En este sentido y siempre dentro del ámbito correril, el año que ahora termina se ha caracterizado por la puesta en marcha del programa de reestructuración que he venido denominando “Un país en la mochila”. Este proyecto, impulsado fundamentalmente a partir del mes de mayo, ha tenido su origen en la necesidad de cambio, en el deseo de descubrir nuevas competiciones y en la inquietud por conocer a la carrera diferentes rincones de nuestro país.
Hecha esta pequeña introducción, ya puedo comenzar el repaso al moribundo 2009. Vamos por partes, o más propiamente dicho por cuatrimestres.
De enero a abril
Los primeros cuatro meses del año suelen ser el tiempo más difícil para innovar. Las temperaturas frías, el tiempo por lo general poco apacible y la escasa posibilidad de disponer de días de vacaciones, dificultan el participar en competiciones alejadas de mi lugar de residencia. En este periodo de 2009 debuté en dos carreras: i) el Trofeo Paris, disputado sobre un manto blanco que cubría todo el Parque Lineal del Manzanares, y ii) el Medio Maratón Coslada, carrera exigente y que a pesar de ir ya por su vigésimo primera edición, había pasado desapercibido para mí durante estos años.
Además revisité por cuarta vez el Medio Maratón Ciudad de Getafe en un día de perros, por tercera vez el de Fuencarral El Pardo y por quinta vez y de rebote el remodelado a mejor Medio Maratón Madrid. También volví con nostalgia a participar en el Medio Maratón Ciudad Universitaria diez años después de mi debut, pudiendo comprobar que hay cosas que para bien o para mal no cambian. El primer cuatrimestre concluyó como ya es tradicional el último domingo de abril con la primera gran cita del año: el MAPOMA. En la edición de este año, tras unos pequeños retoques en su recorrido, se me hizo más llevadero y pude completarlo sin pasar ningún momento de debilidad.
La única mala noticia de este primera parte del ejercicio fue el no poder asistir al Maratón de Barcelona. Inscrito y con los billetes del AVE comprados, un constipado que luego derivaría en bronquitis me dejó en casa. ¡Seguro que otra vez será!
Por cierto, no quiero olvidarme de la Cow Parade Race, mi primera pequeña chalaura sin dorsal que consistió en unir coriendo los lugares donde se ubicaban las vacas-estatua que formaban la exposición celebrada en Madrid allá por los meses de enero y febrero.
Sin duda alguna fue el mejor periodo del año. Comencé volviendo a Jadraque, una carrera que me tiene atrapado todavía no sé si por el sitio, por la gente, por los dulces (¡esas tortas de chicharrones!) o por todo junto. Este año el trazado abandonó la carretera de Bujalaro en favor de la de Membrillera, a mi modo de ver más llevadera.
Disfrutando de las buenas temperaturas madrileñas participé en la Liberty Seguros que va camino de convertirse en una “sansil mayera”, y en los moviditos, accidentados pero finalmente agradables 10 Kms de Torrejón de Ardoz (incluidos en el Circuito Mapoma). Con el calor ya apretando de lo lindo hice de comadrona en el nacimiento del Medio Maratón Ciudad de Leganés y asistí por segundo año consecutivo a los 10 Kms de Orgullo, que cada vez es para estarlo menos (orgulloso, digo).
Las otras cinco pruebas a las que acudí hasta finales de agosto pusieron el listón altísimo. Mi estreno en el Medio Maratón de El Burgo de Osma tenía el objetivo de hacérmelo pasar bien y de servirme de preparación para el Maratón de Valtiendas. Cumplió a la perfección. Disputada bajo un calor asfixiante, implicó a toda la bella localidad soriana y unió el encanto paisajístico con el arquitectónico-histórico. Del Trofeo de San Lorenzo, un clásico veraniego, creo que apenas me queda ya nada por decir que no haya comentado anteriormente en este blog. A mi modo de ver es una de las mejores carreras que se disputan en la capital: bien organizada y con gran ambiente, su trazado recorre los principales monumentos y construcciones del centro histórico madrileño.
