domingo, 19 de julio de 2009

El medio maratón de El Burgo da Asma

A pesar del constipado veraniego que arrastraba desde hacía un par de semanas y que, como siempre, acabó agarrándose a mi pecho, y a pesar de lo tiesas que tenía las patas después de que la tarde anterior se me subieran los gemelos mientras cumplía con mi jornada semanal de natación, la tarde del sábado (este no, el pasado) hice una escapada hasta tierras sorianas para participar en la décima edición del Medio Maratón de El Burgo de Osma. Sufrí lo que no está escrito pero, aunque resulte contradictorio, me lo pasé como un enano. Así lo viví.

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1. - CARRERA ANIMADA Y BIEN ORGANIZADA

El ambiente fue fenomenal. Cada vez me gusta más tomar parte en este tipo de carreras con una participación no muy alta y en las que se implica toda una población entera. Son eventos que suponen el contrapunto necesario a todas esas pruebas que a lo largo del año disputo por los madriles y alrededores y que se caracterizan por el alto número (muchas veces excesivo) de participantes, la falta de animación, el paso por calles secundarias o polígonos industriales, los elevados precios y, en algunos casos, el excesivo mercadeo e interés publicitario. Da gusto recoger el dorsal en el propio Ayuntamiento, tomar la salida y cruzar la meta en la Plaza Mayor, transitar hasta en cuatro ocasiones por la animada Calle Mayor y pasar en cada vuelta junto a la hermosa catedral gótica. Es de agradecer que un señor te refresque con la manguera al paso junto a su casa, que digan tu nombre por megafonía al cruzar la meta o que se interese en cómo te ha ido la carrera la dependienta del establecimiento donde compré un refresco al finalizar la carrera.

La carrera consistió en dar tres vueltas (la primera un poco más larga) a un circuito que aúna la belleza arquitectónica y la paisajística: tras recorrer la parte vieja de la ciudad, se sale del casco urbano siguiendo el paseo asfaltado que se extiende junto al margen del rio Ucero hasta alcanzar el Puente de la Güera. Desde allí vuelta al centro histórico siguiendo la carretera de la Rasa que transcurre paralela a la otra orilla del Ucero. El perfil, aunque con alguna cuesta, es bastante llevadero.

La organización del X Medio Maratón de El Burgo de Osma corrió a cargo del Ayuntamiento de la localidad bajo la dirección técnica del Club Atletismo Popular Arévacos, y fue casi perfecta. El trato al corredor fue exquisito antes, durante y después de la carrera. Junto con el dorsal te ofrecían imperdibles y ampollas de glucosa, pusieron a disposición de los corredores un local del Ayuntamiento para ser utilizado como vestuario y ropero, el tráfico rodado fue prohibido en casi todo el casco urbano, se establecieron gran número de puestos de avituallamiento (creo que fueron doce de agua y nueve de esponjas), al cruzar la línea de meta te facilitaban un resguardo con tu tiempo y tu puesto en la clasificación y, tras la carrera, se ofreció una degustación de pinchitos y vino de la zona. Además en la bolsa del corredor, la típica camiseta conmemorativa, se acompañó de una botella de vino Ribera del Duero. Y todo esto por cinco euritos ¡Que más se puede pedir!

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2.- CALOR DE PELOTAS

Pero sin lugar a dudas, lo que marcó la carrera, más allá incluso del gran ambiente, de la buena organización y de la belleza del recorrido, fue al asfixiante calor. ¡Y me quejaba yo recientemente en este blog del calorcito que pasamos en la Media de Leganes! ¡Fresquito fue aquello en comparación con lo que soportamos en El Burgo de Osma!

Que conste que, para compatibilizar trabajo, familia y afición, muchos días de verano me veo obligado a correr (alrededor de 60 minutos) a las 16:00 h o 17:00 h a pleno sol. Podría pensarse que esa “pequeña locura” debería haber sido un buen entrenamiento para este medio maratón. ¡Qué va! Hablando mal y pronto “las pase putas”. Los 33º-32º que marcó el termómetro durante la celebración de la prueba fueron una losa y convirtieron los últimos kilómetros de la carrera en un calvario. Y eso que me hidraté abundantemente desde el principio (e incluso antes) y me refresqué con las esponjas existentes en los numerosos puntos de avituallamiento establecidos por la organización. ¡Nada parecía ser suficiente! Al poco de pegar un trago de líquido elemento, la garganta volvía a estar seca. Por miedo a fastidiarme el estomago ingiriendo demasiada agua, decidí alternar los pequeños aunque crecientes sorbos con enjuagues de boca y gaznate. Así, mal que bien (más mal que bien), pude mantenerme dignamente durante alrededor de dieciocho kilómetros.

Sin embargo los tres mil últimos metros fueron horribles. Llevo ya unas cuantas medias maratones y no recuerdo haber sufrido en ninguna (quizá si en aquella primera participación en la Media de Fuencarral o en la Gran Caminata a la Sierra) lo que sufrí en los últimos metros de esta, de haber estado tan cerca del abandono o al menos de haber acabado mi participación andando como lo estuve en El Burgo de Osma. Hube de tirar de mucho amor propio y poca cordura para seguir corriendo hasta cruzar la meta. Tanto fue el esfuerzo que la noche de la carrera la pase con problemillas de asma (posiblemente el constipado mencionado al principio también influyó).

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3.- CONCLUSIONES FINALES

Este medio maratón ha sido una buena piedra de toque para enfrentarme al Maratón Nocturno de Valtiendas en apenas tres semanas. La lección a extraer creó que ha sido clara: habrá que salir muy, muy despacito, a disfrutar de la carrera y a dejar que el sol se oculte y la noche refresque el ambiente. A partir de ahí, lo que el cuerpo y el terreno permitan.

Hasta entonces a seguir entrenando con calor y a disfrutar de una de mis carreras preferidas. El Trofeo de San Lorenzo espera en apenas siete días para tomar el centro de Madrid y quitarme el gusanillo hasta el maratón agostil.

Calurosos saludos.

(La foto intermedia está extraída de www.caperavacos.es. Las otras dos son del menda lerenda).

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