían superar algo más de doscientos metros de desnivel positivo. Y todo ello del tirón, sin ningún descanso.

Sin duda el conocer y esperar esta dura subida de antemano me ayudo a negociarla con solvencia, mejor que muchos de los contrincantes que llevaban hasta entonces un ritmo similar al mío. Al final del cuestarrón, aún se recorrían unos hectómetros adicionales en ligera subida y campo a través antes de reincorporarnos a un nuevo tramo de pista forestal. Así a ojímetro debíamos haber completaddo cerca de seis mil metros desde la salida.

Llegando a las Tres Provincias (Foto: organización)
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3. Del seis al trece

Desde este punto y hasta la cumbre de las Tres Provincias, punto más alto de la prueba, todo resulto ser “nuevo” para mí. El año pasado en esta zona era donde mayor densidad alcanzaba la niebla, tanto que a veces uno llegaba a tener dudas de si subía o bajaba. Esta vez era diferente. Con una visibilidad perfecta, el paisaje era digno de admirarse y uno tenía constancia de la altura que habíamos tomado viendo la A-1 allá abajo semioculta entre montañas.

Calculo que durante poco más de dos mil metros seguimos ascendiendo por pendientes más o menos llevaderas que pude superar corriendo, salvo en el caso de dos rampas no muy largas pero si lo suficientemente empinadas como para preferir completarlas en el "tren de San Fernando". Precisamente al llegar al final de la segunda, una nueva cinta de plástico cruzada sobre la tierra de la pista forestal nos indicaba que debíamos abandonar la misma y comenzar un pequeño tramo de campo a través. Después de unos doscientos cincuenta metros se llegaba a la cumbre de la Tres Provincias y al avituallamiento que allí se ubicaba.

Mientras degustaba un trozo de barrita de cereales y un vaso de agua, me tomé unos segundos de disfrute y análisis. A 2.129 metros de altitud me di una vuelta de 360ª sobre mi mismo para contemplar una panorámica de las vistas que se tenían desde la cima, aquellas que en la edición anterior me quedé con ganas de ver debido a las adversas condiciones meteorológicas. También aproveché para hacer un rápido balance/chequeo mental. Me había encontrado con fuerzas durante toda la subida y había echado a andar en menos ocasiones que el año anterior. No tenía referencia en cuanto a los tiempos empleados pero si me había sentido cómodo y había andado menos, lo lógico es que mi marca fuera hasta ese momento mejor a la de mi anterior participación.

Por último y antes de reemprender la marcha, me descalcé y me coloqué correctamente los calcetines que estaban retorcidos y arrugados. Esto ya me ocurrió en la pasada Carrera de Montaña de las Dehesas, así es que me temo que esos calcetos no volverán a acompañarme en ninguna otra carrera de montaña. Estos quehaceres me llevaron un tiempo considerable que me hizo perder no pocas posiciones. No era mayor problema, había tiempo y espacio suficientes para recuperarlas.

Desde el punto kilométrico 8,500 al 13,000 (siempre aproximadamente) se extendía un largo descenso que pasaba por distintas fases. La primera era la más difícil de gestionar. De pronunciada pendiente, su superficie estaba cubierta en gran parte de piedras sueltas de tamaño considerable que amenazaban con hacerte dar con tus huesos en el suelo al menor despiste. En la segunda parte la piedras desaparecían y entre la cuestas abajo se intercalaban pequeños llanos e incluso alguna subida que hacían trabajar más de lo necesario. Por último, en su última fase la bajada recorría una especie de cortafuegoscon un piso un tanto incomodo de transitar. Con la experiencia de la edición anterior y con el fin afrontar el resto de la competición con garantías de éxito, durante todo el descenso no me cebé en ningún momento y no hice ningún gasto extra, reservando todas las energías que me fue posible.

Por la pista forestal antes de iniciar el útlimo descenso (Foto: Organización)

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4. Del trece hasta la meta

Al final de la bajada se entraba en una nueva pista forestal que ya no abandonaríamos hasta prácticamente la llegada a meta. Los siguientes cuatro mil metros eran de una subida tendida pero continua y machacante. Recordaba que aquí es donde más había sufrido el año anterior, teniendo que echar andar en más de una ocasión. Esta vez con las fuerzas más enteras, el objetivo era no parar de correr, así es que puse una marcheta que fui adaptando a las circunstancias y al terreno. La estrategia debió ser la correcta pues adelanté bastantes posiciones y solo anduve unos metros para mojarme tranquilamente el gaznate con el agua del bidón que porté a mi espalda.

