viernes, 29 de abril de 2011

Crónica y alrededores del XXXIV Maratón de Madrid (y II)

La foto es cortesía de Oksana

He aquí por fin el segundo y último capítulo acera del XXXIV Maratón de Madrid. Si el primero versaba más sobre los alrededores, este es el de la crónica pura y dura. Si me descuido no lo acabo. Han pasado casi quince días y entre la falta de tiempo, la Semana Santa y los Madrid-Barça, no había forma de finiquitar el tema. Con esta entrada cierro el maratón madrileño por este año y empiezo a pensar en próximas competiciones. ¡Ahí va el "tocho"!


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1. Desde que se empieza hasta que se llega a la mitad

Como decía al inicio de la primera entrega, después de que el año pasado me lo perdiera a causa de la “graciosa” sesamoiditis, tenía muchas ganas de volver a correr el Maratón de Madrid. Considerando que mi estado de forma se mantiene más o menos en el mismo nivel desde hace unos meses, el planteamiento era similar al de las últimas pruebas sobre la distancia en las que he participado: salir tranquilo y a disfrutar para completarlo en un tiempo que oscilara entre las 3h 50min y las 4 horas. Esta vez partía en compañía Bruce, mi pareja de hecho en buena parte de los maratones en los que he participado. Su idea era lograr terminarlo por debajo de las cuatro horas, con lo que todo pintaba a que nos deberíamos “aguantar” gran parte de la carrera.

A falta de diez minutos para las nueve nos dirigimos a la zona de salida. Debido al poco espacio existente y al gran número de corredores, quedamos en un inicio colocados junto al cartel que indicaba el área a ocupar por aquellos que pensaran acabar la carrera en cinco horas. Aprovechando los huecos conseguimos avanzar unos metros y finalmente tomamos la salida a la altura del indicativo de las cuatro horas y media. Desde que oímos a lo lejos el disparo hasta que realmente cruzamos la línea de salida en la Plaza de Colón transcurren cuatro largos minutos. ¡Comienza la aventura!

Los primeros kilómetros me resultan siempre un poco incómodos. Todavía el cuerpo está “raro”, poseído por esa sensación nerviosa que durará un rato más. No vas pendiente de correr, sino que ocupas la mente en repasar que todo esté correcto (los cordones bien atados, las pastillas de glucosa en el bolsillo, que los calcetines no rocen,…) mientras tienes cuidado de no tropezar con ningún otro participante, de no meter el pie en ningún agujero o de no engancharte con alguna camiseta o plástico que hayan tirado los que te han precedido y que no veas debido a la multitud en la que estás inmerso. Aún así, cerca de Nuevos Ministerios, un corredor empujando un carrito de niño que venía detrás de nosotros tocó con la rueda delantera el pie de Bruce que a punto estuvo de irse al suelo. No voy a entrar ahora en este tema, pero considero que los primeros kilómetros del Maratón de Madrid no son los más adecuados para la práctica del carriting.

En el giro del Santiago Bernabeu nos separamos de los diezmileros. Nos dedicamos un aplauso mutuo (¡que bonito, cuanto nos queremos!) y nos desean suerte. Unos metros más adelante paro y me marco una interminable micción. Hasta el avituallamiento no vuelvo a alcanzar a Bruce. Los primeros cinco kilómetros nos han llevado 28:08 min (5:37 min/km). A la postre serán los más lentos de toda la mañana.

A partir de Plaza de Castilla ya noto que mi cuerpo va encontrando el tono. Es la parte con menos expectación de la carrera por lo que se agradece que esté al principio. Los kilómetros van cayendo y Bruce va cantando los tiempos de paso. La verdad es que, aunque somos conscientes de que hemos aumentado el ritmo quizás más de lo necesario para alcanzar nuestros objetivos, nos dejamos guiar por las sensaciones y no hacemos ni puñetero caso a los parciales. Cuando son más rápidos los achacamos a las cuestas abajo y cuando son más lentos a las cuestas arriba. Reflexión simple pero que nos vale para engañarnos. Total que pasamos por el kilómetro diez en 54:54 min (26:46 los segundos cinco mil) lo que supone una media de 5:29 min/km.

Con la llegada a la abarrotada glorieta de Cuatro Caminos, comienza la que posiblemente es la parte que más me gusta de esta prueba. Los seis mil metros que van desde allí hasta el final de la C/ Mayor, tienen un perfil bastante llevadero y la animación se incrementa de forma exponencial. Destacan el paso por Guzmán el Bueno con la música y las rosquillas caseras de Guille & Family, la bajada por la Gran Vía y, por encima de todo, el ambientazo de la Puerta del Sol. Lástima que el colofón a este tramo no fuera en esta edición el tránsito junto al Palacio Real sino un descenso a los infiernos en forma de visita al túnel de Bailen.

