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El primer mes de cada año no es un periodo en el que el menda tenga puestas grandes esperanzas de disfrutar de lo lindo en alguna carrera. Más bien al revés. Uno ya está un poco hastiado de participar siempre en las mismas pruebas que todos los eneros tienen lugar en los madriles. Pero como estas son fechas en que las condiciones meteorológicas no favorecen los desplazamientos y tampoco hay muchas carreras largas cerca de nuestra comunidad autónoma, pues al final acabo picando y repitiendo.
En este sentido los primeros treinta y un días del 2013 no tenían pinta de ser muy diferentes a los de años anteriores. Solo había una pequeña esperanza de encontrar algo nuevo y atractivo. Se trataba del I Trail del Serrucho, una prueba recién nacida, a disputar por caminos de tierra, con una longitud de veintitrés kilómetros, un desnivel acumulado de 760 metros (la mitad para arriba y la mitad hacia abajo) y un cupo máximo de trescientos participantes que se cubrió con mucha antelación. ¿Me la iba a perder yo? ¡Ni de coña!
El perfil, cortesía de Alalpardo Running Team |
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El evento tenía lugar en Alalpardo, población cercana a Algete y situada a unos cuarenta kilómetros de la capital, donde llegamos después de realizar una involuntaria ruta turística por las bonitas calles de Fuente el Saz del Jarama. Allí no había rastro de la anunciada y temida ciclogénesis explosiva. Aunque había amanecido con bastante frío y algunos nubarrones, parecía que a medida que avanzaba la mañana la temperatura iba templando y el cielo despejándose. Solo un gélido y racheado vientecillo se empeñaba en tocar las narices.
La organización había habilitado una zona de aparcamiento atendida por protección civil y voluntarios que fue más que suficiente para albergar los vehículos de los que acudimos. Los dorsales y el chip se recogían en el pabellón de deportes, donde también se prestaba el servicio de guardarropa y se podían utilizar los vestuarios y duchas. Además se había instalado un castillo hinchable para deleite de los más pequeños. A escasamente cien metros del pabellón se ubicaba la plaza de toros, lugar elegido como salida y meta del I Trail del Serrucho.
A mí la idea esta de empezar y acabar en el coso me pareció un original acierto. Estirar apoyado en la barrera o subido al estribo o escondido detrás del burladero escapando del viento, tenía su punto. Esparcidos por el ruedo esperábamos el momento del inicio participantes de distintos pelajes y hechuras. Los había panticortos, barbados, tirillas, cejijuntos, alorzados, mallilargos, emperillados, culialtos, empolainados, musligruesos y algún que otro testacano. Cuando desde megafonía nos lo indicaron, todos nos concentramos junto a la puerta grande donde tras unas palabras del alcalde y bajo la atenta mirada del cura del pueblo (solo faltaba el farmacéutico, o al menos yo no lo identifiqué, para completar las fuerzas vivas del pueblo), se lanzó el chupinazo con el que comenzó la carrera.
El primer kilómetro era en ligera cuesta arriba y por asfalto y sirvió para que cada uno fuera encontrando su sitio en carrera. Acto seguido entramos en una pista que seguiría picando hacia arriba durante otros mil y pico metros. Aquí ya pudimos comprobar lo que el firme (poco “firme” en realidad) nos iba a deparar durante toda la carrera: las lluvias de días precedentes habían dejado el terreno muy embarrado y con grandes charcos. Convenía buscar los laterales del camino para ir un poco más cómodo y no resbalarse. Aun así la tierra se pegaba a las zapatillas y se compactaba formando una segunda suela que, además de pesar, hacía más incómoda la zancada y prácticamente anulaba el agarre al suelo.
Foto by Eduardo (www.alalpardorunning.es) |
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Los dos siguientes kilómetros eran de continua bajada y permitían recuperarse del primer esfuerzo. Terminaban con la llegada a Valdeolmos, donde tras cruzar un arroyo saltando sobre bloques de piedra, se entraba en un bello pasillo flanqueado por árboles desnudos de hojas en el que el agua se había acumulado y había que tener cierta precaución para no irse al suelo. Un pequeño enlace de asfalto de no más de cien metros vino de lujo para estrellar con fuerza las zapatillas contra el suelo y sacudirse el barro antes de reintegrarnos a una nueva vía pecuaria.
