Parodiando el título de la exitosa serie de la televisión de la que, dicho sea de paso, no he visto ningún capítulo, en esto del correr lo de “Sin camisetas no hay paraíso” es una máxima como la copa de un pino.
Rara es la carrera en la que no endilgan una camisola que por lo general suele cumplir tres condiciones básicas, a saber: 1) Dicen ser de tejido …¿técnico? Si por “técnico” entendemos que no transpiran un pimiento, que sudas aun más que con las clásicas de algodón, y que huelen que apestan al ratito de ponértelas, efectivamente hay que reconocer que son técnicas, muy técnicas, 2) Son de colores chillones, predominando el verde y el naranja en sus tonalidades más cantosas y fosforescentes y 3) Rara vez son de tu talla. Da igual que seas alto o bajo, gordo o delgado, rubio o moreno, ancho de hombros o enjuto… la camiseta te quedará ancha, estrecha, larga o corta pero casi nunca bien.
Posiblemente porque las camisetas obtenidas como premio por finalizar las carreras no son de mi agrado o quizá porque soy un “fashion victim” de estas prendas que cubren mi tronco en las sesiones correriles, a las antes mencionadas he de sumar las que adquiero de motu propio cada vez que salgo de compras a unos grandes almacenes o a uno de los cada vez más abundantes factories.
¿Que a qué viene todo esto? Muy sencillo, os lo voy a explicar. Este fin de semana, teniendo en cuenta la (creo) bajada definitiva de las temperaturas y que un servidor es tirando a friolero, he decidido realizar el cambio de temporada en mi armario guardando las prendas de verano y sacando las de otoño e invierno. Pues bien, al recoger las camisetas de correr que uso cuando el clima es benigno, me ha dado por ponerme a contarlas y ¿sabéis cuantas me han salido? ¡58 camisetas! Ni diez, ni veinte, ni treinta ¡58!¡Y eso sólo contando las llamadas técnicas y dejando las de algodón a un lado!
Esto no es más que la constatación de que en mi armario se ha instalado un bipartidismo extremista. La mitad está ocupado por los trajes, camisas y corbatas que uso en mis largas horas laborales y la otra mitad por ropa deportiva con la que me travisto por las tardes-noches y los fines de semana para hacer de atleta popular trastornado. Sólo queda un pequeño rincón, un reducto mínimo entre los dos partidos mayoritarios reservado a un par de vaqueros y unos pocos jerseys que uso para mi escasa vida social.
Y os reiréis, pero el ser propietario de tantas camisetas es estresante ¡No os podéis hacer una idea de lo que es elegir con que camiseta participar en la carrera del domingo! Los sábados por la noche me los paso delante del espejo probándome posibles equipaciones, buscando la mejor combinación de colores y formas entre camiseta, pantalones y calcetines, considerando si para la media maratón será mejor la de tirantes u otra más cerradita y ajustada que me rozará menos…¡un sin vivir os lo juro, un sin vivir!
Lo dicho, que si es cierto eso de que “Sin camisetas no hay paraíso” yo puedo estar tranquilísimo, pues con todas las que tengo debo tener reservado un peazo sitio a la derecha de Dios Padre.
Saludos
Rara es la carrera en la que no endilgan una camisola que por lo general suele cumplir tres condiciones básicas, a saber: 1) Dicen ser de tejido …¿técnico? Si por “técnico” entendemos que no transpiran un pimiento, que sudas aun más que con las clásicas de algodón, y que huelen que apestan al ratito de ponértelas, efectivamente hay que reconocer que son técnicas, muy técnicas, 2) Son de colores chillones, predominando el verde y el naranja en sus tonalidades más cantosas y fosforescentes y 3) Rara vez son de tu talla. Da igual que seas alto o bajo, gordo o delgado, rubio o moreno, ancho de hombros o enjuto… la camiseta te quedará ancha, estrecha, larga o corta pero casi nunca bien.
Posiblemente porque las camisetas obtenidas como premio por finalizar las carreras no son de mi agrado o quizá porque soy un “fashion victim” de estas prendas que cubren mi tronco en las sesiones correriles, a las antes mencionadas he de sumar las que adquiero de motu propio cada vez que salgo de compras a unos grandes almacenes o a uno de los cada vez más abundantes factories.
¿Que a qué viene todo esto? Muy sencillo, os lo voy a explicar. Este fin de semana, teniendo en cuenta la (creo) bajada definitiva de las temperaturas y que un servidor es tirando a friolero, he decidido realizar el cambio de temporada en mi armario guardando las prendas de verano y sacando las de otoño e invierno. Pues bien, al recoger las camisetas de correr que uso cuando el clima es benigno, me ha dado por ponerme a contarlas y ¿sabéis cuantas me han salido? ¡58 camisetas! Ni diez, ni veinte, ni treinta ¡58!¡Y eso sólo contando las llamadas técnicas y dejando las de algodón a un lado!
Esto no es más que la constatación de que en mi armario se ha instalado un bipartidismo extremista. La mitad está ocupado por los trajes, camisas y corbatas que uso en mis largas horas laborales y la otra mitad por ropa deportiva con la que me travisto por las tardes-noches y los fines de semana para hacer de atleta popular trastornado. Sólo queda un pequeño rincón, un reducto mínimo entre los dos partidos mayoritarios reservado a un par de vaqueros y unos pocos jerseys que uso para mi escasa vida social.
Y os reiréis, pero el ser propietario de tantas camisetas es estresante ¡No os podéis hacer una idea de lo que es elegir con que camiseta participar en la carrera del domingo! Los sábados por la noche me los paso delante del espejo probándome posibles equipaciones, buscando la mejor combinación de colores y formas entre camiseta, pantalones y calcetines, considerando si para la media maratón será mejor la de tirantes u otra más cerradita y ajustada que me rozará menos…¡un sin vivir os lo juro, un sin vivir!
Lo dicho, que si es cierto eso de que “Sin camisetas no hay paraíso” yo puedo estar tranquilísimo, pues con todas las que tengo debo tener reservado un peazo sitio a la derecha de Dios Padre.
Saludos
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