Unos hectómetros antes de culminar el tramo de ascenso, transitamos por el tercer punto de avituallamiento, que en realidad era el primero pero tomado en sentido contrario. Solo quedaba ahora desandar los casi cinco primeros kilómetros de carrera.

Este último tramo en descenso presentaba en su inicio un desnivel pronunciado y curvas cerradas. Con lo que llevábamos ya a nuestras espaldas, las patas andaban un poquillo cascadas y no resultaba muy cómodo tener que ir reteniendo la marcha, pero sin duda personalmente seguía yendo con mejores sensaciones que en 2011. Recuerdo como en aquel entonces las piernas estaban rígidas, sin amortiguación, y cada zancada acababa con un zapatillazo contra el suelo que me repercutía por todo el cuerpo.

Un poco más adelante, llegando al pinar al que hice referencia casi al principio de la crónica cuando hablaba de los kilómetros iniciales del medio maratón, la bajada se suavizaba e incluso se alternaba con alguna cuesta arriba no muy larga pero si fastidiada. Es curioso como cuestas que bajas al principio sin fijarte en ellas y sin darlas ninguna importancia, se convierten en auténticos muros cuando tienes que subirlas veinte kilómetros después. Superada ya la última dificultad, se entraba en el pasillo arbolado del principio y se enfilaba hacia la línea de meta. Por allí miré mi reloj y me llevé una grata sorpresa: o me pegaba un piñazo en los últimos metros o iba a rebajar con claridad el tiempo conseguido en la anterior edición. Con esa buena nueva crucé bajo el arco hinchable de la llegada (por cierto, lo hice agachado porque en esos momentos el arco se estaba cayendo) posiblemente con las mejores sensaciones con las que nunca he acabado ninguna carrera de montaña.

Tras entregar el chip, crucé la antigua carretera nacional y me dirigí al frontón cubierto donde ofrecían líquido (caldo y agua) y comida (tortilla de patatas, rodajita de salami y rosquillas) para reponer fuerzas.

Resumiendo, una prueba no muy dura, con baja dificultad técnica, cerca de Madrid capital, con buen ambiente, bien organizada y con bellos paisajes. Pintiparada para aquellos que se quieran iniciar en la carrera de montaña.

Avituallamiento final (Foto: Arganzboy)
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5. Despedida y cierre

Tres apuntes antes de despedirme. Acabé más que harto del bidoncito de agua a la espalda. Mira que me apretaba fuerte el portabidones alrededor de la cintura, pero nada, a los pocos segundos comenzaba a trepar tripa arriba hasta colocárseme cerca de los sobacos. ¿Alguien conoce alguna solución para evitar esta circunstancia?

Segundo apunte. Los kilométros no estuvieron señalizados y, como ya sabéis, yo no llevo "gromenauer" que mida distancias. Por ello cuando a lo largo de la crónica hago referencia a algun punto kilométrico o a la longitud de un tramo, tened en cuenta que lo estoy haciendo con buena voluntad pero a ojo de buen cubero.

Por último decir que completé el medio maratón en un tiempo neto de 2:09:05, ¡Siete minutos y dos segundos menos que en 2011! Pero lo mejor llegó cuando al día siguiente vi la clasificación: ocupé el puesto 44 de un total de 404 llegados a meta. Vamos, que estoy por enmarcar la clasificación y colgarla en la pared del salón entre el Picasso y el Gauguin.

Sed felices.



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En capítulos anteriores...

VI Medio Maratón de Montaña Solidario de Madrid (2011)

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4 comentarios:

fosete dijo...

Vaya foto la del avituallamiento final.
Siete minutos menos que el año pasado es bastante.

Un saludo

David dijo...

Hola,enhorabuena por la marca y la carrera,yo tambien estuve y la recomiendo a todo el mundo que está empezando en este tipo de carreras.Excelente crónica.Saludos.

NACHO dijo...

Aúpa¡¡¡¡
Pues me quedé con ganas de correrla, y por lo que he leido merece bien la penma, eso sí, si el día está despejado, verdad???
aunque eso de no saber lo que te espera 5 metros más allá, tambien tiene su puntito¡¡¡
enhorabuena por esa carrera¡¡

yonhey dijo...

Pues todo un tiempazo, es una carrera buena para iniciarse pero con buenas cuestas, aunque no sea técnica.
Yo tengo una pendiente con esta tras el año pasado, pero este se cruzó con la Roncesvalles-Zubiri y no lo cambié.
Salu2, no sé si te veré el finde próximo en El Escorial.