Voy solo en el AVE 3163 que debe llevarme a Zaragoza. Ha sido una decisión de última hora, pues la idea inicial era que los tres pasáramos el fin de semana en la capital maña. Sin embargo las toses y mocos que el pequeño arrastra desde hace diez días y que amenazan con ir a peor han variado nuestros planes.
Me siento extraño. Quizá sea la falta de costumbre. La habitación del hotel de cuatro estrellas, aunque para uso individual, está amueblada con dos camas y un sofá por cuyos bajos asoma la estructura de una cama supletoria. En mi móvil suena la risa de mi hijo, señal acústica de que he recibido un sms. Cojo el teléfono. Es un mensaje multimedia con el título de “Hola papa”. Lo abro y aparece la imagen del “cabezoncillo” cenando. Esta con su madre, a la que se oye pero no se ve en las imágenes. Me dicen que están bien y me desean buenas noches. Son apenas diez segundos de grabación pero me hacen una gran ilusión y me emocionan.
Acabada la cena doy un paseo por los alrededores de la Basílica del Pilar para bajar los tagliatele. Normalmente estos paseos post cena suelo darlos de la mano de mi mujer, pero hoy me he de conformar con una conversación telefónica. El niño duerme y el Madrid ha ganado al Betis. Todo en orden.
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La animación durante la carrera ha sido prácticamente nula. Salvo en la Calle del Coso y en el paso por el medio maratón, las únicas personas que había animando eran los voluntarios y los familiares y amigos de los corredores. Lo de los voluntarios es digno de alabanza. Todos ellos han tenido unas palabras de ánimo, una sonrisa y un aplauso cuando cualquiera de los participantes ha pasado a su lado.
ticinco kilómetros de la prueba han podido ver a los corredores en distintos puntos (hasta cuatro o cinco veces). En este aspecto sí que he sufrido la “soledad del corredor de fondo”. ¡Lo que hubiera dado porque hoy me hubieran seguido a lo largo del recorrido las personas allegadas! He echado de menos a mi padre y mi hermana a los que tengo que repetir cien veces lo que tienen que darme en cada punto y los que casi siempre me hacen las fotos desenfocadas o demasiado lejos. Y sobre todo he extrañado sobremanera la presencia de mi hijo y mi mujer esperándome en la meta para poner un broche de oro a tanto esfuerzo. En fin, que cada vez que he visto a unos espectadores gritando el nombre de uno de los corredores cercanos he sentido una envidia bárbara. La organización ha sido buena, aunque como ocurre siempre ha habido aspectos mejorables:
2) La ubicación de la meta quizás no haya sido bien elegida. El encontrarse a las afueras de la ciudad ha restado asistencia y en consecuencia ambiente a la zona de llegada. Además, la vuelta al centro urbano, a pesar del agradable paseo, me ha llevado no menos de cuarenta minutos.
No sé, pero tengo la sensación de que ha debido costar mucho poner en pie este Maratón Expo Zaragoza El Corte Inglés (42 ZGZ para los amigos). Desde fuera no se ha visto mucho apoyo de los ciudadania ni de las instituciones públicas. Además, en sus dos años de vida la prueba ha estado muy ligada a la celebración de la Expo, por lo que, una vez pasada ésta, parece que los que quieran seguir organizándola deberán luchar por buscar nuevos patrocinadores. Pienso que sería una lástima que este maratón no se consolidará en el calendario atlético nacional. Por su ubicación (Zaragoza es una ciudad cercana y muy bien comunicada tanto con Barcelona como con Madrid), por lo llano de su recorrido y por las fechas en que se celebra, el Maratón de Zaragoza podría convertirse en uno de los que atrajeran más participación de toda España. Para aquellos que han hecho posible esta carrera, mucho ánimo para próximas ediciones y muchas gracias.
El tren entra en la estación de Atocha. En pocos minutos me reencontraré con los míos y dejaré atrás la soledad transitoria.
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(Nota: Las fotos que ilustran las crónica fueron tomadas por un servidor de ustedes con la cámara del móvil mientras disputaba la prueba)