jueves, 10 de abril de 2008

El año que viene no. O tal vez sí

Tengo mucho cariño al Medio Maratón de Madrid, tanto que he corrido cinco de sus ocho ediciones más las dos últimas de aquella prueba de la que es heredera y que se conocía por el nombre de “20 kilómetros Villa de Madrid”. Este año no estaba en mis planes, pero unos días antes me decidí a inscribirme y participar. La experiencia no ha sido buena, así es que es posible que el año que viene no participe. O tal vez sí…


Corrí esta prueba por primera vez allá por el año noventa y nueve. Era mi tercera carrera tras los medios maratones de Ciudad Universitaria y Fuenlabrada. En aquel entonces todavía media veinte kilómetros, la patrocinaba Adidas y no creo que el número de participantes superara los tres mil o cuatro mil. Para mí fue una experiencia muy grata. Correr por calles céntricas de Madrid, con gente aplaudiendo en las aceras y con el espléndido final en la pista de atletismo de Vallehermoso, son cosas que no se olvidan.

Dos años más tarde la carrera sufrió un cambio importante al alargarse hasta los 21.097 metros y pasar a ser patrocinada por Nike. La publicidad y el ascenso del número de aficionados a esto del correr, supusieron que la participación creciera de manera exponencial. Desde entonces los patrocinadores principales han ido cambiando, el número corredores y el coste de la inscripción aumentando y el trato al corredor resintiéndose.


Ya el año pasado quedé muy descontento, pues me di cuenta de que la carrera adolecía en mayor o menor medida de aquellos males que ya hace tiempo asolan los tradicionales 10.000 que se celebran en la capital (Canillejas, CSIC, San Silvestre Vallecana…) y que me han llevado a no correrlos. Decidí entonces no participar en la edición de este año. Sin embargo, y a pesar de no estar incluida previamente entre las pruebas de mi calendario pre MAPOMA, unos días antes accedí a correrla a pesar de todo. El resultado ha vuelto a ser desilusionante.

Quizás la edad y la experiencia me estén volviendo un tanto sibarita. O quizás me esté convirtiendo en un gilipollas intolerante. Ya sea por una razón o por otra, lo cierto es que no soporto carreras como la del pasado domingo.

La prueba está masificada. El número de participantes (alrededor de trece mil inscritos más los que corrieran sin dorsal) colapsó las calles del recorrido y por lo menos a mi me hizo correr a disgusto, sin encontrar mi ritmo, siempre pendiente de no tropezar con ningún otro corredor y dar con mis huesos en el duro y frio asfalto. Si a esto sumamos el bombardeo publicitario de los principales patrocinadores, la verdad es que a uno se le queda la sensación de haber sido tratado como un borrego. El tener que esperar a la publicación el diario deportivo Marca al día siguiente para ver las clasificaciones (¿Cuántas páginas dedica este periódico al año al atletismo?) o tener que comprar el que salió el jueves y el viernes en la edición de Madrid para obtener un código que mediante un SMS te permitiera acceder a tus fotos en la carrera, deja una sensación de cierto manejo que no me gusta. Aún así, he de reconocer que el precio pagado para acceder a mis fotos me pareció justo.


En cualquier caso habrá que dar las gracias porque en esta carrera todavía no nos hacen correr a todos con la misma indumentaria como ya ocurre desde hace años en la San Silvestre Vallecana.

Otro punto a tener en cuenta es la falta de educación cada vez más presente en nuestra sociedad y que, como no, tiene su reflejo en el mundillo de las carreras populares. Así pudo verse gente colocada en la salida en puntos no acordes a sus marcas, incautos que no dudaban en cruzarse de un lado a otro de la calzada con el simple objetivo de saludar a algún conocido y sin pensar que su maniobra podía acarrear la caída de otros participantes, impacientes que se detenían bruscamente en las primeras mesas de los largos avituallamientos y tomaban con cierta brusquedad las botellas de agua de las manos de los sorprendidos voluntarios, insolidarios grupitos cuyos componentes corrían en paralelo sin sopesar lo que podían llegar a estorbar,…


Dicho todo esto, mencionar que la organización fue buena teniendo en cuenta el alto volumen de participación. El tener que acudir el día antes a por la bolsa del corredor allá donde Jesucristo perdió el mechero, es un pequeño fastidio. Sin embargo esto posibilita que en la llegada a meta no haya aglomeraciones ni gorroneos: una botellita de agua, una cervecita, un plátano y para casa.

En lo referido al recorrido, decir que se trata de un trazado exigente. Además la rehabilitación del estadio de Vallehermoso provocó una variación en los últimos tres kilómetros y medio. Lo que antes era una bajada por Bravo Murillo hasta llegar al estadio, se ha convertido ahora en una sucesión de cortas subidas y bajadas que hicieron bastante daño por el desconocimiento de los que corrimos y por la altura de la carrera en la que se encontraban.



Me llamó la atención ver a bastantes corredores andando en los últimos kilómetros e incluso a tres de ellos con lipotimias y siendo atendidos por otros participantes o por la asistencia médica. Asumiendo que eso nos puede pasar a todos y teniendo en cuenta que el día no era muy caluroso, me inclino por pensar que esta es una carrera en la que participa mucha gente sin experiencia y, lo que es peor, que no conoce sus límites o no está lo suficientemente preparada. Hay que tener mucho cuidado con estas cosas.

En cuanto a mí, me planteé este séptimo medio maratón del año como la tiradita larga de la semana. Mi pretensión era rodar a cinco minutos el kilometro y lo clavé (en meta, veintitantos segundos por debajo de la 1h 45 min ), acumulando un pequeño retraso en la primera parte que recuperé en el tramo final. De pulmones fui bastante bien, pero las piernas las tengo bastante tocadas. Espero que las dos semanas y media que quedan hasta el MAPOMA sean tiempo suficiente para recuperarlas. Ya veremos.


Saludos para todos


(Nota: todas las fotos han sido extraidas de http://www.runners.es/)