Naranjito huyendo de los "rojos" (Foto: Mi santa) |
Este pasado sábado me dí un rulo con la familia por tierras sorianas para participar en el XII Medio Maratón de El Burgo de Osma. Era el tercer año consecutivo que acudía, fiel ya a una cita que parece haberse convertido en un fijo en mi calendario atlético estival. Y es que cada vez que voy la disfruto más.
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1. El típico apartado en el que se habla de como se llaga al sitio en concreto y de lo que se hace por alli antes de la carrera. De lectura facilmente prescindible
La excursión a El Burgo tiene ya algo de ritual para nosotros. Normalmente salimos de Madrid un poco antes de la hora de comer. Paramos en un centro comercial de las afueras de la capital y comemos en alguna de las franquicias que pueblan el recinto. Después reemprendemos la marcha tomando la carretera de Burgos. El viaje, si bien no es corto (alrededor de 175km), tampoco se hace largo. En términos infantiles podríamos medir la duración del trayecto como el equivalente a ver la película “Cars” en el DVD portátil y planchar la orejilla unos veinte minutos, que fue lo que exactamente hizo nuestro hijo.
Sobre las 17:30h llegamos a nuestro destino. En el propio Ayuntamiento recogemos el dorsal y la bolsa del corredor, con camiseta técnica y botella de vino Ribera de Duero incluidas. Continuamos nuestro paseo por la Calle Mayor, visitamos la Catedral y llegamos a la orilla ajardinada del Rio Ucero donde "el heredero" merienda mientras busca piedras que lanzar al agua.
Después desandamos el camino y en una de las tiendas de la Calle Mayor, concretamente en una que lleva por nombre “Vega Ucero” hacemos las compras. Esta vez cayeron a la buchaca cuatro kilos de miel, (tres de romero y uno de eucalipto), varias latas de mousse de foie gras de pato, una caja de pastas típicas llamadas “Catedralitas” y una tableta de chocolate puro que nos regaló la persona que nos atendió. Lo del mousse de foie gras ya os contaré como está, aunque os adelanto que no es una cosa que me guste mucho. La miel ya la compramos el año pasado y os puedo confirmar que la de romero estaba de escándalo. Además de beneficiarnos de sus multiples y muy recomendables propiedades, nos sirvió para que durante el otoño y el invierno tuviéramos presente un buen recuerdo de la excursión e hiciéramos ganas para volver de nuevo este año.
Tras invertir parte de nuestro patrimonio en productos de los que posiblemente obtengamos mayor satisfacción de la que tendríamos en caso de haberlo hecho en deuda griega, vuelta al coche para quitarme los ropajes de turista y vestirme de romano, o más propiamente y teniendo en cuenta el lugar, para disfrazarme de arévaco. De allí a la salida y...¡a correr!
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2. Aquí hablo de la carrera y del ambiente. Vengo a decir casi lo mismo que en años anteriores pero es que si no... ¿que os cuento?
De la carrera, la organización y el ambiente ya lo he contado prácticamente todo en las crónicas de los dos años anteriores, pero por si hay algún despistado voy a hacer un pequeño resumen. La prueba consiste en dar tres vueltas, la primera más larga que las otras dos, a un circuito que conjuga la belleza histórico-arquitectónica del centro urbano con la paisajística de los márgenes del Río Ucero. Para ser sincero he de decir que en esta tercera participación, a pesar de ser el mismo el trazado que en las anteriores, me pareció que había más cuestas. Bien es cierto que son muy tendidas y que las que suben se compensan con las que bajan. Pero haberlas las hay. En cualquier caso no se trata de un recorrido exigente en cuanto a su perfil.
La organización de este XII Medio Maratón de El Burgo de Osma fue llevada a cabo por el Ilustrísimo Ayuntamiento de la ciudad castellanoleonesa bajo la muy buena dirección técnica del Club Atletismo Popular Arévacos, el cual tiene perfectamente cogido el tranquillo a la prueba. Por siete euros te habilitan un local en el Ayuntamiento para recoger el dorsal y dejar la ropa, te dan una bolsa del corredor muy decente con camiseta y botellita de vino, te cortan totalmente al tráfico rodado la parte del núcleo urbano por donde discurre la carrera, en cada vuelta te instalan cuatro avituallamientos con botellitas de agua y tres puestos de esponjas, te leen el código de barras de tu dorsal al llegar a meta y te entregan un pequeño papelito con tu tiempo, puesto, categoría y demás y tras la entrega de trofeos y como colofón a su cuidado al participante, te dan algo de comer acompañado con otra copita de vino de Ribera del Duero ¡Un gustazo!
