Había corrido ya el Medio Maratón Ciudad de Valladolid con anterioridad. Fue en 2006, edición que sirvió para homenajear en su retirada al atleta nacido en Palencia aunque afincado en Valladolid Isaac Viciosa. Entre los compañeros que se dieron cita para acompañarle ese día, estaba la también atleta palentina Marta Domínguez. Me acuerdo de ella porque, una vez iniciada la prueba, la campeonísima y otra chica que la acompañaba (a la que yo no reconocí) permanecieron en la acera animando durante toda la carrera. Daba igual que fueras de los primeros, del montón o de los últimos. Con una sonrisa en la boca aplaudían y repartían ánimos para todos los participantes. Quizá sea una chorrada pero es un gesto que me llamó la atención y que, junto con otros que he ido viendo a lo largo de su exitosa carrera deportiva y leyendo o escuchando en entrevistas, dice mucho y bueno acerca de su forma de ser. Todo funcionó perfectamente. La entrega del dorsal y el chip a los rezagados y foráneos (se podía recoger el día antes) se hizo sin esperas reseñables, hubo alfombrillas lectoras en la salida y la llegada para poder disponer de tiempos netos, la medición estaba homologada, se instalaron avituallamientos cada 2.500 metros y en la zona de meta el ejercito levantó varias tiendas de campaña que hicieron las veces de ropero, duchas y vestuarios. Como curiosidad y acierto, mencionar que entre el contenido de la bolsa del corredor podían encontrarse empaquetados para la ocasión dos saquitos de medio kilo de lentejas y garbanzos producto de la tierra (de Salamanca concretamente).
En estos tres años de diferencia entre mis participaciones también se ha notado un importante incremento del número de llegados a meta: si en 2006 apenas superamos los ochocientos corredores, el domingo fuimos más de mil cuatrocientos los que cruzamos la línea de llegada. En principio las calles por las que transita la carrera son lo suficientemente amplias para absorber este número de participantes e incluso unos pocos más (salvo algunos tramos contados donde sería necesario habilitar al menos otro carril), pero desde mi punto de vista si se quiere mantener el carácter de la carrera no deberían de exceder de dos mil el número de posibles inscripciones.
La espina que me queda clavada es no haber podido disfrutar más de la ciudad. Las dos veces, aun teniendo la intención de pasar el día allí, al final se han torcido las cosas y no ha podido ser. He tenido que madrugar, meterme más de doscientos kilómetros en coche, correr y desandar (o mas propiamente, “desconducir” ) los más de doscientos kilómetros para volver a casa a comer. Sólo he podido ver lo que el recorrido de la prueba me ha permitido. Espero solucionar este aspecto en próximas visitas.
Por último, llamar la atención sobre los “corredores recortadores” que se engañan a si mismos subiéndose por las aceras en las esquinas y que abundaron por las calles vallisoletanas. En este sentido, enviar desde aquí un fuerte abrazo a ese que en los últimos cinco mil metros aguantó mi ritmo a base de recortes y al que en un alarde de rabia (que uno también tiene su amor propio) adelanté y descolgué en la penúltima recta. Sin rencor, que conste.
Si todavía no lo habéis hecho, yo que vosotros me apuntaba en la agenda este medio maratón.
Un saludo
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