sábado, 17 de septiembre de 2011

XXV Carrera de Montaña "Las Dehesas"


¡Voy el primero! (juas, juas). Foto gentileza de la organización

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Después de estrenarme por los montes de Toledo, de patear las cumbres escurialenses y de culminar con éxito el Paso del Onso, tocaba ir un poco más allá y enfrentarme a la XXV Carrera por Montaña “Las Dehesas”. Sin duda alguna esta ha sido de las cuatro pruebas de montaña que he disputado hasta el momento la más dura. Ahí va la historia.

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1. De lo acontecido antes de la carrera

A priori las expectativas no eran muy halagüeñas. La noche anterior había vuelto de unos días de asueto por tierras menorquinas, acostándome pasadas las 3:00 AM. La razón fue un retraso de una hora en el vuelo que nos traía de vuelta a Madrid y el tener que esperar más de ochenta minutos a que nuestras maletas tuvieran a bien salir por la puñetera cinta transportadora de equipajes. En resumen, que no llegó a tres horas lo que pude dormir.

A esto había que sumar que la semana y poco que había estado en la isla me había pegado una buena zurra a correr, con una elevada cantidad de kilómetros para lo que en mi es habitual y por terrenos bastante exigentes a los que no estoy acostumbrado.

Para compensar el cansancio de piernas y la falta de sueño, contaba con la gran ilusión de volver a participar en otra prueba de esta modalidad que tan tarde he descubierto y con la que tanto estoy disfrutando. ¿Sería bastante? Lo fue. Otro claro ejemplo de la filosofía “sarna con gusto no pica”.

Aunque llegué un poquillo pegado de tiempo a la salida, tuve margen para observar a los que allí nos dábamos cita y, como novatillo que soy, tomar notas e intentar seguir aprendiendo. Aún teniendo en cuenta que cada uno es de su padre y de su madre, si percibí ciertos elementos que se repetían en bastantes participantes:

- Las camisetas de manga corta predominaban sobre las de tirantes o sin mangas. Es posible que la próxima vez opte por una de ellas. En las zonas de mayor altitud la temperatura era más baja y soplaba un vientecillo fresco, por lo que se agradecía llevar una camiseta cerradita. Además en el tránsito por senderos estrechos era fácil rozarse con ramas de árboles o arbustos y la manga corta protege un poco más.

- Las medias son preferidas a los calcetines y si pueden ser negras mejor que blancas. La razón exacta la desconozco, pero a mi me gustan más porque como buen urbanita que soy, me fastidia mucho que las hierbas rocen mis delicadas piernecitas. Mis medias son blancas pero creo que adquiriré unas negras: son de un color más “sufridito” (que diría mi madre) y se ensuciaran menos que las “merengues” ¡Qué luego tengo que “de frotar y de frotar” para que retomen su color original!

- Eran frecuentes los portabidones y los geles y barritas energéticas. Yo finalmente opté por primera vez por correr con el bidón en la cintura y creo que fue un acierto. A pesar de que existieron cuatro avituallamientos con líquidos (isotónicos y agua) y alimentos (plátano, naranja, chocolate y frutos secos), tiré de mi botellita unas cuentas veces y eché de menos comer algo más. En la próxima aventura probaré a llevar algo de papeo.


Subiendo por la Calzada Romana. ¡A ver si la asfaltan de una vez que está muy deteriorada!
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2. De lo acontecido durante la carrera
 
La XXV Carrera por Montaña “Las Dehesas” estuvo muy bien organizada por el Club Deportivo y Cultural de Empleados del Banco de España y fue puntuable para la “Copa de Madrid de Carreras por Montaña 2011” y para la “XX Copa de Hierro Peñalara de Carreras por Montaña”. La distancia a recorrer era de unos 22.200 metros, con un desnivel acumulado de 1.300 metros.

La salida estaba ubicada junto al inicio da la Calzada Romana y allí nos dimos cita poco más de doscientos corredores que, tras pasar un control de dorsales, tomamos la salida unos minutos después de las 9:00 AM.

Posiblemente la primera parte de la prueba fuera la más exigente de todo el recorrido. Y es que inmediatamente cruzada la línea de salida comenzaba un continuo ascenso de cuatro kilómetros y medio en los que se salvaba una diferencia de altura de más de 700 metros. Al principio el firme era más o menos asequible al transitarse por el empedrado mejor conservado de la antigua calzada romana. Sin embargo poco después se pasaba a un terreno compuesto por grandes piedras sueltas y angulosas por el que resultaba muy difícil circular. A esas alturas (más o menos el kilómetro dos), muchos ya alternabamos el correr con el andar con predominio de este último. ¡Y que conste que no lo hice desde la salida por vergüenza torera!

