sábado, 16 de noviembre de 2013

III Carrera de Montaña Villa de La Adrada (20,5 kms)


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La mañana del domingo me levanté un poco tristón. La tarde del día anterior había estado pensando si acercarme o no a correr la III Carrera de Montaña Villa de La Adrada. El dolor en la espalda y los latigazos que me daban en ciertas posiciones me generaban muchas dudas. Al final me di permiso para disputarla pero siempre bajo la condición de imponerme un descanso posterior hasta que los dolores cesaran o al menos mejoraran. Era una especie de último gustazo que me daba por un tiempo indeterminado (espero que no mucho). Y a fe mía que lo disfruté, vaya si lo disfrute.

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La Villa de La Adrada está situada cerca del vértice sur oriental de la provincia de Ávila, en la cabecera del Valle del Tiétar y en la vertiente sur de la Sierra de Gredos. La localidad se ubica a una altitud de 623 metros sobre el nivel del mar, alcanzando el término municipal su mayor altura en el pico de la Escusa (1.985 m). Desde Madrid el viaje es cómodo y apenas supera los cien kilómetros. Pero como me suele pasar siempre, a pesar de salir de casa con margen suficiente, metí el gambuzo en un par de desvíos y acabé llegando con la hora pegada al culo. Tanto es así que si no me equivoco fui el penúltimo en recoger el dorsal y solo tuve tiempo de ir a vestirme de romano al coche y volver en un rápido trote para situarme en la salida apenas un par de minutos antes de que comenzara la prueba.

A la tradicional prueba sobre diez kilómetros se le unía en esta edición otra nueva a disputar sobre una distancia indeterminada entre veinte kilómetros y veintiuno. Esta última presentaba un desnivel positivo de +1.000 m (acumulado total 2.000). Entre la una y la otra, en la salida ubicada en el parque Virgen de la Yedra justo al lado de la ermita del mismo nombre, nos reunimos cerca de 310 corredores. El que esto escribe estaba entre los dos tercios de participantes que optaron por batirse el cobre en la distancia larga.

La carrera comenzaba con una cuesta arriba que se extendería hasta el p.k. 10,000, lugar donde se alcanzaba la mayor altitud del recorrido (1.318 m). Con un primer tramo por asfalto, los cuatro mil metros iniciales eran bastante llevaderos y aunque siempre picaban hacia arriba, alternaban con alguna corta bajadilla que permitía tomar algo de resuello. Aproximadamente unos mil metros después de salvar una pequeña presa corriendo sobre un estrecho puente metálico que se movía a cada zancada, a la altura del p.k. 5,000 estaba situado el desvío que debían tomar los participantes de la prueba “corta”. También se ubicaba allí el primer avituallamiento en el que solo se ofrecía líquido elemento.
 
En una de las partes más divertidas del descenso (Foto: Organización)
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Los siguientes 2.500 metros ya eran más exigentes aunque seguían presentando alguna zona para darse un ligero descanso. Los últimos dos kilómetros y medio eran los de mayor pendiente y en ellos no había “descansillos” así es que se hacían un pelín duros. En cualquier caso toda la subida se realizaba por una amplia pista forestal, por lo que la dificultad técnica era inexistente y solo había que echar a andar si las fuerzas de uno no eran suficientes. En mi caso lo tuve que hace en diversas ocasiones durante la última fase. El que todo el ascenso discurriera por pista podía provocar cierta monotonía pero era fácil combatirla recreándose en el esplendido entorno que rodeaba al trazado. Los castaños, robles y pinos ofrecían una variada gama de tonos otoñales en un día de temperatura muy agradable.
 
Tras el avituallamiento líquido y sólido situado apenas unos cien metros más allá del p.k. 10,000, comenzaba el descenso. El tramo inicial de unos dos kilómetros de longitud se hacía también por pista amplia y presentaba un repechillo gracioso en su final. Justo allí se tomaba un sendero que nacía a la izquierda de la pista y que suponía un cambio importante en la carrera. La bajada se hacía a partir de entonces entre pinos, por una senda serpenteante con un grado de dificultad técnica lo suficientemente alto para divertirse y disfrutar y lo suficientemente bajo para que no fuera peligroso. Las numerosas raíces que asomaban por el suelo y algunas piedras que sobresalían con cierto riesgo estaban pintadas (no sé si por la organización o por los ciclistas que suelen transitar por aquellos parajes), de forma que era fácil advertir su presencia y esquivarlas.
 
Cerca del p.k. 14,000 el terreno se volvía un poco más técnico y había que tener precaución si uno quería negociarlo a una velocidad elevada. Yo iba más bien lentorro por lo que no tuve mayores problemas. Sin embargo, tras uno de los giros me encontré con el mal trago de la carrera: un participante se encontraba sentado en el suelo, todavía medio noqueado, con la vista un poco perdida, una brecha en la cabeza y las rodillas magulladas, mientras otro lo atendía. Me detuve para interesarme por él, pero ya habían pedido ayuda y parecía que se estaba recuperando bien por lo que en poco podía ayudar. Reemprendí la marcha con el mal cuerpo que siempre dejan estas cosas.
 