Al parecer la coincidencia horaria con una procesión (con la iglesia hemos topado) hizo que se cambiara el recorrido y pudiéramos disfrutar del “arte municipal alternativo madrileño”. La vista de la fachada del regio palacio fue sustituida por una panorámica del túnel al estilo “Madrid Visión”, pudiendo contemplarse una espectacular columnata gallardónica a la izquierda y un pedazo muro de hormigón de comienzos del emetreintismo que se extendía interminable a nuestra derecha. Todo el conjunto estaba cubierto por una buena capa de los residuos que a diario expulsa el tráfico rodado que allí se da cita. El tramo subterráneo presentaba además unas condiciones ambientales similares al clima tropical (húmedo y calentito) y una iluminación tenue y romántica. Vamos, un vergel en el desierto maratoniano.

A la salida a la superficie nos encontramos de morros con el kilómetro veinte (tiempo de paso 1:48:16), y un poco más avanzada la C/ Ferraz con la pancarta que señalaba el medio maratón. Habíamos completado la primera mitad de la prueba en 1:54:13, a un ritmo de 5:24 min/km. Salvo una pequeña molestia en el dorso de mi pie izquierdo, todo iba perfectamente. Bruce había conseguido un pequeño colchón para el asalto a las cuatro horas y yo también estaba en el intervalo previsto. Todos contentos.

La foto es cortesía Guillermo Gallego

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2. Desde que se llega a la mitad hasta que se acaba

Los siguientes kilómetros hasta la llegada de la Casa de Campo son un periodo de transición. El descenso en un largo zig-zag hacía el Manzanares se agradece porque la piernas empiezan ya a dar señales cansancio, normal cuando las tiradas más largas en la preparación no han pasado de la distancia de un medio maratón. En la pronunciada bajada por el Paseo Camoens me veo obligado a parar con el fin de aflojarme el cordón de la zapatilla izquierda y ver si así se alivia el dolorcillo del píe. No da resultado. Sea lo que sea me temo que tendré que sobrellevarlo hasta el final. Un par de hectómetros antes de llegar a la rebosante de espectadores Glorieta de Príncipe Pío, cruzamos el kilómetro veinticinco. Llevamos 2:18:33 de carrera, y hemos completado el ultimo cinco mil en 26:22.

La Casa de Campo es desde siempre la parte de la carrera a la que más temo. Ella es la que decide como será lo que resta hasta meta. Si sales bien, tienes muchas posibilidades de alcanzar la meta con éxito. Si la abandonas tocado, puedes estar seguro que te queda un suplicio hasta el Retiro. Esta vez tocó cara. Quizá ayudó a hacerlo más llevadero el conocimiento al dedillo de la zona gracias a las innumerables vueltas que el verano pasado di en bicicleta por la parte que ahora recorríamos a pie.

La cuesta que nace en el lago y que sirve para unir el pulmón verde madrileño con la Avenida de Portugal es impresionante y la animación increíble. El paralelismo con una etapa de montaña ciclista es claro. La gente se agolpa a ambos lados estrechando el camino mientras aplaude, vitorea y hace fotos. Algunos corredores echan pie a tierra o tiran de riñones para superar la pendiente. Los que vamos más enteros buscamos los espacios y adelantamos posiciones sin ninguna resistencia. ¡Que momentazo!

Al coronar el “puerto” levanto el pie y echo la vista atrás para encontrar a Bruce. No lo veo. Espero unos segundos y sigue sin aparecer. No puede ser que en tan poco espacio le haya sacado tanta distancia. Vuelvo a girarme, prácticamente me paro, pero no se le ve. Tengo la sensación de que me ha dejado ir ya que hasta entonces había aguantado el ritmo que llevábamos sin ningún problema. Han sido treinta y dos kilómetros en compañía. Toca afrontar los últimos diez en la manida soledad del corredor de fondo. (Es exactamente la misma historia que en la edición de 2008)

Me encuentro bien. Salvo la molestia en el "pinrel", todo está en perfecto orden de revista. La parte de la ribera del río es una zona bastante llana con lo que es más fácil mantener un ritmo constante. Unidas las dos circunstancias, adelanto un gran número de corredores con suma facilidad y alcanzo el kilómetro treinta y cinco en un tiempo de 3:08:10. Viendo a posteriori los parciales, las cifras dan la razón a mis sensaciones: del treinta al treinta y cinco fueron mis cinco mil metros más rápidos (26:12) y los segundos en los que más puestos adelanté (403).

Con el inicio de la subida de la C/ Segovia comienza la traca final. Ascender desde la altura del Manzanares a de la meta en el Retiro en tan sólo seis mil metros y más cuando son los últimos de un maratón, quieras que no resulta un “pelín molesto”. Este tramo se hace eterno si vas muy justo. Primero te zurra la pendiente de la C/ Segovia, donde no son pocos los corredores que echan pie a tierra y la suben andando. Luego viene el falso llano “engañabobos” del Paseo Imperial. ¡Anda que no habré pasado veces por allí en mi infancia a bordo del coche de mi padre y siempre pensé que aquello era llano! Cuando todavía veinteañero transité por allí, esta vez corriendo no se ya que edición del MAPOMA, me dí cuenta de mi gran error. Tras el respiro del Paseo Vallejo Najera, viene la subida del Paseo de la Acacias, mentalmente para mí el último punto duro de la carrera.