En el punto kilométrico 2,850 llegamos el Puerto de la Fuenfría donde se sitúaba el primer punto de control y avituallamiento. A partir de aquí el pelotón de corredores se canalizaba a través de en un estrecho sendero que subía casi en línea recta por la amplia y despejada ladera, y en el que todos íbamos andando y en fila de a uno. Tras unos setecientos metros de duro ascenso en el que prácticamente de forma continua apoyé mis manos sobre las rodillas para sobrellevar el esfuerzo, se alcanzaba un primer pico tras el que comenzaba una pequeña bajadita hasta Collado Minguete. Allí la cosa volvía a ponerse cuesta arriba hasta alcanzar el Montón de Trigo.

Esta nueva parte de la ascensión se hacía por un terreno muy abrupto que te obligaba a pasar entre grandes bloques de piedra y, en la parte final, por encima de ellas. En varios puntos antes de la cima tuve que ayudarme de las manos para poder superar algunas de las rocas. Coronado el Montón de Trigo se iniciaba un descenso de unos seis mil quinientos metros de longitud.

Los primeros metros de esta larga bajada son lo más técnico a lo que yo me he enfrentado hasta el momento. Las grandes piedras por las que habíamos subido momentos antes se repetían ahora al comienzo del descendimiento. Aquí el saber hacer, el valor y la experiencia eran un grado. Mientras yo bajaba con más miedo que vergüenza casi arrastrando el culo por la superficie pétrea, muchos de los que hasta ese momento precedía me superaban fácilmente dando brincos sobre los peñascos. “Un mal paso y se hostian pero de verdad” pensaba para mis adentros. Pero que va. Bajaban con confianza y con más seguridad de lo que lo hacía yo. Con todos mis respetos, eran auténticas cabras.

Superado el difícilmente transitable canchal, unos metros después pasabamos junto al indicador del punto kilométrico cinco. Miré el reloj y ví que llevaba empleados sesenta minutos y unos cuanto segundos ¡una hora para completar cinco mil metros! A ese ritmo iba a tener que llamar a casa para que no me esperaran a cenar.

Durante la casi continua bajada, los intervalos de gran pendiente con tierra y piedras sueltas se alternaban con otros más sencillos. Como es mi costumbre, iba perdiendo posiciones en las zonas de mayor dificultad técnica que recuperaba cuando el desnivel se suavizaba. Más allá de lo puramente atlético, el entorno era precioso. Aunque al tener que ir mirando continuamente donde pisabass no te permitía disfrutar enteramente del paisaje, el descenso desde el Collado de Tirobarra a Fuente de la Reina primero y desde allí hasta la Casa de la Pesca después, era simplemente espectacular. Correr por el camino de tierra que se internaba en formidables pinares y por el que de vez en cuando cruzaba algún riachuelo era una verdadera delicia.
Desde la Casa de la Pesca, punto con menor altitud de todo el recorrido, tocaba volver a subir. Ahora se hacía generalmente por caminos anchos e incluso por algún trocito medio asfaltado que existía justamente después del avituallamiento de la Pradera de Navalazor. En los trechos más exigentes optaba por andar, pero aún así iba recuperando bastantes posiciones. Desde la Pradera de Navalviento (kilómetro 15,500) hasta el Puerto de la Fuenfría (kilometro 17,800) el ascenso se suavizaba y se realizaba por una amplia pista (¿Carril del Gallo?) en la que nos cruzamos con bastantes ciclistas.

Pasado el último avituallamiento en el Puerto de la Fuenfría se entraba por fin en una zona de llano que picaba ligeramente hacia abajo. A esas altura yo iba ya muy tocado. Notaba las piernas muy cargadas y me costaba un triunfo seguir corriendo. Aun así, el poder mantener un ritmo constante gracias al llano hizo que me recuperara un pelín y que incluso adelantara tres posiciones más.

Cuando esperaba que la cuesta abajo se hiciera más favorable y el trazado siguiera discurriendo por la amplia pista hasta la meta, al llegar al Collado de Marichiva (kilómetro 20,000) se tomaba un desvío a la izquierda que cambiaba completamente el panorama. La prueba entraba en un camino que descendía de forma bastante pronunciada serpenteando entre árboles y sobre una superficie de tierra adornada con muchas piedras y raíces. Estos últimos dos mil doscientos metros fueron quizá la zona de mayor dificultad técnica tras la cumbre del Montón de Trigo, y con las “piernas tontas” por lo que ya llevaban acumulado se convirtieron en un auténtico e interminable suplicio. Lo positivo para mi es que durante esta bajada fui capaz de mantener el tipo y solo perdí una posición.

Tras superar el último escollo, alcancé la línea de meta con bastante fatiga en la respiración y muy cansado. El tiempo empleado finalmente fue de 2:55:37 y el puesto ocupado el 89 de un total de 190 llegados a meta. Bastante mejor de lo que esperaba.

