lunes, 16 de marzo de 2009

Bleu (Azul)


Hace ya más de tres lustros que ví en el cine Trois Couleurs: Bleu (1993), peliculón dirigido por el desaparecido realizador polaco Krzysztof Kiéslowski y que era la primera entrega de una trilogía (completada posteriormente con Rouge y Blanc) en la que pretendía plasmar los ideales de la revolución francesa. Aunque no he vuelto a verla desde entonces, tres cosas de aquel film se me quedaron grabadas: la escena inicial e impresionante del accidente de coche, la excelente banda sonora y las imágenes en la que una joven Juliette Binoche nada sola en una gran piscina de color azul.

Y ¿por qué traigo hoy esta película hasta aquí? Pues porque después de dos años, el sábado rescaté de las entreñas del armario mi bañador Adidas “turbo”, mis gafas azules Arena, mi gorrito también azul y también Arena, y mis tapones de silicona para los oídos y…¡volví a nadar! (o algo parecido). Cuando tras pensarlo largo rato sentado en el borde de la pileta decidí sumergirme en el agua, me vino al cabezorro la imagen de la Binoche nadando elegantemente en aquella piscina azul. Ahora allí estaba yo cuan Michael Phelps de garrafón, pegándome contra el agua para intentar completar un largo tras otro sin perecer en el intento.

Y es que los dolores de espalda y las recomendaciones del fisio me han convencido de que aunque me resulte un pestiño, me aburra como un muerto, me cueste Dios y ayuda mantenerme a flote, tengo que volver a incluir en mi rutina semanal al menos un día de "suiminpul". Este fin de semana comencé con treinta largos que, a una distancia de cincuenta metros por largo, da un total de mil quinientos metros. De los treinta largos, veinte fueron con “pull” (especie de pequeño flotador en forma de ocho que se pone entre las piernas para trabajar sólo el tren superior) y diez sin él. Para que os hagáis una idea de lo que me cuesta nadar, prefiero hacerlo con pull que sin él, pues así me es más fácil mantenerme a flote. El agua no es mi medio. Tardé un porrón de años en aprender a nadar y estoy convencido de que si la naturaleza hubiera querido que yo me desenvolviera con soltura en el medio acuático, me hubiera dotado de una grandes aletas y una estupendas branquias.

En fin, que dado el consenso general de que nadar es bueno para la espalda, habrá que hacer el sacrificio e ir a la piscina regularmente a hacerse unos larguitos ¡Todo sea por poder seguir corriendo!

Saludos

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