domingo, 29 de abril de 2007

MAPOMA 2007. Desde la barrera


7:40 AM. Suena el despertador. Todavía acostado analizo mis sensaciones: al contrario de lo que ha ocurrido otros años el día en que se celebraba el MAPOMA, he dormido bien y no estoy para nada nervioso. Me levanto, desayuno un buen tazón de leche con cereales y doy el biberón al “peque”. Para hacer tiempo, plancho un poco de la ropa que espera pacientemente en el cesto desde hace días.

9:00 AM. Llega la hora tan esperada. Varios miles de atletas, la mayoría populares, se apelotonan en el madrileño Paseo de Recoletos. Suena el disparo que anuncia la salida. Esta vez me parece un sonido lejano, amortiguado y un tanto triste. Quizás sea porque este año no lo oigo in situ, a escasos metros, sino a través del aparato de televisión, en la cocina e mi casa.

Sigo los primeros kilómetros a través de la retransmisión de “Telemadrid”, aguantando en directo los ya típicos y repetidos comentarios que en anteriores ediciones oía en diferido horas después de la carrera y gracias al reproductor de video. Cuando los primeros clasificados están a punto de alcanzar el medio maratón, salgo de casa.

10: 45 AM. Llego a la confluencia de Alcalá con Gran Vía, alrededor del kilómetro 18 de la carrera. Yo sólo he recorrido los aproximadamente tres que separan mi casa de mi actual posición. Los he hecho a buen ritmo. Voy bien de piernas y respiración. Cuando he llegado a la altura de la fuente de la Cibeles he visto a la riada de corredores descender por la C/ Alcalá. Mi estomago se ha encogido y mi piel ha hecho un amago de tomar una textura similar a la de las aves gallinaceas.

Me siento en la mediana ajardinada de la C/ Alcalá y comienzo a animar timidamente y a titar algunas fotos. La mayoría de los participantes que pasan a esa hora van bastante frescos. Veo pasar a Bruce y unos minutos más tarde a Damián. Ambos van bien, a su ritmo. Troto unos metros con ellos, les digo unas palabras de ánimo y los dejo ir.


11:05 AM., Mientras los más retrasados siguen pasando, me encamino hacia la Plaza de Ventas, donde he quedado en volver a ver a mis dos amigos. Por la C/ Alcalá, a la altura de Príncipe de Vergara, me cruzo con el primer clasificado. Su ritmo es muy bueno y la distancia con el segundo más que notable. La victoria ya es suya.

Hasta llegar a Ventas me voy encontrando con los diez o quince primeros clasificados. La distancia de cada uno al siguiente es grande. Me pregunto que habrá que hacer para correr a esos ritmos y como es posible aguantar los entrenamientos que te lleven a conseguir esas marcas.

11:45 AM. Me sitúo justo enfrente de la Plaza de Toros de Ventas (kilómetro 39,800) y empiezo a animar. Los que van a terminar cerca de las tres horas van solos. Posteriormente empiezan a llegar parejas, tríos, cuartetos… hasta que a partir de las 3 horas y 10 minutos el asfalto es invadido por un flujo continuo de corredores.

No dejo de aplaudir y de dar ánimos. Pensé que desde la barrera no me emocionaría. Me he equivocado. Cuando aplaudes, cuando animas, ves que muchos de los participantes te lo agradecen (unos de palabra, otros con la vista). Es entonces cuando me pongo en su lugar y revivo las sensaciones de correr un maratón: esos aplausos, esos gritos de ánimo, ese aliento que te da alas, que te pone los pelos de punta y que hace aflorar las lagrimas en los ojos…

12:55 PM. A lo lejos veo aparecer a Bruce. Llega bien, acorde con el tiempo previsto. Ya tiene en el bolsillo su tercer MAPOMA. Si la envidia fuera tiña…

Me doy cuenta que llevo golpeando mis palmas sin cesar durante más de una hora y que ya no las siento. Muchos de los participantes de los que pasan ahora lo hacen andando. La altura de carrera en la que se encuentran y el calor reinante hacen estragos.

A las 13:03 pasa Damián. El sigue corriendo entre grupos de "corredores-andantes". También ha sabido administrar sus fuerzas y ser consciente de hasta donde podía llegar. Va conseguir acabar su tercer maratón después de cerca de veinte años sin correrlo y el año en que cumple cincuenta primaveras. Le acompaño unos metros y le dejo a los pies de la cuesta que le conducirá al último kilómetro.

13:10 PM. Me relajo y me noto cansado. Las piernas acusan ya las más de tres horas de ajetreo. Lo brazos me duelen de tanto aplaudir y la garganta está seca de dar voces. Subo hacia Manuel Becerra y me separo del cauce de la carrera poniendo fin a mi particular maratón.

No diré que el año que viene estaré en la línea de salida porque queda mucho tiempo y pueden ocurrir muchas cosas, pero si me gustaría que el del 2008 fuera mi sexto MAPOMA.

En fin, esta es mi primera crónica del blog. Una crónica desde la barrera, una crónica muy diferente a como la imaginaba hace pocos meses.

Saludos