Bruce y Atalanta durante la segunda vuelta (Foto: Arganz) |
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
Hay mucha gente que peregrina a
Santiago de Compostela. Yo no. Yo soy más de hacerlo a Báscones de Ojeda. Y más
desde que una mañana tórrida de agosto de 2010 fui llamado a formar parte de la
selecta congregación de boedianos. Aquel día abandoné todo lo superfluo que
rodea al atletismo popular y alcancé por fin la pureza del "correr x correr" que
tanto ansiaba. Para ello tuve que superar un rito de iniciación consistente en
completar el maratón que en aquella localidad palentina se celebra y sumergirme
posteriormente a modo de bautismo en las frías aguas del río Boedo. Las pasé
canutas, seguramente peor que en todas mis experiencia previas y posteriores
sobre la distancia de Filípides, pero mereció la pena.
Tanto fue así que al año
siguiente decidí volver a correrlo, pero los elementos se coordinaron para que
no fuera posible. Habiendo pernoctado en Burgos, salí de madrugada hacia la
tierra prometida pero en el desvío pasado el de Osorno, la noche me confundió y tomé
dirección Palencia en lugar de dirigirme hacia Santander. Nunca llegué a
Báscones pero lo acepté de buen grado (bueno, después de cagarme en todo lo
cagable) y entendí que si así sucedió fue porque así tenía que ser. En 2012 me lo volví a perder, esta vez por unas vacaciones fuera de la península en la fecha de celebración del maratón.
Según el calendario arganzniano, el 2013 era año
boediano, circunstancia pintiparada para peregrinar a Báscones de Ojeda y renovar
mis votos. La suerte estaba echada.
Por las largas rectas de tierra (Foto: Yo) |
Antes de hablar del XII Maratón
Río Boedo, quisiera hacer un inciso para recomendar a los que queráis conocer
como es esta carrera que leáis la entrada que hice con motivo de mi primera
participación. No lo digo por “vender mi libro” (que también), sino porque como
no meo veo capacitado para poder explicarlo mejor de lo que lo hice allí, no
voy a volver a repetirlo aquí. Si queréis hacerme caso podéis pinchar en el
siguiente enlace.
En esta ocasión obviaré aspectos
que ya traté en aquella crónica y ahondaré en alguna de las características
del maratón bizarro, por lo que si alguien lee esta entrada sin haber hecho lo
oportuno con la anterior es posible que no saque una visión completa de lo que
es este evento.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
Como primera idea creo que lo
justo es volver a referirme a Gabriel y allegados. Es imposible concebir este
maratón y el medio maratón que tiene lugar la tarde anterior sin ellos. La
atención y el cariño que muestran hacia todos los que allí acudimos y el curro
que se pegan para que todo salga bien son dignos de elogio. Y más en los tiempos
que vivimos, porque a pesar de la situación económica actual y de que el número
de participantes es cada vez mayor (aunque sin exageraciones), consiguen sacar
adelante las dos pruebas sin cobrar inscripción alguna y manteniendo la entrega
de un trofeo, un diploma, una camiseta y una caja de deliciosas pastas
artesanales a todos los participantes, todo ello sin contar con los numerosos
avituallamientos ofrecidos en las dos carreras y la paellada final para todos
lo corredores y acompañantes.
Por lo que pude oír, a pesar de
que algunos de los participantes asiduos que conocen a Gabriel le han pedido
que nos cobre una inscripción o que al menos que facilite un número de cuenta
en el que cada uno ingrese la cantidad que considere oportuna, éste rechaza la
propuesta. Sé que lo que yo diga también va a dar igual, pero después de
disfrutar tanto uno se encuentra con la obligación moral de dar algo a cambio.
Si él no accede a percibir un dinero que sea para sufragar de forma directa los
gastos de la carrera, creo que una alternativa podría ser que pudiéramos
realizar alguna donación a la Fundación Río
Boedo que él preside y que tiene como finalidad el desarrollo del Valle del
Boedo, la Ojeda
y la Valdivia. Ahí
dejo la idea por si alguno de sus conocidos lee esto y se la quiere hacer
llegar.