Otra vez sobre tierra y esquivando charcos, tocaba volver a subir. Dos mil metros con bastante más pendiente que los primeros y que acababan en el avituallamiento líquido del punto kilométrico 6,000. Desde allí y hasta el segundo avituallamiento (km 10,500) el trazado sufría un cambio considerable, entrando en una fase de continuos "subeybajas" que plasmados en el perfil de la prueba se asemejaban mucho a los dientes de un serrucho. Ya no se trataba de largas cuestas de pendiente llevadera, sino de rampas más cortas pero con desniveles mucho más acentuados. Un verdadero rompepiernas que hizo echar pie a tierra en alguna ascensión a más de uno. Además había que prestar una mayor atención al suelo para no llevarse una sorpresa pues en este tramo, a la ya conocida presencia de charcos y barro, se unió la aparición de piedras.
Superada la que quizás fuera la parte más difícil de la carrera, se alcanzaba un nuevo avituallamiento, un hito que seguramente diera por si solo para redactar otra entrada en este blog. Desde mi punto de vista y sin miedo a exagerar, lo que allí encontré fue sin duda alguna el nacimiento de un nuevo concepto que revolucionará el mundo de las carreras en el futuro: el avituallamiento gourmet (gourmet provisioning). ¡Porque a los de la Guía Michelin no le dio por correr el domingo por tierras alalperdañas que sino le hubieran cascado tres estrellas sin despeinarse! Aquello era un auténtico festín en el que podían degustarse frutas variadas, frutos secos, chocolate, gominolas, tortilla de patatas, jamón serrano y pan, todo ello regado con agua e isotónicos de la zona y ¡zumo de uva fermentado reserva del 2006 y con D.O. La Rioja! (servido en porrón). Los responsables de esta novedosa y generosa forma de avituallar fueron los Chefs du la Paqueterie que con su habitual buen rollo acompañaron con chanzas y sonrisas la distribución de los manjares entre la tropa trailrunnera. Seguramente provocaron que el nivel medio de las marcas de los participantes empeoraran sensiblemente pero…¡que nos quiten lo bailao! Chapeau para ellos.
¡Podéis ir con Dios!
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Los aproximadamente cuatro mil metros siguientes fueron los que más aburridos se me hicieron. Se transitaba por un vía pecuaria con una llevadera pero continua tendencia hacia arriba, tan embarrada que si abandonabas los laterales entrabas en una especie de pista de patinaje, prácticamente recta, monotona y sin ningún atractivo paisajístico. Posiblemente fuera el tramo que mas favorecía a los menos acostumbrados a las carreras de montaña o trail.
Esta fase finalizaba en una pronunciada cuesta abajo seguida de forma inmediata de una dura y larga cuesta arriba. Ahora los que más sufrían eran los menos curtidos en estas lides. Así se alcanzaba el punto kilométrico 16,000 donde había un nuevo avituallamiento líquido y donde se recuperaba el trazado que ya habíamos recorrido al principio de la prueba. Solo quedaba desandar, o mejor dicho descorrer, los primeros (ahora últimos) siete mil metros que, si uno no había dosificado bien, se hacían bastante largos. Además el terreno estaba aun más pesado que al principio debido al repetido paso de los corredores.
La llegada entrando por la puerta grande del la plaza de toros era una gozada que te hacía recuperar la fuerzas, tanto que si alguno de los que estaba estirando ya sobre el albero me hubiera citado, no tengáis duda de que me hubiera arrancado a por él embistiéndolo noblemente. Y ¿el avituallamiento final? Pues otra vez de escándalo: agua, isotónicos, refrescos, frutas, membrillo, queso, gominolas, frutos secos y una porción de pizza, amén de bolsa personalizada con la talla de camiseta que cada cual había elegido al inscribirte. Un auténtico lujo.
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De lo escrito hasta este momento, seguramente muchos de vosotros hayáis colegido que el Alalpardo Running Team realizó una labor organizativa muy buena. No es del todo cierto. No fue muy buena, fue extraordinaria. A ver si soy capaz de explicarlo.
