domingo, 23 de septiembre de 2012

XXVI Carrera por Montaña "Las Dehesas"

A punto de iniciar el descenso de Marichiva. (Foto: Organización)
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El domingo pasado completé la XXVI Carrera por Montaña “Las Dehesas”. Era mi segunda participación en esta prueba tras el debut en la anterior edición y, precisamente por esa razón, la afrontaba con menos incertidumbre y más seguro de mis posibilidades.

Para empezar tenía muy claro el modelito que luciría, aspecto que el año pasado me generó más de una duda hasta los minutos previos al inicio de la carrera. Sería sencillo, cómodo, a la par que elegante. Lo que viene siendo el tradicional “arreglao pero informal”. Camiseta de manga de corta, pantalón corto (no malla), calcetines negros a juego con las medias de compresión, gafas de sol y bidón a la espalda. Ni me sobró ni me faltó nada.

Ya vestido de Arganzboy Montañero me dirigí a la salida, donde se notaba una presencia de participantes ligeramente mayor que en 2011, posiblemente motivada por al auge de la modalidad de montaña entre los corredores populares y porque en esta ocasión la carrera era el Campeonato de Madrid de Carreras por Montaña. En cualquier caso tampoco era exagerado. Debíamos ser cerca de doscientos cincuenta cuando un año antes superamos por muy poco los doscientos.

La carrera comenzó de forma puntual tras el control de dorsales y chips. El primer tramo de ascenso casi ininterrumpido durante cuatro mil quinientos metros, lo manejé sin duda alguna mejor que en mi anterior participación. La subida primero por los restos de la calzada romana hasta el Puerto de la Fuenfría, para continuar después hasta Collado Minguete y finalizar haciendo cumbre en el Montón de Trigo, se me hizo más corta y llevadera. No diré que me quedé con ganas de seguir subiendo, pero casi. Marqué un parcial de paso de 0:53:17 que, aunque no tengo datos ciertos, estimo que fue más rápido que en 2011.

Sin embargo las buenas sensaciones del ascenso se esfumaron durante la larga bajada de unos 4.300 metros que debía conducirnos hasta el control y avituallamiento ubicado en Fuente la Reina.

Subiendo Collado Minguete (Foto by Arganzboy)
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Ya sabía que el comienzo de esta bajada era lo más complicado. Descender saltando de roca en roca, haciendo equilibrios, con muy poca superficie para apoyar mis piececitos del trece (americano) y con una pendiente muy pronunciada, no es una actividad en la que mi menda tenga una particular destreza. De hecho mis movimientos eran torpes, lentos e indecisos. Para que os hagáis una idea rápida, era como cuando uno va cruzando una corriente de agua deteniéndose en cada paso para escrutar las piedras que asoman por encima de la superficie y decidir sobre cual de ellas apoyará el pie en su próximo avance. Os podéis imaginar sufridos lectores que, con esta habilidad tan poco desarrollada, mi mayor preocupación en esos momentos se concentraba en no estamparme y en no provocar que por culpa de un movimiento mío alguno de participantes que me estaban quitando las pegatinas se tropezara conmigo y se pegara un buen leñazo.

Solventada esta primera dificultad con más pena que gloria, sabía que la bajada se hacía a partir de entonces un poco más sencilla. Sin embargo la cosa seguía sin pintar bien. Desconozco si el cansancio acumulado en las últimas semanas o las ligeras molestias en las rodillas con las que me levanté tuvieron la culpa, pero las piernas estaban rígidas, sin soltura, como si de dos palos se tratara. Cuanto mayor inclinación presentaba la cuesta abajo, más canutas las pasaba. Sinceramente fue un alivio alcanzar el avituallamiento de Fuente la Reina. Había completado los primeros 8.800 metros en un tiempo de 1:20:01.

En este lugar me entretuve más de la cuenta porque, además de reponer líquidos y echarme unos frutos secos al buche, tuve que descalzarme y recolocarme la vestimenta "pinrelera". Las Trabuco siempre me han retorcido y comido los calcetines, pero el domingo debían tener más hambre de lo habitual porque buena parte de ellos se acumulaba arrugada en la punta de mis zapatillas con la incomodidad que eso produce. Devueltos los calcetos a su posición original y apretados a conciencia los cordones de las zapatillas por si no llevarlos ajustados tuviera algo que ver en lo acontecido, retomé la carrera.

Justo tras el punto de avituallamiento las rampas picaban con cierta dureza hacia arriba, así es que avancé caminando (como el resto de participantes que iban a mi altura) hasta que suavizaron un poco. Después de seguir subiendo (ahora ya corriendo) durante unos cientos de metros, comenzaba una nueva fase de descenso pronunciado en el que las piernas volvieron a ponerse en tensión, Parecía que a la vista de las rampas se asustaban y respondían poniéndose rígidas. O a lo mejor era yo el que me asustaba y no mis piernas.

A la salida del Tunel (Foto: Organización)
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En este tramo noté más que en ningún otro que las lluvias habían escaseado durante el año. La vegetación tenía un color más pálido y el sendero de tierra que conducía hacia la Casa de la Pesca estaba sequísimo, de forma que al paso de cada uno de los corredores se levantaba una buena nube de polvo que se “chupaba” el que venía justo detrás. A pesar de ello el inmediatamente posterior tránsito por el maravilloso bosque de pinos fue de lo mejorcito de la carrera: pista amplia y en buen estado, entorno de gran belleza y en continuo pero suave descenso. Lástima que un poco antes del kilómetro doce, el desvío a la derecha cambiara de forma drástica el panorama.