En cualquier caso agradecer de corazón a Gabriel y Cia. el hacer posible que disfrutemos de lo que más nos gusta en un ambiente y entorno únicos. Muchas gracias.
En cualquier caso agradecer de corazón a Gabriel y Cia. el hacer posible que disfrutemos de lo que más nos gusta en un ambiente y entorno únicos. Muchas gracias.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
En lo estrictamente deportivo,
cuando uno se enfrenta al Maratón de Río Boedo ha de saber que si no quiere
sufrir en exceso debe manejar con acierto, además de la distancia, otras dos
variables: la soledad y el calor. En este caso no hay que preocuparse por el
recorrido y su altimetría pues, a pesar de discurrir casi a partes iguales por
asfalto y tierra, es prácticamente llano en su totalidad.
En cuanto al factor soledad,
comencemos por decir que no llegábamos a sesenta los que este año nos
encontrábamos a las 8:00 AM bajo la pancarta manuscrita que marcaba la salida y
la llegada del maratón, pancarta que dicho sea de paso se ha convertido en uno
de los elementos de culto de este evento. Si al reducido número de
participantes se une que el recorrido consiste en dar tres vueltas a un
circuito que transita por una carretera solitaria a la ida y por medio del
campo a la vuelta, os podéis imaginar que la probabilidad de hacer gran parte
del maratón en solitario es muy elevada.
Ante esta situación y dentro de
que cada uno tiene sus preferencias y su forma de vivir la carrera, mi consejo
para evitar la interminable soledad del corredor de fondo es intentar formar un
pequeño grupito. Más aún teniendo en cuenta que es esta una carrera en la que los participantes suelen
tener una experiencia dilatada, lo que hace muy enriquecedor charlar con unos y
con otros. En este sentido este año eché en falta el grupo majo que formamos en
2010. Entonces nos llegamos a unir siete participantes y, aunque fuimos
perdiendo unidades según avanzaba la prueba, la verdad es que llevamos una
buena conversación y se hizo muy llevadero.
Me dio la sensación de que en esta edición
la people que nos dimos cita debíamos ser de carácter más solitario que
entonces, pues ya en la primera recta el pequeño pelotón inicial se había
convertido en una fila de uno (salvo alguna excepción) en la que los huecos
entre participante y participante eran cada vez mayores. En nuestro caso (Bruce
y yo), al salir en puestos retrasados fuimos adelantando algunas posiciones e
intentando ganar alguna adhesión para la causa. De esta forma al poco de
empezar nos convertimos en un trío al engancharse a nosotros otro corredor al
que adelantamos, aunque se mantuvo por regla general un par de metros detrás de
nosotros. Llegando al final de la primera vuelta, alcanzamos a otro
participante que se acopló sin dificultad a nuestro ritmo pasando a constituir
un cuarteto que se mantendría durante bastantes kilómetros. Esta última
incorporación era Atalanta, un mirobrigense curtido en mil batallas que hacía
doblete (había completado el medio maratón la tarde anterior) y que alcanzaba
con el del domingo su quincuagésimo maratón.
Resumiendo, para los que gusten
de correr en soledad el Maratón de Río Boedo es una oportunidad magnífica de hacerlo. Para
los que no quieran sufrirla mi recomendación es que intenten buscar a alguien o
“alguienes” con los que poder compartir parte o la totalidad del recorrido.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
El segundo factor que mencionaba
con anterioridad es el calor. Para mí es lo más duro de este maratón, sobre
todo cuando se superan las dos horas y media de competición. En esta décimo
segunda edición la jornada amaneció muy fresquita, tanto que al principio yo
pedía con la boca pequeña que levantara el sol para que la cosa templara un
poco, aún a sabiendas de que un tiempo después me arrepentiría totalmente de
mis palabras. Para que os hagáis una idea, unos minutos antes del comienzo de
la prueba el termómetro del coche no llegaba a los 12ºC y cuando alcancé la línea
de meta bajo un sol de justicia (poco después del mediodía) la temperatura
superaba los 30ºC .
Ah, y tened en cuenta que es un calor con sol, porque salvo en la arboleda a la
orilla del río (¿200 metros en cada vuelta?) no hay una triste sombra en todo
el recorrido.