Foto by Yonhey |
Repasando mentalmente todos los aspectos que rodearon e hicieron posible el I Trail del Serrucho no soy capaz de encontrar ninguna carencia que debiera ser subsanada de cara a posibles futuras ediciones. Comencemos con el periodo previo a la celebración de la prueba. En su página web los organizadores nos mantuvieron al tanto de cualquier novedad que iba acaeciendo. De hecho hasta la tarde anterior avisaron de que tuviéramos precaución con el terreno embarrado por las lluvias caídas. También ofrecieron un entrenamiento el fin de semana anterior para conocer el recorrido por el que discurriría el trail. Ya en la mañana dominical, todo estaba perfectamente preparado para recibir a los participantes: voluntarios y protección civil en toda la zona de salida, espacio habilitado para el aparcamiento de vehículos, entrega sin esperas de dorsales y chips, ropero y vestuarios en el mismo pabellón y, en la plaza de toros, utilización de la megafonía para informar y no para vender mantas ni para intentar demostrar el peazo locutor que perdieron las radiofórmulas (no veas si se agradece).
En carrera el recorrido estuvo perfectamente señalizado, con presencia de voluntarios en todos los puntos en los que pudiera existir posibilidad de equivocarse o que fuera necesario avisar de cualquier imprevisto (como el cruce sobre el arroyo a la altura de Valdeolmos). También estuvieron marcados todos los puntos kilométricos e incluso se instalaron cartelitos para anunciar la proximidad de los avituallamientos. Estos últimos, tres a lo largo del recorrido, fueron suficientes y ofrecieron todo lo necesario (y más), con especial mención al que he bautizado en párrafos anteriores como avituallamiento gourmet. Limitar el número de participantes a trescientos fue también una gran idea porque aunque posiblemente en condiciones normales hubieran cabido cincuenta más sin problemas, con el terreno embarrado el tránsito habría sido más complejo.
Como también he afirmado con anterioridad, acabar en la plaza de toros me pareció muy original y el avituallamiento que allí se ofrecía era fantástico para reponer fuerzas. También fue acertada la bolsa del corredor “personalizada” con la talla de camiseta que habías elegido al inscribirte. Se ofreció adicionalmente la posibilidad de ducharse y recibir un masaje en el pabellón y, tras la entrega de premios, se sortearon regalos.
Pero la atención del Alalpardo Running Team no acabó ahí. Además de las clasificaciones, en los días posteriores a la prueba han ido nutriendo su página web de galerías de fotos de la carrera y de las crónicas de los participantes.
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Hasta aquí creo haber citado todos los aspectos que configuraron una organización muy buena, pero ¿que la hizo extraordinaria? Sencillo: el ambiente que crearon. No sé si sería la atención que dispensaron organizadores y voluntarios, no sé si es que a los que cada vez nos tira más esto del trail tenemos un pensamiento diferente a los que se centran en el asfalto, no sé si fue porque era una prueba para corredores puesta en marcha por corredores o no sé si fue una mezcla de todo ello. El caso es que se generó un ambiente de buen rollo y camaradería envidiable que otorgó ese plus que no tienen otras carreras también muy correctamente organizadas.
El principal inconveniente de todo esto es que si existieran próximas ediciones del Trail del Serrucho, los que la organicen van a tener francamente difícil no solo mejorar sino igualar lo conseguido en esta primera edición.
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En lo personal esta prueba era mi reencuentro con la larga distancia. Desde principios de diciembre en la Carrera de Montaña Cerro Marmota (25 kms), la mayor “kilometrada” que había hecho eran los quince mil metros de la Vuelta Pedestre a Tres Cantos. Por esta razón decidí salir tranquilo e ir viendo como me encontraba. En general me sentí cómodo, más en las partes “montañeras” donde ganaba bastantes posiciones, yendo de menos a más. He de reconocer no obstante que la falta de tiradas largas en el último mes y medio y lo pesado del terreno, me hicieron llegar bastante justito en la última subida que culminaba a dos kilómetros de meta. Al final paré el crono en 1:55:43 y acabé en el puesto 96 de los 265. Mejor de lo que pensaba a priori.
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Conclusión: Grandísima primera edición del Trail del Serrucho. Hacen falta más carreras de este tipo (Marmota, Cross Patones, Serrucho…), que sin ser de montaña permiten alejarnos del asfalto y disfrutar de la naturaleza cercana. A ver si se animan más organizadores y el calendario se va llenando de alternativas a las carreras más comunes. Creo que muchos corredores lo agradeceremos. ¡Larga vida al Trail del Serrucho!
¡Podéis ir con Dios!
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1 comentario:
No puedo estar más de acuerdo, carrera para grabarla en el calendario, tienen en sus manos materia prima y mimbres para hacer una carrera de renombre.
Y tiempazo jodío...
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