Además este año tuvieron la buena idea de retrasar la hora de comienzo en treinta minutos (a las 19:30h en lugar de las 19:00h), lo que dio margen para que el sol no estuviera tan alto. A esto hay que añadir que a mitad de tarde las nubes cubrieron el cielo soriano, con lo que aunque no se pudiera decir que no hacía calor, desde luego la temperatura no era ni de lejos comparable a la que soportamos en las ediciones de 2009 y 2010.
En cuanto al ambiente, la verdad es que digno de vivirse. Mi sensación es que en estos tres últimos años ha ido claramente en aumento, posiblemente unido al crecimiento del número de participantes. Los lugareños permiten con agrado que unos centenares de chiflados tomemos las calles de su ciudad durante unas horas del sábado por la tarde e incluso siguen la competición desde las aceras mientras baten sus palmas y profieren gritos de ánimo. Nunca en mis tres asistencias he visto una cara de desaprobación ni he oído algún comentario negativo tipo “se podían ir a correr al campo” que tanto abundan en algunas urbes de nuestro país.
También contribuyen a crear esa atmosfera especial los acompañantes de los corredores, que no fueron pocos. El medio maratón es una excusa fenomenal para disfrutar de una perfecta excursión. Quien más quien menos así lo entiende, por lo que lo habitual en los prolegómenos de la prueba es ver a casi todos los participantes venidos de distintos puntos de la geografía nacional paseando por las calles de El Burgo en compañía de su familia o amigos. Ya durante la carrera los “agregados” se convierten en dedicados fotógrafos y/o en infatigables animadores.
El punto de color lo ponen los invitados a las bodas que suelen oficiarse durante la celebración de la carrera. En su camino hacia la iglesia ataviados con sus mejores trajes y vestidos, comparten lugar con los sudorosos, fatigados y ligeros de ropa mediomaratonianos. Un contraste de lo más curioso.
Y para dar “caché”, estuvo por allí el gran atleta Abel Antón. En resumen, una mezcla perfecta que da como resultado un ambiente entrañable, cálido y festivo que es sin lugar a dudas lo mejor del medio maratón de El Burgo.
Yo y mi grácil correr (Foto: Mi santa) |
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3. Y por último relato como me fue en el medio maratón propiamente dicho y hago referencia a mi incierto futuro próximo
En lo personal y conociendo ya el percal (¡toma rima!), repetí la estrategia del año pasado: salir flojito, no beber mucho pero si refrescarme continuamente el gaznate, la cabeza, la nuca y los brazos, e ir apretándome los machos en función de cómo me fuera encontrando. Como mencioné con anterioridad, al final el calor no fue ni de lejos igual de agobiante que en las dos ediciones inmediatamente anteriores, con lo que mi táctica resultó ser conservadora en exceso. En cualquier caso como en el último giro me ví bastante entero, decidí incrementar el ritmo todo lo que pude y me pegué un calentón considerable
En los últimos seis kilómetros adelanté a un gran número de participantes, algunos de ellos bastante desfondados. A falta de unos doscientos metros para la meta, alcancé a un corredor al que mi llegada desde detrás debió punzarle en su amor propio y aceleró el ritmo colocándose a mi estela. La verdad es que me sentía un poco violento porque mi intención no era ganar un puesto, sino que ya venía yo a todo lo que daban mis piernas desde hacía un buen rato. Pero claro, en esa situación no me iba a parar a explicárselo, así es que seguimos en un cómico esprint hasta alcanzar la línea de meta para dilucidar quien ocuparía el puesto 140º. Al final él hizo un nuevo cambio de ritmo y entró justo delante de mí. Mejor.
Paré mi reloj en 1:36:42, casi cinco minutos menos que en 2010 y, lo que es más importante, con muy buenas sensaciones. A ver si el año que viene continúa mi progresión en esta prueba, aunque al menos me conformaría con que lo que tuviera continuidad fuera mi presencia.
¿Y ahora? Pues ni repajolera idea. En los próximos dos meses mi calendario atlético es una incógnita. Estoy inscrito en el Trofeo San Lorenzo a celebrar el último día del presente mes, pero todo lo demás está en el aire. Veremos como sopla el viento.
¡Aaaaaadios!
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En capítulos anteriores..
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