Para no intentar sucumbir bajo la elevada temperatura y los afilados rayos del astro rey que azotan la llanura
palentina en estas fechas, fundamentalmente se pueden poner en marcha dos
tácticas. La primera consiste en apretar todo lo que puedas en la primera parte
de la carrera. Durante los aproximadamente primeros ciento veinte minutos de
carrera el calor es más o menos llevadero, así es que todo el terreno que dejes
atrás en ese espacio de tiempo ya lo llevas ganado. El riesgo de esta opción es
que como no midas muy bien tus fuerzas puedes llegar a la parte final, la más
exigente, muy cascado. Si cometes ese error te puedes dar por jodido. La
segunda alternativa es más conservadora y pasa por ir reservando fuerzas
durante la primera parte para afrontar lo más entero posible la última vuelta
de recorrido (aproximadamente quince kilómetros). Esta opción tampoco es una
garantía de éxito pues por muy bien que llegues a la parte decisiva, has de
contar con que ya llevarás bastantes kilómetros en las patas y con que aguantar
a pleno sol y con 30ºC
el infierno de asfalto primero y las interminables y áridas rectas de tierra
después, es harto complicado. Vamos, que también en este caso tienes una alta
probabilidad de darte por jodido.
Visto lo visto, si al tema de la
soledad le encuentro solución, al del calor no. Aquí lo único que se me ocurre
es hidratarse y refrescarse lo máximo posible y aceptar que te va a tocar
sufrir si o si. No hay otra.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
En lo personal, con mi segunda
experiencia boediana pretendía volver a disfrutar de una carrera única,
acumular kilómetros de cara a la cada vez más próxima Madrid-Segovia y, sobre
todo, no sufrir como lo hice en los últimos kilómetros de mi debut. Todo ello
se cumplió.
El último mes y pico me he dado
unas buenas palicillas que me han permitido obtener un buen estado de forma
para lo que normalmente es mi nivel. Como contrapartida también arrastro una
pequeña fatiga en las patas, aunque nada preocupante. Mezclando ambos
ingredientes pensaba a priori que debía poder completar el maratón en un tiempo
que rondara las cuatro horas. Y ese ritmo fue más o menos el que seguí con
Bruce, con Atalanta y con el cuarto integrante del grupo durante las dos
primeras vueltas, giros que no tuvieron más historia que la de ir
dejando pasar los kilómetros disfrutando lo más posible y esperando la llegada
del momento decisivo.
En el último paso por Báscones de
Ojeda dejé ir a mis compañeros y me dirigí al coche. Mi idea era avituallarme
bien para encarar con fuerzas el final de la carrera, así es que miccioné, di
cuenta de una barrita energética, bebí un par de tragos de agua fresca y cogí
un limón antes de reemprender la marcha. Cuando salí del pueblo y alcancé la
carretera, ví en la larga recta como Bruce se había distanciado alrededor de
unos doscientos metros, abandonando la compañía de los otros dos componentes
del grupo que debían estar unos setenta y cinco metros más cerca de mí. Me
animó el ver que la distancia con ellos se reducía rápidamente, tanto que en un
breve lapso de tiempo llegué a su altura. Viéndome bien y con un ritmo superior
me despedí de los dos y me fui en busca de Bruce.
Al principio tenía mis dudas. Le
veía allí a lo lejos y tenía la sensación que iba un poquito más despacio que
yo, pero tenía miedo de que pudiera cebarme y pagarlo en los últimos
kilómetros. Moderé un pelín mi marcha por si acaso pero percibí entonces que, a
pesar de haber aflojado, el hueco con los que me perseguían aumentaba y la
distancia con Bruce disminuía. Incentivado por ello, mantuve la zancada y le di
alcance poco antes de entrar en Revilla de Collazos. En el avituallamiento a la
salida de la población, me dijo que él iba ralentizar su marcha y que me fuera
en solitario. Le hice caso.