Foto cortesía de los organizadores
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3. Unas líneas para hablar de la organización

Como ya hice referencia anteriormente, la carrera está muy bien organizada Club Deportivo y Cultural de Empleados del Banco de España. Se da facilidad para realizar la inscripción por internet o bien presencialmente en varias tiendas de deportes. El número de participantes está limitado con buen criterio a 250 corredores, cupo que se alcanzó unos días antes de la celebración de la prueba. Existe zona de aparcamiento cerca de la salida, aunque al tratarse de un entorno natural conviene no ir muy tarde para no tener problemas para encontrar sitio. La entrega y control de dorsales previa a la salida se realizaron sin esperas.

Ya en carrera, el recorrido fue perfectamente señalizado y delimitado sin posibilidad de pérdida. Los cuatro avituallamientos estuvieron correctamente ubicados y muy bien surtidos: agua, bebida isotónica, chocolate, plátano y frutos secos se servían en vasos y platos de plástico en todos ellos. En meta, el menú se ampliaba con orejones y latas de refresco. Allí también te entregaban una camiseta técnica y una mochila, y si esperabas a la entrega de trofeos podías participar en un sorteo de material deportivo de montaña. En definitiva un trato cercano y exquisito que se completó en su página web con la rápida publicación de las clasificaciones y de las fotos que tomaron durante la prueba y que, como siempre, hacen mucha ilusión. Vaya desde aquí mi reconocimiento y agradecimiento a todos los que pusieron en pie la XXV Carrera de Montaña “las Dehesas”.

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4. De las conclusiones extraídas tras la carrera.

Esta es sin lugar a la duda la prueba de montaña más dura de las cuatro en las que he participado hasta el momento. Aun regulando (creo) bastante bien, los últimos cinco mil metros iba muy cascado tanto de respiración como muscularmente. Muchas subidas y bajadas eran muy exigentes con las piernas y, aunque voy cogiendo experiencia, creo que para poder afrontar este tipo de carreras con más garantías me convendría realizar ejercicios que fortalecieran mi tren inferior. El lunes me levanté con un dolor de cuadriceps que me río yo de las agujetas que he tenido tras algunos maratones. No he podido correr hasta cuadro días después y todavía a día de hoy tengo alguna molestia.

Hasta ahora también es la más variada y completa de las que he corrido. Tiene subidas y bajadas de gran pendiente y otra más tendidas, intervalos de mayor dificultad técnica y otros más sencillos, pistas amplias, caminos estrechos, sendas, diversidad de paisajes todos de gran de belleza, zonas abiertas de monte bajo, tramos sombreados por grandes superficies arbóreas, praderas, caminos pedregosos, etc…

La Carrera de Montaña “Las Dehesas” me volvió a servir para constatar que cuando llegan los descensos un poco complicados, los negocio muy lentamente y me adelantan muchos contrincantes. No obstante y quitando la zona de peñascos en el descenso del Montón de Trigo, creo que algún pequeño avance he conseguido. A ver si lo voy confirmando en el futuro.

También se repitió que las mismas posiciones (o alguna más) que pierdo bajando las recupero cuando llegan las subidas o alguna parte de llano o descenso tendido. Pero mi mayor avance es que cada vez creo que combino mejor los tramos corridos con los andados. He vencido el “reparo interior” que tuve al principio, y cuando veo que lo necesito no tengo ningún inconveniente en caminar unos metros (o los que hagan falta) para recuperar el trote una vez salvada la dificultad. La experiencia va dando sus frutos.

En resumen, excepcional carrera en la que como ocurrió en el Paso del Onso y, en menor medida quizás en San Lorenzo de El Escorial, he vuelto a disfrutar de unas sensaciones que no había tenido nunca y que se parecen (aunque no son iguales) a las de aquellos primeros maratones que completé. Espero poder seguir sintiéndolas durante mucho tiempo.

¡Esto es todo, esto es todo, esto es todo amigos!


Afrontando la subida al Montón de Trigo (By Arganzboy con su móvil)
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Nota: A pesar de ser madrileño, he de reconocer con vergüenza que no conozco la sierra de mi comunidad. Por esta razón os ruego me perdonéis si al hablar de la carrera he bautizado algún punto del recorrido con un nombre que no le corresponda.


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2 comentarios:

Manuel Díaz dijo...

¡Hola!
¿Por qué?
Saludos
Manuel

yonhey dijo...

Enhorabuena por la carrera, ese mismo día yo hice una del mismo tipo, la Sorginen lasterketa, muy similar aunque un poco mas larga y semejante desnivel. También estuve 4 días jodido con las peores agujetas que he tenido nunca. Ya estoy en un gimnasio para poner remedio para próximas carreras de montaña.
Salu2, lo importante es acabar y disfrutar.