Y llegó el plato fuerte. Así, sin hacer ruido, sin preparación específica, sin haber corrido nunca de noche a la luz de luna por caminos de tierra y carreteras secundarias (o terciarias). El Maratón nocturno (por parejas) de Valtiendas se convirtió en el máximo exponente del proyecto “Un país en la mochila”. Comida en Aranda de Duero, excursión de sobremesa por los pueblos de la zona y por la tarde-noche a correr… Todavía al recodarlo después de más de cuatro meses se me erizan los pelillos. Fue una experiencia inolvidable que no soy capaz de explicar con palabras. Los caminos de tierra, la interminable llanura, la puesta de sol, el viento y la lluvia torrencial, los voluntarios de los avituallamientos, la noche cerrada iluminada por los tenues frontales, el silencio, las palabras de ánimo de los participantes que adelantabas o te adelantaban, el compromiso con tu par (en la carrera), los charcos y el barro, los tropezones, el olor a tierra mojada, la última bajada hacia el pueblo, la emoción de cruzar la meta, los lugareños y organizadores esperando con chocolate y bizcochos la llegada de todos los participantes… ¡Ufff, que de recuerdos y sensaciones!
La dura Carrera del Esquileo en la segoviana localidad de Torrecaballeros fue una forma de prolongar el subidón de Valtiendas, y la Carrera Popular Vuelta al Monte de Valdilecha la opción idónea para despedir atléticamente agosto corriendo cerca de casa.
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El buen tiempo reinante en los meses de septiembre y octubre me permitió continuar descubriendo carreras alejadas del foro. Recién aterrizado de unos días de vacaciones, la animada y muy exigente Carrera Popular Cuesta del Tirón de San Agustin de Guadalix se convirtió en mi último diez mil del año. El fin de semana siguiente me acerque a Valladolid para participar en su rapidísima media maratón. En mis dos años de ausencia ha aumentado de forma considerable el número de participantes pero sigue siendo una carrera muy agradable de correr, con una buena organización y con un recorrido céntrico y totalmente llano.
Cerré septiembre con un nuevo descubrimiento: la Carrera Cañada Soriana Occidental en Otero de los Herreros. Integrada al igual que la del Esquileo en el Circuito de Carreras Pedestres de la Provincia de Segovia, se trataba de hacer el cabra durante poco más de trece kilómetros por caminos anchos, senderos estrechos, cuestas interminables, dehesas solitarias, laderas pedregosas o secarrales dorados. Después de la experiencia de Torrecaballeros y de lo bien que lo pasé en Otero de los Herreros, he tomado nota de las otras dos pruebas que forman el circuito (Sebulcor y Palazuelos de Eresma) para ver si me es posible correrlas en el 2010.
Ya en octubre, un nuevo medio maratón sin mucha historia, el de Marchamalo, sirvió como última tirada larga previa al Maratón de Castilla La Mancha. De los tres de este año, fue en el que más sufrí. Teniendo en cuenta su perfil llevadero, supongo que la razón hay que buscarla en su escasa animación y encanto (salvo en el tránsito por Miguelturra) y en el día tirando a caluroso tras una semana en la que el cuerpo se había acostumbrado a unas temperaturas bastante más bajas.
Desde entonces, con los objetivos planteados a principio de año conseguidos sobradamente y bastante tocado por el cansancio físico y, sobre todo, mental, me dejé llevar por la inercia en los entrenamientos y en las competiciones completando cuatro medios maratones más: Villaverde, Moratalaz, Valencia y Guadalajara. De ellos, sólo el de Valencia constituyó una novedad en mi curriculum. Con gran participación, mejor ambiente y buena temperatura, fue una excusa estupenda para pasar un muy agradable fin de semana familiar en la ciudad del Turia.
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Superando al pasado, el 2009 se ha convertido en mi mejor año en número de carreras y en kilómetros recorridos en competición. 26 carreras, 16 competiciones fuera de la capital del reino, 13 debuts, 14 medios maratones, 3 maratones, 5 diez miles, 4 carreras sobre otras distancias, 519.343 metros… En cuanto a las marcas, tiempos y demás zarandajas similares, lo siento pero no van conmigo.
Mis objetivos para el año que entra no son otros que poder acercarme a las cifras de este, seguir impulsando el plan “un país en la mochila” y, si es posible, avanzar en el proceso de internacionalización con la puesta en marcha de un nuevo y más ambicioso proyecto que llamaré “madrileño por el mundo”. Si todo esto no fuera viable, me basta simplemente con poder seguir corriendo.
Una última reflexión final: me da que estoy mutando desde corredor popular a coleccionista de carreras.