Hace treinta años mi abuelo me llevaba de paseo a las cercanías de la vía que estaba próxima a mi casa. En aquel entonces allí no había más que grandes descampados en los que abundaban las amapolas (que me daban alergia) y los escombros. Algunos años mas tarde, alrededor de diez, aquel terreno agreste fue convertido en el incipiente Parque de Enrique Tierno Galván, en homenaje al por aquel entonces recientemente fallecido alcalde de la capital, y sobre él se levantó el futurista Planetario de Madrid.
Desde entonces mi “vida deportiva” ha estado vinculada al parque. Así, entre los catorce y los dieciocho años, en mi época de baloncestista federado, entrenaba allí durante los parones de Navidad y verano para no perder del todo la forma física. En la etapa de la universidad (de los diecinueve a los veintidós), ya colgadas las botas, aprovechaba los veranos para recorrer el parque en bicicleta. Fue ya licenciado cuando empecé a ir a correr con regularidad y a forjar el perfecto corredor mediocre que he llegado a ser. ´
En este tiempo he dado miles de vueltas al circuito de Los Lagos y algunas menos a la meseta superior, desde donde pueden verse unas buenas vistas de Madrid. Mientras mi cuentakilómetros vital ha avanzado inexorablemente, el entorno y el propio parque han ido cambiando, madurando: los árboles plantados crecieron y han comenzado a dar sombra a los caminos, nacieron el Hipercor y la Estación de Autobuses, los talleres y fábricas fueron derribados y sustituidos por modernos edificios de viviendas y el parque ha ido cobrando vida con una cada vez mayor asistencia de visitantes.
Pues bien, encuadrado en el lento progreso de dar vida a esta zona verde del sur madrileño, el 25 de Mayo pasado se celebró en el Parque Tierno Galván el I Cross del Planetario. Sobre una distancia de 7.200 metros y organizada por la Asociación de Vecinos del Planetario, la carrera sirvió para reunir a todos los que entrenamos por allí (y a algunos más) y llenar los senderos de “nuestro” parque con una riada de corredores como no se había visto nunca antes. Con salida desde el patio del Colegio Público Tirso de Molina, el cross recorría los principales lugares del parque (el puente de la chimenea, el Auditorio, el Planetario, los lagos…) y finalizaba en la C/ Meneses junto al Cine Imax. Para aquellos que fueran a disputarla, las numerosas cuestas seguro que supusieron un esfuerzo extra. Para los que fuimos sólo a disfrutar de recorrer en compañía y con un dorsal en el pecho los caminos del parque por los que entrenamos regularmente, los desniveles fueron más llevaderos.
Desde entonces mi “vida deportiva” ha estado vinculada al parque. Así, entre los catorce y los dieciocho años, en mi época de baloncestista federado, entrenaba allí durante los parones de Navidad y verano para no perder del todo la forma física. En la etapa de la universidad (de los diecinueve a los veintidós), ya colgadas las botas, aprovechaba los veranos para recorrer el parque en bicicleta. Fue ya licenciado cuando empecé a ir a correr con regularidad y a forjar el perfecto corredor mediocre que he llegado a ser. ´
Pues bien, encuadrado en el lento progreso de dar vida a esta zona verde del sur madrileño, el 25 de Mayo pasado se celebró en el Parque Tierno Galván el I Cross del Planetario. Sobre una distancia de 7.200 metros y organizada por la Asociación de Vecinos del Planetario, la carrera sirvió para reunir a todos los que entrenamos por allí (y a algunos más) y llenar los senderos de “nuestro” parque con una riada de corredores como no se había visto nunca antes. Con salida desde el patio del Colegio Público Tirso de Molina, el cross recorría los principales lugares del parque (el puente de la chimenea, el Auditorio, el Planetario, los lagos…) y finalizaba en la C/ Meneses junto al Cine Imax. Para aquellos que fueran a disputarla, las numerosas cuestas seguro que supusieron un esfuerzo extra. Para los que fuimos sólo a disfrutar de recorrer en compañía y con un dorsal en el pecho los caminos del parque por los que entrenamos regularmente, los desniveles fueron más llevaderos.
La inscripción en la prueba fue gratuita y los organizadores suplieron la falta de medios con un alto nivel de voluntad y entusiasmo. No hubo chips, ni señalización de los kilómetros, ni bolsa del corredor, ni la distancia estaba bien medida (creo) y el avituallamiento final consistía en una mesa con unas botellas de Coca Cola de dos litros y unos vasos de plástico (modalidad self service). En cualquier caso agradecer a la Asociación de Vecinos del Planetario el poner en pie esta carrera y animarles a que continúen con ella en siguientes ediciones.
Nada más. Solo dejar constancia de la enorme ilusión que me hizo el poder participar en una carrera que transcurriera por un parque al que estoy tan ligado.
Un saludo