viernes, 12 de febrero de 2010

¡Tu quoque Paquillo!

Cuenta la historia que en los idus de marzo del año 44 A.C., un grupo de senadores convocó a Julio César al Foro para hacerle llegar la petición de que devolviera el poder efectivo al Senado. Cuando le hubieron entregado el documento y éste estaba leyéndolo, el senador Servilio Casca, sacando una daga, le asestó un corte en el cuello. Acto seguido otros senadores integrantes del complot (sesenta en total, según las fuentes de la época) se abalanzarón sobre Julio César asestándole un total de veintitres puñaladas.

Sus últimas palabras no se conocen con certeza, aunque lo que se ha transmitido en el tiempo ha sido la frase "¡Tu quoque Bruto, fili mi!" (¡Tu también Bruto, hijo mío!), pronunciadas por César cuando Marco Junio Bruto, hombre de su confianza e integrante del grupo de senadores insurrectos, clavaba la daga en su cuerpo.

Aunque exagerado, es un buen simil para reflejar la sensación de traición que siento hoy al leer en la página web del atleta Paquillo Fernández (http://www.paquillo.es/) su comunicado de prensa. Entre otras cosas, afirma que: "...de manera voluntaria y sin que se hubiera iniciado ningún procedimiento sancionador en su contra, ha procedido a informar a las autoridades deportivas de la comisión de una infracción de las normas antidopaje, al haber estado en posesión de sustancias prohibidas."

Y continua: "...Como consecuencia de los resultados deportivos obtenidos en los Juegos Olímpicos de Pekín y en el Campeonato del Mundo de Berlín,y ante la presión por recuperar el alto nivel competitivo, cayó en la tentación de adquirir productos prohíbidos con la intención de intentar utilizarlos en las principales competiciones que se iban a celebrar durante el año 2010. Afortunadamente, esos productos nunca han llegado a ser utilizados."

Ya antes me habían traicionado los senadores Alberto García o Julio Rey, pero la daga empuñada por Paquillo ha resultado ser más lacerante y más dañina, pues mi admiración hacia él era aun mayor. Una lástima.

Menos mal que si a Rick y a Ilsa siempre les quedará París, a mí siempre me quedará Marta Dominguez.

Saludos tristes.