Ya en la Glorieta de Embajadores sé que he superado lo más difícil y con buena nota. Quedan aproximadamente tres mil metros para cumplir el objetivo y aunque la experiencia dice que el maratón puede sorprenderte hasta prácticamente el último paso, también me ha enseñado que según me encuentro y lo que queda por delante, aunque me diera un “pajarón” conseguiría llegar medio decentemente.

Paso muy bien la penúltima cuesta ubicada al inicio de C/Alfonso XII y sin embargo, quizás por pensar que ya está todo hecho, se me hace larguísima el resto de la recta hasta la Puerta de Alcalá. Ocupo mi pensamiento en recordar que es el tercer maratón consecutivo en el que no tengo un momento malo, en el que no me cruzo con el temido “tío del mazo”. Hubo un tiempo en que estaba totalmente convencido de que no había prueba sobre la distancia de Filípides en la que no llegará un momento de pasarlo rematadamente mal. Sin embargo los acontecimientos han acabado por quitarme la razón.

La subida de la C/ Alcalá es dura pero la cercanía de la meta da alas. Al girar y tomar el Paseo de Coches del Retiro (o Paseo del Duque Fernan Nuñez) decido bajar el ritmo y disfrutar del paseo triunfal. Es una verdadera gozada. La gente ubicada tras las vallas a ambos lados del asfalto, aplaude y anima. Emocionado, devuelvo los aplausos mientras busco a mi mujer a mi hijo entre el público. A falta de unos ciento cincuenta metros oigo mi nombre gritado por mi santa y veo salir desde las vallas a mi hijo corriendo hacia mí. Las gafas de sol ocultan mis ojos vidriosos. Le tomo de la mano, nos ponemos a la derecha (el hacia el lado de las vallas) para no molestar y me adapto al ritmo de sus piernecitas. Se que puede sonar baboso o sensiblero, pero por unos segundos, cruzando la meta con mi hijo corriendo de mi mano, me siento el hombre más afortunado y feliz de la faz de la tierra. Es el mejor colofón para una magnifica mañana.

¡Ah, se me olvidaba! Por si a alguien le interesa, el tiempo neto final resultó ser 3:46:26.

Hasta la próxima.

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Nota: Para los seguidores de Bruce, y hasta que él haga su propio blog para contarlo, decir que consiguió su objetivo de ser sub 4h. Desde que nos separamos a la salida de la Casa de Campo debió sacar la calculadora y administrar el colchón que tenía, porque alcanzó la meta en 3:59:42. Yo creo que estaba para haber rebajado un poco más su marca, pero me da la sensación de que está aplicando la doctrina Bubka de mejorar su record poco a poco.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

coño arganz... además de coincidir en diversos gustos y opiniones :-) tu crónica del maratón es IDENTICA a la mía... solo que yo llevaba a mi mi amgo miguel a bajar de 3h20... identicas sensaciones en los mismos sitios, e incluso identico punto en que lo perdí ya definitivamente de vista (me fui unos metros en el km 22 y lo perdi definitivamente en la cdc)
es curioso correr una carrera cómodo, en la cual eres consciente de todo lo que pasa alrededor y no solo del crono y los puntos kms :-)
enhorabuena por otro "notch" en el revólver
eduardo (nemaude)

Guillermo dijo...

Mader mía con los post kilométricos!!
Si casi me ha dado flato!!
Bueno espectacular la crónica,me alegro de que la disfrutases.

Salu2-G

Arganzboy dijo...

Nemaude: Idénticas sensaciones, distintos ritmos ;-). Hace tiempo que intento correr cómodo, sin forzar, aunque he de reconocer que ultimamente me dan ganas de forzar un poco e intentar mejorar mis marcas en maratón y medio maratón antes de que mi cuerpo me lo impida. Lo bueno es que esas ganas son transitorias ;-)

Guille: Me enrollo, me enrollo y no sé poner freno. A ver si dentro de poco leo una crónica de maratón en tu blog :-).

Saludos a los dos

Carlos dijo...

Hola de nuevo, pues te decía en el comentario del maratón de Sevilla que leería algo más y ya lo he hecho. He buscado un maratón en el que hayamos coincidido y algún otro MAPOMA hay, pero me he venido a este, ya que es hasta la fecha mi ultimo maratón. Acabé en 3h43, así que anduvimos cerca, pasé tela de calor (el único maratón en el que no he tenido que parar a echar un pis) y me ha gustado eso que comentas de la Casa de Campo: a ti te tocó cara, a mi cruz, jaja, entré bien pero salí tocado y me dio el "tio del mazo" en el kilómetro 38... parece mentira lo duros que pueden llegar a ser 4 kilómetros cuando vas "pajarón perdio". En fin, saludos y hasta otra