Comenzaba aquí una fase de ascenso de unos seis mil quinientos metros. Los aproximadamente dos primeros kilómetros discurrían casi en su totalidad por un gozoso sendero muy estrecho y zigzagueante que, aunque con tendencia siempre hacia arriba, presentaba algún respiro en forma de pequeña y corta cuesta abajo. Visto a toro pasado creo que en este tramo equivoqué mi estrategia, pues decidí unirme a otros dos participantes que no dejaron en ningún momento de correr hasta la dura rampa previa al control de la Pradera de Navalazor (p.k. 13.600). Allí marqué un tiempo de paso de 1:52:07.

Mientras recuperaba un poco en el avituallamiento fui consciente de que empezaba a ir un poquillo tocado. Las fuerzas me duraron aún para superar corriendo el tramo de asfalto desgastado que nacía justo tras el avituallamiento y para "corriandar" por la pista forestal que atravesaba la zona del Cargadero del Hoyuelo. Sin embargo, la dura subida campo a través de unos hectómetros de longitud que había que negociar superado el kilómetro quince me desarmó. Mira que iba avisado del año pasado y sabía que estaba allí, pero cuando las fuerzas flaquean, flaquean aunque te sepas de memoria el recorrido. Me empezó entonces a venir un ligero mareillo e incluso se me puso mal cuerpo, así es que decidí bajar un poco el ritmo coronando con mucho esfuerzo la jodida cuesta con la llegada a la Pradera de Navalviento.

Desde allí y hasta el nuevo paso por el Puerto de la Fuenfría (p.k.17.800) fue el tramo en que peor lo pasé de toda la carrera. Haciendo de tripas corazón y tirando de las reservas de testiculina, logré superarlo medio dignamente mezclando el trote cochinero con algún pequeño paseo. El caso es que aun yendo un poco grogui, conseguí adelantar un par de posiciones.

P.K. 20,500. Descenso de Marichiva (Foto: Josito66)
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Superé el último control en 2:30:17. Teniendo en cuenta lo que me quedaba por delante y lo tocado que estaba, ya me hice a la idea de que bajar de los 2:55:37 conseguidos en mi debut del año anterior era misión prácticamente imposible.

El tramo de pista forestal de dos mil doscientos metros me sirvió para recuperar algunas buenas sensaciones. Amplia, con buen firme, con pequeños desniveles tanto hacia arriba como hacia abajo y transitada por ciclistas y senderistas, permitió que pudiera coger un ritmillo constante que incluso me sirvió para rebasar a uno de los participantes que me precedía. Así llegué al giro de noventa grados que nos metía de lleno en el descenso del Collado de Marichiva (p.k. 20.000).

Conocía que lo que quedaba hasta meta era, junto con los últimos metros del ascenso al Montón de Trigo y los primeros del descenso de la misma cota, la parte con mayor dificultad técnica de la Carrera por Montaña de “Las Dehesas”. Sin embargo y para mi sorpresa, la negocié con gran solvencia. La rigidez que las piernas habían mostrado en anteriores bajadas había desaparecido, posiblemente porque estaban tan fatigadas que ya no se ponían en tensión. Sin duda alguna esa mayor flexibilidad fue clave para superar sin sobresaltos la zona donde se transitaba sobre un río de piedras sueltas primero, y sobre un sendero de tierra sembrado de raíces después. Como prueba que refrenda mi buen hacer en esta última y difícil bajada, señalar que adelante dos puestos más en la clasificación.

Al final crucé la línea de meta en 2:56:35 por mi reloj, prácticamente un minuto más que el pasado, ocupando el puesto 95 de un total de 237 llegados. Satisfecho aunque un pelín contrariado por no haber podido mejorar la marca de 2011. Quizás el estado de forma ligeramente peor al de hace doce meses, el día un poco más caluroso, alguna decisión no acertada tomada en carrera o el tiempo que perdí en colocarme los calcetines fueron las razones que me impidieron conseguir un mejor tiempo final.

Como curiosidad señalar que, a diferencia de lo que suele ser habitual cuando participo en pruebas montañeras, los días después he tenido más doloridos los gemelos que los cuadriceps.

Ahora toca volver a bucear por el calendario atlético popular para ver que otra carrera de montaña puedo disputar en las próximas semanas. Ya os contaré cuando la encuentre.

P.K. 21,000 En pleno descenso del Collado de Marichiva (Foto: Organización)
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Nota: Se me olvidaba mencionar que la XXVI Carrera de Montaña de “Las Dehesas” fue el estreno de Bruce en la modalidad. Salimos juntos pero ya en lo primeros metros nos separamos y no nos encontramos hasta la meta. Me ha comentado que los días después le dolía todo, pero ya está pensando en la siguiente. Otro "zumbao" que hemos ganado para la causa.

Hasta la próxima. Sed felices.

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3 comentarios:

Unknown dijo...

Precioso y duro recorrido, un par de meses mas tarde, seria ideal. Buena cronica compi. Saludos.

yonhey dijo...

Ya te estás haciendo un buen zorro montañero, y cada día menos asfalto y más tute de cuestas. Me quedé con las ganas de hacerla pero al final no me atreví y preferí dejar descansar las piernas, pero queda pendiente, siempre me han hablado bien de esa carrera.
Enhorabuena, si vas al maratón del día 20 en El Escorial nos veremos.
Salu2

Arganzboy dijo...

Tomás, la verdad es que es muy bonito. Lastima que este año haya llovido muy poco y estuviera todo muy seco.

Yonhey, merece la pena ¡pero hay tantas! ;-) Este domingo, si todo va bien repito Somosierra y, a prtir de ahí, decidiré si finalmente voy a El Escorial.

Saludos