Aproximadamente unos siete hectómetros más abajo el sendero desembocaba en la pista por la que habíamos subido inicialmente. Remontando por ella unos cien metros se llegaba al tercer avituallamiento, que no era otro que el primero (el del p.k. 5,000), pero en el que ahora, además de agua, se ofrecían isotónico y alimentos. Estábamos en p.k. 15,000 de la carrera y restaban poco más de cinco mil metros para la meta.
  
Por el p.k. 3,000 más o menos (Foto: Organización)
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Tras el refrigerio se entraba en un nuevo sendero con una pendiente bastante pronunciada, algunos saltos elevados y, en consecuencia, una dificultad técnica mayor que el negociado previamente. Lo mejor es que en cada uno de los puntos que podían considerarse peligrosos había alguien de la organización avisando de la circunstancia ¡Chapeau por ellos! Cerca del p.k. 17,000 se tomaba de nuevo una amplia pista y, un poco más adelante, el terreno se volvía llano al principio y con tendencia ligeramente ascendente inmediatamente después. Pasado el p.k. 18,000 y cuando ya se notaba la cercanía al núcleo urbano de La Adrada, al final de una larga recta, un giro de 90º a la izquierda nos ponía al pie de una cuesta inesperada ¡Vaya sorpresita! Con unos ciento y pico metros de longitud y una pendiente de aúpa, el cuestarrón se le atragantó a to’quisqui.
 
Superado el susto más por vergüenza torera que por otra cosa, seguidamente se entraba en un sendero muy estrecho (como un pasillo), que discurría serpenteante en continuo sube y baja que se extendería hasta un poco antes del p.k. 20,000. Un tramo muy gozoso si no fuera porque a esas alturas uno no pensaba más que en cuándo carajo se llegaría a la meta. Una vez el angosto camino se abría, comenzaba un descenso rápido que atravesando las calles del pueblo conducía hasta el arco de meta en el parque Virgen de la Yedra. 
 
En la zona de llegada, tras devolver el chip, te entregaban la bolsa del corredor que contenía un par de medias y un par de calcetines con muy buena presencia (todavía no los he usado). Además se ofrecía la posibilidad de recuperar energías con refrescos, queso del Valle del Tietar, jamoncito y dulces típicos de la zona. ¡Una gozada!
 
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Retomando lo que decía al principio, llegaba yo un poco tristón a esta carrera. Las molestias en la zona lumbar derecha que comenzaron en septiembre y que habían ido creciendo desde entonces hasta convertirse en un dolor importante, me habían hecho decidir que después de participar en la prueba de La Adrada tocaba parón. Y el caso es que corriendo el dolor era aguantable y (curiosamente) menor que en la “vida civil”, pero que hubiera llegado a un punto en que me dieran calambres y en el que el dolor bajara por toda la pierna no era como para seguir forzando.
 
Por todo ello comencé muy tranquilito cerca de las últimas posiciones. Una vez entré en calor aceleré un pelín y gracias a la cómoda pista por la que discurría el ascenso, pude mantener un ritmo constante que me sirvió para ir adelantando numerosos puestos. Solo en la parte final tuve que echar a andar en dos o tres ocasiones. El descenso me costó un poco más. Alargar la zancada si hizo quejarse a las lumbares, y cuando comenzaron los pequeños saltos, cada apoyo retumbaba en la parte inferior de mi espalda. Total, que la bajada casi me la tomé en plan relaxing cup of coffee in  Valle del Tiétar, disfrutando en lo que pude del paisaje. A meta llegué bastante entero, chocando las manos de los más pequeños y aplaudido por lo más mayores, en un tiempo neto de 1:55:19. De los 194 que completaron la distancia, ocupé le puesto 92.
 
 
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Como conclusión decir que: a) por recorrido y perfil se trata de una muy buena carrera para iniciarse en montaña, aunque siempre teniendo en cuenta que algunas partes del descenso tienen su intríngulis y que, si se dan condiciones de lluvia, la dificultad técnica puede incrementarse notoriamente. Baste mencionar que incluso con una meteorología idónea, el domingo se piñaron unos cuantos participantes, b) la organización estuvo a gran altura. Buen trato, avituallamientos muy completos (sobre todo el de meta), buena señalización, presencia de voluntarios en los puntos más complicados, cronometraje con tiempos netos… Si ya consiguen que en la próxima edición el speaker diga La Adrada en lugar de La Adra, lo clavan y c) El ambiente fue estupendo, con gran animación en la zona de salida y meta y con los lugareños comprometidos con la carrera.
 
Y nada más. A esperar volver lo antes posible a la competición. Os iré contando.
 
Que la paz sea con vosotros.


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4 comentarios:

fosete dijo...

Descansa y recupera que con la tunda que llevas tu cuerpo lo agradecerá.
Luego volveras con energias renovadas y España se te quedará pequeña.

Un saludo

Arganzboy dijo...

Ja, ja, ja. ¡El Altísimo te oiga! Solo espero que alguna de mis protrusiones no haya degenerado. Habrá que esperar a que me hagan la resonancia y me den los resultados. Gracias. Un saludo

Anónimo dijo...

Pues a recuperarse.

Pero no nos dejes sin post resumen del año

Arganzboy dijo...

¡Eso nunca! Aunque sea lo penúltimo que haga :-D
Un saludo