Adelanté a tres participantes
antes de entrar por segunda y última vez en Collados de Boezo y a otros dos (uno
de los cuales iba muy tocado) a la salida de la misma localidad, justo donde
comenzaba el tramo de tierra. Me encontraba fuerte y animado, pero no quería
echar las campanas al vuelo. Recordaba lo mal que lo pasé en los últimos cinco
mil metros la vez anterior y lo que sufrí entonces y tenía muy claro que no
quería que se repitiera. Para no beber demasiada agua y evitar llenar mi
estómago, empecé a dar bocados al limón (ese que cogí del coche en la parada
“técnica”) buscando una forma de apagar la sed y refrescarme. No dio mucho
resultado pero al menos me dejó un buen sabor de boca y me entretuvo.
Iba bien de piernas pero el calor
era exagerado y las largas rectas minaban mentalmente. A pesar de reducir mi
marcha adelanté a otros dos corredores, uno al que se le iba subiendo el gemelo
y otro que ya iba al límite. La verdad es que en estos últimos kilómetros uno
tenía la sensación de encontrarse con una rara variedad de zombies en vez de
con corredores de un maratón. Y en estas me encontraba cuando yo también
sucumbí. Empecé a sentirme mal y no quise repetir la escena de tres años antes,
así es que tomé la sabía decisión de echar andar durante unos doscientos metros
y recuperar en la medida de lo posible refrescándome con el agua que aún tenía
del último avituallamiento. Sin duda fue lo mejor que pude hacer.
Para que os hagáis una idea de cómo irían los demás, solo perdí una posición. Quedaban unos tres mil metros cuando reemprendí la marcha, siempre siguiendo de cerca al participante que me había adelantado y que me sirvió de referencia hasta llegar a meta. Terminé en un tiempo de 3:57:33, aunque eso fue lo de menos.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
Tras cruzar la meta noqueado,
saludé a Yonhey (estaba haciendo de reportero gráfico) balbuceando unas
palabras que dudo que fueran entendibles y di media la vuelta camino de la fuente.
Solo quería refrescarme y reponer líquidos. Cuando ya empezaba a ser persona,
llegó Bruce y juntos nos dirigimos camino del río Boedo donde nos dimos un
medio baño reparador (solo las piernas, que el agua fría estaba fría de
pelotas). Como estaría mi cuerpo que desde el final de la prueba estuve
ingiriendo bebidas y no oriné hasta que por la tarde llegué a Madrid cerca de
cuatro o cinco litros después.
El estado en que llegué, aun
siendo bastante mejor que el de 2010, me ha hecho plantearme una pregunta a la
que tendré que responder con el tiempo ¿volveré? Evidentemente este maratón es
una experiencia única y muy enriquecedora pero ¿merece la pena sufrir ese
final? ¿qué sentido tiene arriesgarse a que te pegue un zurriagazo por correr a
más de 30ºC
una mañana de agosto a pleno sol? A día de hoy pienso que no volveré a
participar, al menos en un futuro próximo, pero ya sabéis que pronto se nos olvidan
estas cosas a los corredores zumbados.
Y hasta aquí la historia de la renovación de mis votos boedianos. La paz sea con vosotros. Podéis ir en paz.
Y hasta aquí la historia de la renovación de mis votos boedianos. La paz sea con vosotros. Podéis ir en paz.
/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/
Os dejo con algunas fotos más...
4 comentarios:
¡Made mía! eres tremendo, vaya pruebas que haces,entre la distancia y el tipo de recorridos te vas a poner genial para Madrid-Segovia,independientemente de los entrenos que hagas entresemana.Muy dura tuvo que ser por el calor.Bueno, de momento, hecha..el año que viene se verá...jejeje.Me alegro saber de tí,cuídate Iván, un abrazo.
Muy buenas JK. Eso espero, llegar bien a la M-S, porque voy con un poquito de canguelo. De momento a seguir dándole para acostumbrar a las patas. A ver si a la vuelta del verano coindimos en alguna carrera. Un abrazo
Seguro que vuelves a caer y asomas de nuevo por Báscones otro año, enhorabuena por otra guinda más, un placer haber coincidido allí contigo.
Salu2 y suerte en la M-S, un reto de altura.
Acabo de leer tu magnífica crónica y me ha hecho recordar esta bonita y dura maratón. Seguro que nos veremos el año que viene.
Un saludo
Javi Sanz
Publicar un comentario