viernes, 3 de octubre de 2008

Solo versus 42 ZGZ

Y algunas veces suelo recostar / mi cabeza en el hombro de la luna / y le hablo de esa amante inoportuna / que se llama soledad (J. Sabina).
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Sábado por la tarde. Miro por la ventanilla. A 298 km/h los escasos arboles que salpican el paisaje tienen un comportamiento curioso: los diviso a lo lejos y los veo avanzar hacia mí con gran rapidez. Cuando llegan a mi altura se detienen durante unas centésimas para, inmediatamente después, acelerar bruscamente y perderse a mi espalda.

Voy solo en el AVE 3163 que debe llevarme a Zaragoza. Ha sido una decisión de última hora, pues la idea inicial era que los tres pasáramos el fin de semana en la capital maña. Sin embargo las toses y mocos que el pequeño arrastra desde hace diez días y que amenazan con ir a peor han variado nuestros planes.

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Me siento extraño. Quizá sea la falta de costumbre. La habitación del hotel de cuatro estrellas, aunque para uso individual, está amueblada con dos camas y un sofá por cuyos bajos asoma la estructura de una cama supletoria. En mi móvil suena la risa de mi hijo, señal acústica de que he recibido un sms. Cojo el teléfono. Es un mensaje multimedia con el título de “Hola papa”. Lo abro y aparece la imagen del “cabezoncillo” cenando. Esta con su madre, a la que se oye pero no se ve en las imágenes. Me dicen que están bien y me desean buenas noches. Son apenas diez segundos de grabación pero me hacen una gran ilusión y me emocionan.

Salgo a cenar. Para completar la ingesta de pasta de los últimos días elijo el Gino’s. El comedor está prácticamente lleno de parejas y familias. Una señorita me sienta en una mesa para dos (deberían inventar las mesas para uno) y retira uno de los cubiertos. Hasta ahora nunca había cenado solo en un restaurante un sábado por la noche, pero las circunstancias obligan. Me siento un tanto triste.

Acabada la cena doy un paseo por los alrededores de la Basílica del Pilar para bajar los tagliatele. Normalmente estos paseos post cena suelo darlos de la mano de mi mujer, pero hoy me he de conformar con una conversación telefónica. El niño duerme y el Madrid ha ganado al Betis. Todo en orden.

De vuelta en el hotel, mientras escucho la radio, preparo el traje de guerra que vestiré mañana. Me acuesto demasiado tarde y solo. Tardo en conciliar el sueño.

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El paseo por la ribera del Ebro desde el recinto de la Expo 2008 hasta casi la Basílica del Pilar es muy agradable. Lástima que el dolor de piernas y el cansancio no me dejen disfrutarlo. He terminado mi noveno maratón en algo más de 3h 49min y, de acuerdo a la preparación que llevaba, estoy muy satisfecho.

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Sentado en el asiento del AVE que me devuelve a Madrid, sin poder pegar una cabezadita debido al cansancio, hago un pequeño análisis mental del “mañoratón”. Desde mi punto de vista, el recorrido de la prueba, en lo que a perfil se refiere, es muy llevadero. Apenas hay cuestas y, como anuncia su página web, su desnivel máximo entre el punto más bajo y el más alto es de apenas 49 metros. Sin embargo el trazado se hace muy duro en lo psicológico: a la falta de público hay que añadir que gran parte de los cuarenta y dos kilómetros se realizan por calles amplias y, en muchos casos, sin construcciones. Mención especial merecen los últimos seis kilómetros que transitan por las proximidades del recinto donde se ha celebrado la Expo del Agua. Tras pasar justo al lado de la meta (puedes oír la megafonía y ver a los corredores que llegan), comienza un suplicio chino que consiste en dar vueltas por las proximidades con pequeños tramos adoquinados e incluso cruzando algún descampado. Yo que esta vez no he sentido en mis carnes el tan mencionado “muro”, he sudado sangre para poder recorrer los últimos cuatro mil metros.

La animación durante la carrera ha sido prácticamente nula. Salvo en la Calle del Coso y en el paso por el medio maratón, las únicas personas que había animando eran los voluntarios y los familiares y amigos de los corredores. Lo de los voluntarios es digno de alabanza. Todos ellos han tenido unas palabras de ánimo, una sonrisa y un aplauso cuando cualquiera de los participantes ha pasado a su lado.

Los familiares y amigos han tenido la ventaja de que durante los primeros veinticinco kilómetros de la prueba han podido ver a los corredores en distintos puntos (hasta cuatro o cinco veces). En este aspecto sí que he sufrido la “soledad del corredor de fondo”. ¡Lo que hubiera dado porque hoy me hubieran seguido a lo largo del recorrido las personas allegadas! He echado de menos a mi padre y mi hermana a los que tengo que repetir cien veces lo que tienen que darme en cada punto y los que casi siempre me hacen las fotos desenfocadas o demasiado lejos. Y sobre todo he extrañado sobremanera la presencia de mi hijo y mi mujer esperándome en la meta para poner un broche de oro a tanto esfuerzo. En fin, que cada vez que he visto a unos espectadores gritando el nombre de uno de los corredores cercanos he sentido una envidia bárbara.

La organización ha sido buena, aunque como ocurre siempre ha habido aspectos mejorables:

1) Los avituallamientos, correctos en número, han estado bien surtidos y atendidos por un gran número de voluntarios. La excepción ha sido el de meta en el que sólo he recibido una bolsa con una naranja, una barrita de chocolate, una botella de 33 cl de agua y medio litro de bebida isotónica, contenido claramente insuficiente para reponerse tras una carrera de esta distancia.

2) La ubicación de la meta quizás no haya sido bien elegida. El encontrarse a las afueras de la ciudad ha restado asistencia y en consecuencia ambiente a la zona de llegada. Además, la vuelta al centro urbano, a pesar del agradable paseo, me ha llevado no menos de cuarenta minutos.

3) En algunos tramos se han cortado los carriles centrales de la calle dejando abiertos los laterales, de manera que los corredores hemos transitado por un pasillo flanqueado por vehículos a ambos lados. Esto, amén de resultar un tanto peligroso ante cualquier despiste, provocaba en algunos momentos una sensación de agobio, de encajonamiento.

No sé, pero tengo la sensación de que ha debido costar mucho poner en pie este Maratón Expo Zaragoza El Corte Inglés (42 ZGZ para los amigos). Desde fuera no se ha visto mucho apoyo de los ciudadania ni de las instituciones públicas. Además, en sus dos años de vida la prueba ha estado muy ligada a la celebración de la Expo, por lo que, una vez pasada ésta, parece que los que quieran seguir organizándola deberán luchar por buscar nuevos patrocinadores. Pienso que sería una lástima que este maratón no se consolidará en el calendario atlético nacional. Por su ubicación (Zaragoza es una ciudad cercana y muy bien comunicada tanto con Barcelona como con Madrid), por lo llano de su recorrido y por las fechas en que se celebra, el Maratón de Zaragoza podría convertirse en uno de los que atrajeran más participación de toda España. Para aquellos que han hecho posible esta carrera, mucho ánimo para próximas ediciones y muchas gracias.

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El tren entra en la estación de Atocha. En pocos minutos me reencontraré con los míos y dejaré atrás la soledad transitoria.

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(Nota: Las fotos que ilustran las crónica fueron tomadas por un servidor de ustedes con la cámara del móvil mientras disputaba la prueba)